XIII

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Los dedos te dolían y tus yemas estaban lastimadas, ardían. Además, morías de sueño, habías pasado una buena parte de la noche practicando y aunque era domingo y podías dormir hasta tarde, Sherlock te había despertado apenas el sol había aparecido en el horizonte, alegando que debían recoger a John. 

Pusiste tus audífonos mientras iban en el taxi, intentando despertarte. En aquella soleada mañana sonaba "Everybody's changing" de Keane, te hacía sentir de un humor bastante... británico, si es que podías llamarlo así. Te perdiste en la letra de la canción:

Cause everybody's changing and I don't feel the same...

Reflexionaste acerca de dicha aseveración, no era cierto, no en tu caso. Todo había cambiado en un año, y seguía cambiando. Miraste a Sherlock y te preguntaste si no se aburría de la monotonía, porque a pesar de que su trabajo era diverso, al final era trabajo y era monótono, te preguntaste si toda la gente no se sentía así. Él parecía tranquilo, el mundo pasaba desapercibido ante sus ojos, tú pasabas desapercibida para él . Y eso te dolió. Y aquí otro cambio. Uno que no esperabas y no te atrevías siquiera a pensar, a confesarte a ti misma: te sentías triste cuando él te ignoraba, y por el contrario tu corazón latía con fuerza cada vez que el detective te sonreía, cada vez que te tocaba, y cada vez que te miraba con esos penetrantes ojos azules que podían leer a través de ti, te sonrojabas ante su mirada de confusión, cuando sabías que estabas perdida y aunque mirándolo, no mirándolo directamente, pero aún así pensando en él, y él no sabía.

— ¿Allison? ¿Por qué me miras así?— El detective dijo con verdadera confusión, sus deducciones fallidas porque no sabía a lo que se enfrentaba. 

— ¿Qué? — dijiste asustada mientras te quitabas los audífonos donde ahora sonaba Taylor Swift y una canción que no alcanzaste a identificar, pero era algo sobre estar enamorada de un chico de otra ciudad, ¿qué ciudad era?... Te diste cuenta también que el taxi se había detenido y habían llegado a la estación. —No te miraba a ti. Estaba perdida pensando en otra cosa. 

— ¿En otra cosa? ¿O en otra persona?— El detective levantó una ceja.

— ¿Importa?— Sonaste tranquila, pero el corazón te latía a mil por hora, temerosa de que pensara cosas que no eran. (O que si eran pero no querías aceptar). Aceleraste el paso. 

— Es por acá— escuchaste la voz de Sherlock sacándote otra vez de tus pensamientos y haciéndote quedar en ridículo, en tus prisas habías ido a la dirección contraria— estas demasiado distraída. 

Su pequeño regañó te hizo ponerte más nerviosa, y para cuando John llegó moviendo el brazo para saludar, tu seguías perdida en otra dimensión. 

— Si fue algo que le hiciste tú, Sherlock...

— Yo no la he tocado... Creo que está experimentando defectos químicos por algún bueno para nada...

— Lo siento John, estoy preocupada por Emmeline, es todo. ¿Qué tal el viaje?— Interveniste antes de que alguien saliera molesto por tu causa.

— Sí, John, ¿encontraste algo útil?

John sonrió mientras movía la cabeza hacia los lados. Sherlock nunca cambiaría. 

Los tres caminaron por el andén del tren mientras John hablaba sobre la belleza de Canterbury y que esos días le habían devuelto la paciencia para lidiar con Sherlock, a lo que añadiste que quizás debiste haberlo acompañado. 

— ¿Te portaste muy mal con ella, entonces?— John frunció el ceño, y habría jurado que el rostro de su amigo se entristecía. Pero sabía que aquello era imposible, Sherlock no se entristecía, a menos de que se tratara de una actuación, sin embargo, no había necesidad de mentir en ese instante, y su expresión era menos exagerada que la que usaba cuando quería que su víctima lo creyera abatido, por otro lado, Sherlock solía entristecerse por motivos importantes, por gente que le importaba... quizás solo debería observar mejor. 

Sherlock hizo caso omiso a la pregunta y continuó caminando.

— ¿Conseguiste el número? 

John negó. Sherlock bufó. 

— No es lo que crees, Sherlock.— Habían decidido sentarse en una cafetería fuera de la estación, había una pequeña multitud a su alrededor de su mesa pegada en una esquina, lejos de la ventana, aunque Sherlock lanzaba constantes miradas a la misma, para volver a mirar a John, luego a ti. Esa afirmación hizo que mirara a John dibujando una sonrisa cruel con sus labios.

— Y según tú, ¿qué es lo que creo?— Levantó la ceja derecha haciendo que el desagradable sentimiento que provocaba su vil sonrisa se incrementara. 

—El chico no tiene a Emmeline.

— Eso ya lo sabía, John. Al parecer Emmeline es más lista que eso, y que tú, por supuesto. 

John rodó ligeramente los ojos. 

— Hosmer no tiene redes sociales. Asegura que no sabe nada de Emmeline desde que ella se marchó de Canterbury, y ellos terminaron, no han mantenido contacto. 

Levantaste la vista de tu vaso con hielos, y miraste a John y luego a Sherlock esperando una explicación.

— Pues miente— afirmaste indignada. 

— Pues era un buen actor— John se encogió de hombros y comió de su cuchara de la rebanada de postre que había ordenado. 

— O no...— Sherlock reflexionó un segundo.

— ¿Entonces?— Exclamaste algo desesperada por no entender. 

Pero Sherlock no respondió, su mirada se perdió observando a la multitud que iba de un lado a otro frente a él. 

— ¡Por dios, Sherlock! ¡Habla!— Comenzabas a ponerte nerviosa, el detective te miró, y un gesto serio se apoderó de su rostro. 

— No miente, pero Emmeline tampoco.

Subiste ambas cejas confundida y miraste al cielo, para luego mirar a John, quien solo soltó una risa ligera. 

— No dejes que Sherlock te confunda. Al final va a hablar, le encanta presumir. Por favor, Sherlock, explícate. La mejor amiga de Alison podría estar en peligro. 

— Hareton...

— Hosmer...— John corrigió con tono cantarín y un suspiro.

— Como sea... No miente. Hay un tercer mentiroso. ¿Quienes son los dos sujetos que nos han estado siguiendo todos estos días? ¿Ideas? 

Moviste la cabeza en señal negativa. 

— Hosmer mencionó algo sobre dos sujetos preguntando por Emmeline— John recordó. 

— ¿Te dijo quienes eran?

— Sus hermanos, pero creí que era normal... Es decir, preguntar a su ex-novio por su hermana desaparecida. 

— Em no tiene hermanos— recordaste. 

Sherlock sonrió. 

— O le gustaría no tenerlos— el detective comprendió. 

— Su padre murió cuando ella era una niña pequeña, y fue su única hija...

— Volvamos a Scotland Yard, tenemos que avisar a Lestrade. —El detective se puso en marcha mientras John terminaba lo que quedaba de su plato y tú tomabas tu café y te apresurabas a seguirlo. 


El defecto de la razónNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ