Capítulo 3 - 1 am

667 62 13
                                    

🔊1 am - Sech, Akim, BCA🔊

Entre los dos pagamos una ronda más de esos shots dulzones y ardientes para terminar de disfrutar nuestra noche y no paramos de bailar hasta sentirnos jóvenes eternamente.

—¿Sabes? Hace mucho tiempo que no me divertía así en una noche —solté mientras recuperábamos el aliento. Estábamos de vuelta en las butacas.

—¿El Don machista no te dejaba salir? —bromeó.

—¡Ja! En realidad, salíamos un montón pero siempre con su grupo de amigos. Unos señores en su totalidad. Ya sabrás que noches eran...

—¿De cuántos años estamos hablando que tiene el Don? —dijo curioso.

—Pasando los cuarenta —solté de una.

—¡Pero...! —puso los ojos como platos— Entonces esas noches eran de puro aburrimiento, fumando puro y tratando de bailar para no lastimarse la espalda o las rodillas.

Reí por ese gran y verdadero comentario. A pesar de que los amigos de Valentín estuvieran en forma y fueran los típicos adultos con el síndrome de Peter Pan, la mayoría de ellos siempre trataban de levantarse a niñitas entre los veintes. Valentín era el más chico, tenía treinta y ocho.

—¿Tú cuántos años tienes? —preguntó alzando una ceja, curioso, divertido.

—¿No se supone que es malo preguntarle eso a una mujer?

—Pues no lo sé, es normal, ¿no?

—Veintinueve —se sorprendió. Lo vi en sus ojos. No dijo nada al instante, seguro estaba haciendo la diferencia de edad—. El silencio representa que me dabas más años o que pensabas que era más chica.

—En realidad estoy sorprendido. Sí sospechaba que estabas entre los veintes, tal vez unos treintas pero lo que realmente me llamó es la grande diferencia de edad con...

—Don envidioso —completé graciosa. Él rió y asintió—. Pues fue algo que se dio, que pasó...

—Para el amor no hay edad.

—Correcto.

—¿Y por qué no con tus amigos? —lo miré confundido— ¿Por qué no salían con tus amigos? Dijiste que siempre era con los suyos.

—Sencillo. Además de viejo, machista y envidioso, era un poco homofóbico. Mi mejor amigo es gay y salíamos con nuestro grupo, siendo la mayoría de la comunidad LGBT.

Parpadeó haciendo muecas y resopló.

—Qué complicado hombre.

—Sí un poco. Extraño salir con ellos, nuestras salidas eran increíbles, memorables. Amanecía con el estómago adolorido por las horas que pasábamos riéndonos hasta llorar, además de la resaca, claro. Nos sentíamos... libres. Cada noche era una anécdota para contar.

Me perdí en esos recuerdos fugaces. La música la escuchaba cada vez más alta y él me miraba con... ¿pena?

—¡Larguémonos de aquí, entonces! —dijo alzando la voz— ¡Hagamos de esta noche una anécdota! ¡Vuelve a sentirte libre y riamos tanto que nos duela todo al amanecer!

Lo estaba procesando. Lo pensaba. Era una locura. Lo acababa de conocer, ni siquiera sabía su nombre.

—¿Y qué haremos?, ¿estar en este sitio fingiendo tener veinte años otra vez?

—Eso déjamelo a mí. Venga, vamos.

El chico tomó su chaqueta de cuero y mi bolso para usar su mano libre y sacarme de ahí atravesando el gentío.

12hrs Para EnamorarseWhere stories live. Discover now