Capitulo 24

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—Prometida —corrigió uno de los otros hombres acercándose también a mí y prácticamente arrancando de mi cabello la mano de la chica—. No hay noticias de una boda real recientemente.

—Pero vistió las joyas consortes —insistió la chica mirando airada a su compañero—, las joyas reservadas a la esposa del príncipe heredero.

Escuché la conversación con una alarmante sensación de vértigo. Recordaba una fiesta en la que me había sentido emocionada por encontrarme con alguien, recordaba la agradable voz de Vassago y el hermoso vestido que hacía juego con las extrañas joyas que cierta demonio se había sentido muy indignada al verlas pero de alguna forma, aún recordaba el tacto de Vassago mientras me rodeaba con ellas.

—¿Entonces sois la prometida del príncipe o no? —soltó el último de los hombres que se había mantenido callado hasta ese momento.

Yo me limité a levantar una ceja ignorando el alarmante cosquilleo en mi cabeza por la extraña conversación que estaba teniendo con unos completos desconocidos, unos a quienes todavía no podía catalogar de amigos o enemigos.

—¿Qué sois vosotros? —demandé, molesta.

—¿Qué que somos? —chilló la mujer como si estuviera diciendo una blasfemia.

—Elfos —dijo en cambio el hombre que se había acercado a mí primero con una inclinación de cabeza—. Mi nombre es Idrin Azure.

—Elfos —repetí despacio, mirándolos a todos no muy segura de como debía sentirme en ese momento, deteniéndome un instante en la chica que puso los brazos en la cadera y me miraba como si quisiera lanzarme por el puente—. ¡Cómo no me di cuenta antes! —solté finalmente sin ninguna emoción.

—Pues sí —insistió ella arrogantemente.

Suspiré. Bueno, existían demonios, ángeles psicópatas, vampiros —aunque no había tenido el placer de conocerlos—, hadas y el dichoso coco dentro del armario ¿por qué no podían existir los encantadores elfos?

—Perdón —dije aún sin ninguna emoción—, es la primera vez que me encuentro con un elfo...

Mis ojos se centraron inconscientemente en la parte del pelo donde se ocultaban sus orejas y posiblemente hubiera seguido de esa manera si uno de los hombres no hubiera carraspeado sin mucho disimulo con una sonrisilla. Levanté la cabeza dispuesta a volver a disculparme pero no llegué a decir nada cuando vi el rostro rojo de rabia de la chica que, con un airado movimiento, se apartó el cabello y me mostró unas orejas completamente iguales a las que llevaba viendo toda mi vida.

—Somos elfos reales —soltó enfadada moviendo las manos como si pretendiera sacarme los ojos con aquellos dedos extrañamente delgados—. No nos compares con los personajes literarios.

La miré sorprendida, el instante que duraron sus palabras, luego me eché a reír y no dudé que la muchacha no se hubiera abalanzado sobre mí si dos de los hombres no la hubieran detenido, impidiendo que me alcanzara. De pronto me sentía relajada. No tenía conocimiento de qué poder —real, por supuesto—, podían disponer los elfos o si el poder que aún luchaba por salir de mí podría matarlos con la misma facilidad con la que lo había hecho con Margaret. Una parte de mí sabía la respuesta; esa por la que aún luchaba mi parte humana, pero sobre todo sabía que aquella gente, aquellos seres, no eran amigos de Nerik.

—Queréis hablar conmigo —dije finalmente, ignorando a la chica que aún me asesinaba con la mirada y me dirigí al primero de ellos, al que de alguna manera suponía que tenía algún grado mayor en la jerarquía de su raza, Idrin había dicho llamarse. El elfo hizo una leve inclinación, asintiendo con la cabeza pese a que no había llegado a hacer una pregunta.

SHADES (silence 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora