SIETE: OLOR

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Sesshomaru se había desprendido del habito de dormir desde muy temprana edad. Solamente cuando estaba en total gusto y con la confianza suficiente, se permitía bajar la guardia y descansar el cuerpo con un leve sueño. Pero justo ahora, mirando a la joven mujer que dormía en su lado en el pequeño futón, se sentía somnoliento.

Nunca antes había sentido la necesidad de dar placer a alguien. Nunca se sintió tampoco con la necesidad de pegar a su pecho a absolutamente ningún ser.

Ella estaba tendida de costado, subiendo levemente las rodillas a su pecho y mirando a su dirección. Su rostro se veía tan relajado como el de una persona que había encontrado la paz. Y el necesitaba sentirla cerca.

Se contuvo, a penas dejándose alargar la mano y acariciar el bello rostro, recordando las muecas que había hecho momentos antes.

Tampoco jamás se había dejado perder por el deseo. Las experiencias pasadas que había tenido se habían limitado a satisfacer una necesidad fisiológica, tomando su placer de forma egoísta y no permitiendo que hicieran mas que tocarlo. Nunca había llegado más allá.

Muchas cosas no le habían pasado antes, hasta que la chica que lo acompañó por toda su travesía creció, y con ella cambiaron los sentimientos y sensaciones que había tenido. Era la primera en muchos sentidos.

Y pensar que sería la ultima le hacía hervir la sangre.

El eco de un sentimiento se volvía insoportable a cada segundo que se mantenía a su lado. Se parecía a la sensación del sol sobre el cuerpo luego de haber pasado una noche en la nieve.
Debía alejarse.


Rin abrió los ojos, y se encontró en una habitación sola y completamente desnuda. Aun con el sueño pesando en sus sentidos, se levanto vistiéndose con uno de los kimonos que tenia encima del cuerpo, tapando su desnudez.

¿Por qué le dolía tanto el cuerpo al caminar? Paro de caminar en seco, recordando la noche anterior y en que posición se encontraba ahora.

Ay dios.

Se llevo las manos al cuerpo, sintiendo un muy leve dolor en el pecho, y al descubrirlo vio una leve marca de rasguño, junto con otras pocas por su abdomen y piernas. Leves, pero presentes.

¿Se fue sin siquiera decirme que iba a pasar ahora?

Los pensamientos que corrían fuertes por su cabeza cesaron, sintiendo el golpeteo nervioso de alguien en la puerta de su casa.

-¡Rin! Vimos salir a mi cuñado de tu casa temprano y nos preocupamos... -En la puerta estaba Kagome, quien la miraba de pies a cabeza mientras tras de ella estaba su esposo, Inuyasha, con los ojos entre abiertos y los brazos cruzados en su pecho.

-Señorita Kagome, Señor Inuyasha, no ha pasado nada -Jugueteó con el cinto de su kimono. ¡¿Es que no pudiste elegir algo menos ostentoso?! ¡Llevas puesto el dorado! Tonta, Rin... Tonta.

-Te ves algo extraña -La sacerdotisa ladeo la cabeza, mirando dentro de su casa en busca de algún indicio de que estaba pasando.

Inuyasha tomó una bocanada de aire muy larga y profunda, y Rin se tensó por completo.

Ay no.

Los ojos del Hanyo se agrandaron, mirándola con la boca abierta y agarrando a su esposa por los hombros. Parecía horrorizado, y ella no supo si reír o correr de la verdad.

Esperaba poder contarles con calma, para ella todo había pasado rápido.

Aunque los años de tire y afloja que habían tenido debieron haberla preparado.

Someone to protect - Sesshomaru y Rin  [+18]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang