Capitulo 7

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No estoy segura de por qué solté aquello y mucho menos por qué lo hice frente a mi hermana, posiblemente hasta ahora una de las personas con una aversión mutua bastante preocupante. En mi defensa podía alegar el estado de somnolencia en el que me encontraba tras despertarme, por supuesto, y más tras aquel sueño, aunque más que por lo que había visto, podía decir por las sensaciones que había experimentado en él. También podía añadir el miedo que llevaba acumulando desde que aquellos dolores de cabeza me estrujaran el cerebro, los extraños sueños y las desagradables sensaciones, la preocupación de estar realmente volviéndome loca, pero un sólo movimiento de cejas de Sarah, elevándolas todo lo que pudo y mirándome como si realmente tuviera razón y me hubiera vuelto completamente loca, me devolvió a la realidad de golpe, espabilándome completamente.

—¿Tu eres imbécil? —explotó Sarah haciendo que lamentara haber abierto la boca.

—Está claro que drogarme no me drogo así que a menos que tengas otra de tus grotescas explicaciones a lo que me pasa, es lo único que se me ha ocurrido.

—Tus síntomas...

—¡A la mierda con los síntomas, Sarah! —grité molesta—. Me alegra ver que estás muy metida en el tema para que entiendas tanto —seguí irónicamente haciendo que el ceño de Sarah se frunciera aún más molesto—. No me drogo, ¿vale? No me he drogado en la vida... —me callé de golpe y Sarah me miró con curiosidad.

—¿Qué?

Abrí la boca y la cerré varias veces, pensando hasta donde podía abrirme con Sarah.

—Da igual —decidí—. No importa.

Y esperaba que con eso tuviera la suficiente delicadeza como para levantarse e irse.

No tuve suerte.

—Vale, de acuerdo —dijo de pronto Sarah rascándose el puente de la nariz como si le costase mucho esfuerzo decir algo así—, supongamos que dices la verdad...

—¡Es la verdad!

—... Y no te drogas —continuó como si no la hubiera interrumpido en ningún momento.

—No lo hago.

Respiré con fuerza, notando como una dolorosa corriente me atravesaba la espalda y la nuca y me llevé inconscientemente la mano al cuello conteniendo mal con los dientes apretados un quejido de dolor. Sólo cuando me di cuenta de la mirada de mi hermana fija en mí, aparté la mano rápidamente.

—Supongamos todo eso —siguió Sarah aún como si no hubiera habido ninguna pausa pero con el tono mucho más tenso—, ¿qué demonios te pasa?

—¿Me estoy volviendo loca? —sugerí una vez más irritada.

—¿Eres imbécil? —repitió mi hermana haciendo que las dos nos mirásemos como si quisiéramos asesinar a la otra—. Vale —concedió bruscamente, cerrando los ojos un segundo, posiblemente para serenarse y no lanzarse a mi yugular—. No te drogas —hizo una pausa como si tuviera serias dudas sobre eso— y no sabes lo que te pasa pero crees que te has vuelto loca, ¿por qué?

Ahora fui yo la que tardé en responder dudando si realmente quería o no hacerlo.

—Me duele mucho la cabeza —comencé despacio.

—Eso puede ser por cualquier motivo, tal vez...

—Tengo pesadillas —la interrumpí sin ánimo de escuchar su larga lista de posibles motivos por el que podía dar un dolor de cabeza.

—Sí, de eso ya me he dado cuenta —soltó cortante Sarah—. ¿Qué más?

—Oigo voces.

Si tenía que soltarlo era mejor hacerlo pronto y de golpe y por la expresión que puso Sarah, enarcando las cejas y apretando los labios mientras me observaba fijamente, comenzaba a ver de una manera muy cercana y contundente mi próximo encierro en un manicomio.

SHADES (silence 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora