teacher | sesenta y dos

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Dormí sin descansar.

Me dolía el estómago con tal solo cruzárseme el pensamiento de que tendría que lidiar con un nuevo día. Antes de irme a dormir de una vez por todas le envié un mensaje a mi madre comunicándole brevemente que había tomado la decisión de volver temprano y que por la mañana le explicaría porqué, pero nada más que eso. Obtuve una respuesta a los segundos, no obstante no me molesté en verla y envuelta en pesado agotamiento, no me fue dificultoso quedarme dormida.

Agradecí que no se le hubiese ocurrido venir a verme, pues mientras más prolongada fuese la falta de contacto humano, mejor para mí y mi corazón roto. Era como si mi madre dentro suyo tuviese una especie de sexto sentido, como si ella conociese mi pesar incluso a la distancia. Fue por la mañana, cuando el sonido de las aves me hacían sentir infeliz y el entumecimiento de mi rostro alimentaba mi malhumor, que mi madre se apareció en mi puerta para ver cómo estaba.

La charla duró menos que su presencia, puesto que permanecimos en silencio la mayoría del tiempo. Como si el viento le contase por mí acerca del dolor en mi corazón. Como con un cepillo que atrae calma desenredó mi cabello con sus manos, y me acarició la espalda mientras su barbilla se posaba en mi cabeza. Precisaba esa paz, necesitaba locamente que alguien me afirmara que no estaba sola en el mundo.

Y quién mejor que una persona que sabía lo que era ser abandonada.

Me dijo con voz firme que lo mejor era que no asistiésemos al almuerzo de hoy, sin dar ningún tipo de explicación innecesaria, pues el estado de mi persona ya lo justificaba todo. Y si bien la mitad de mi corazón suspiró con alivio característico de quien se salva de una horrible vivencia, la otra mitad se quejó y quiso llorar por lo injusta que era la situación. Bramaba si en verdad iba a dejar las cosas así, si en verdad iba a dejar a JungKook, quien en su momento había significado tanto en mi vida, sin ningún tipo de explicación. Tal vez, haciendo una retrospección, nuestra efímera relación no había sido la mejor. Pero eso no quitaba el hecho de que mereciese al menos una aclaración de todo este teatro que nos habíamos montado.

Justo cuando su corazón empezaba a sanar el mío se rompía una vez más, como si el cruel destino no contemplara una forma en que ambos pudiésemos existir en paz.

Sumamente rota, con el alma un poco tiesa y con el corazón rodeado de filosa incertidumbre, decidí entonces, que si dejaba así la situación, no me lo perdonaría nunca. Pues conociéndome, no me permitiría que hubiese en un futuro otra circunstancia en donde la charla que nos correspondía en la actualidad se pudiese dar. Y aunque me doliese, aunque me quemase el estómago de tan solo pensar que debía afrontarlo, la parte de mí que era valiente me reafirmaba que esto era lo correcto. Que como un moribundo que merece paz, si quería yo cerrar este drama tragicómico de una vez por todas, debía confesarme por última vez.

Mi madre no comprendió mi acto masoquista, y era de esperarse. Es más, intentó ineficazmente convencerme de que nada bueno saldría de forzarme a asistir a un evento que aunque más pequeño y familiar que el de la noche anterior, era un evento al fin. Y en parte discernía que para aquello tenía que juntar fuerza de voluntad, cosa que no tenía en estos momentos. Pero también era consciente de que si era necesario, debía forzarme. Es el último esfuerzo el más relevante.

Y me tomé mi tiempo. El hecho de encontrarme emocionalmente anestesiada me jugaba a favor, pues en todo el proceso de preparación, ni una sola lágrima me cayó del rostro. Me desmaquillé, me duché. Actos pequeños como el cuidar de mi higiene tontamente me hacían sentir apenas mejor. "Aún te tienes a ti misma", fue lo que me dijo mi madre antes de desaparecer por la puerta por la que TaeHyung se había esfumado la noche anterior. Resonaba aquello en mi cabeza mientras me alistaba, dándome cuenta que ya no tenía a nadie por quien lucir presentable más que para mí misma.

teacher | jeon jungkook +18Where stories live. Discover now