Capítulo 1

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Lo vio nada más entró en el bar. Veintipocos, alto, delgado, con los hombros encogidos en una chaqueta vaquera una talla demasiado grande. Parecía perdido, pero a la vez muy seguro de dónde debía estar. Lo observó de reojo mientras caminaba hasta la barra y tomaba asiento. Para tratarse de alguien tan alto, se movía con gracilidad, como un fantasma de piel y cabello blanco bajo las luces tenues del antro.

—Un vodka solo, por favor.

El acento lo sorprendió. Ruso, si el oído no le fallaba. Interesante. Conway dio un sorbo a su whisky y contempló al recién llegado por el borde del vaso. Nunca lo había visto por la ciudad, lo cual significaba que, o bien era nuevo allí, o no era un delincuente. Era algo triste, pero desde hacía un tiempo su círculo de conocidos se limitaba a policías o criminales, nada de civiles corrientes. Los pocos amigos que tenía fuera del cuerpo eran más de Julia que suyos, y se esfumaron en cuanto ella murió. No debía de caerles tan bien, probablemente.

El camarero sirvió al chico ruso su bebida y él puso de inmediato un billete de cinco dólares sobre la barra y le dio las gracias. Conway se preguntó cómo había ido a parar a aquel bar. No era un sitio turístico o que soliera frecuentar la gente joven, más bien un tugurio decrépito, antaño una vieja gloria.

«Como yo», pensó Conway.

El ruso miró a su alrededor, deteniéndose apenas instantes en cada uno de los presentes. Tal vez había quedado con alguien en particular. Conway desvió la mirada al notar que se giraba levemente hacia él y sonrió para sus adentros en cuanto vio que le dedicaba bastante más tiempo que al resto.

Había ido hasta allí con la intención de beber su peso en alcohol para olvidarse del caos de esos últimos días, pero la velada podía tornarse mucho más interesante.

Dejó pasar los minutos. Debía cerciorarse de que el interés del chico ruso fuera genuino, y solo entonces se acercaría. Si todo iba bien, ganaría una conversación interesante para amenizar la tarde; si todo iba mejor, compañía para amenizar la noche.

Pero ahí estaban, pequeñas miradas cuando fingía estar distraído en otra cosa. Conway terminó el resto del whisky de un trago y se levantó de su taburete para acercarse al ruso.

—Me vas a desgastar la cara si me sigues mirando tanto.

El chico casi brincó en su asiento al escucharlo, ante lo cual Conway sonrió con satisfacción. Ambos se miraron directamente, sin necesidad de cruces de vistazos furtivos. Los ojos del ruso eran claros, tal vez azules o grises, pero era difícil distinguirlo bajo la luz anaranjada del bar.

—No hay mucho más que mirar por aquí. —Hablaba con voz contenida, con una calma que a todas luces era falsa, pero aun así a Conway le sorprendió lo rápido que había recuperado la compostura.

El ruso se acercó el vaso a los labios y bebió mientras Conway se sentaba en el taburete que había junto al suyo. Se planteó pedir otro whisky, pero se le ocurrió una idea mejor.

—Vaya, no esperaba que fueras tan directo. Podrías haber empezado por algo más clásico, como invitarme a una copa.

Conway esperaba otra reacción de sorpresa por parte del chico, pero en cambio lo oyó replicar:

—No pagaría por otra de estas, si te soy sincero. —Apartó el vaso con una infantil mueca de disgusto que parecía casi cómica con toda esa aura de seriedad.

Conway tuvo que reír. Le gustaba el ruso, más allá de que físicamente le resultara atractivo, cosa que era una novedad. Normalmente cuando encajaba a las personas en una u otra categoría, rara vez lo hacía en ambas. Giró la alianza de su dedo anular sin darse cuenta.

No dispares todavía [Volkway]Where stories live. Discover now