Capitulo 30

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No abrí los ojos rápidamente. Una suave melodía me acariciaba los oídos y calmaba mi alma. Una parte de mí conciencia conocía la cálida voz que entonaba aquellas palabras que aunque sabia que también conocía, no conseguía comprender. Algunos murmullos de voces se alzaban por encima de otros, voces de niños, risas alegres y el sonido diario de un mundo en todo su esplendor.

Estaba en casa.

Abrí los ojos lentamente, acostumbrándome a la brillante luz que se filtraba impasible por la enorme ventana de al menos cuatro metros a un lado de la espaciosa y lujosa habitación. Pesadas cortinas color burdeos impedían el paso de más cantidad de luz a una habitación de muebles finos y formas casi imposibles de marfil y caoba. Aparté con cuidado las mantas que me cubrían y me senté en la cama, mirando hacia la puerta entreabierta de la habitación y la figura de un niño de no más de siete años que me observaba con una sonrisa entre las tinieblas de la otra estancia.

—Asriel —dije, aunque mi voz sonó diferente, más grave, más ronca pero increíblemente melodiosa.

El niño empujó la puerta y echó a correr hacia mí, dejando que mis brazos, unos que tampoco eran míos, más fuertes, evidentemente de un hombre, lo estrecharan entre sus brazos y pude ver de refilón la figura donde se encontraba mi conciencia a través del alto espejo que se encontraba de pie sobre una piedra de cuarzo rosa. Un hombre de cabello largo hasta los hombros de un tono castaño claro y una venda en los ojos que no le impedía ver pero sí que ocultaba sus ojos se encontraba de pie estrechando con cariño a un niño que sabía que era su hijo.

Assgarion.

No sabía cómo pero me encontraba dentro de los recuerdos del dragón. Podía reconocerlo aunque nunca antes lo había visto, reconocía aquella habitación, al niño de cabello rubio y piel pálida con unos intensos ojos color verde claro.

—¡Cuánto has crecido, Asriel!

—Assgarion.

Giré el cuello para mirar a una mujer vestida con una larga túnica blanca de bordes dorados y de un cabello rubio algo más oscuro que el del niño. También llevaba una venda en los ojos pero podía sentir la preocupación en su rostro y el cariño que sentía hacia las dos personas que tenía frente a ella.

—Isdrina —Assgarion dejó al niño en el suelo y tomó la mano de la mujer—. Ya estoy en casa.

Despacio, sus ojos se desviaron hacia la espalda del niño que se acercaba a la enorme ventana y miraba hacia el exterior, poniendo una mano en los cristales e inclinando el pequeño cuerpo hacia delante.

—No ha despertado aún, Assgarion —la voz de Isdrina se escuchaba preocupada.

—Aún es pronto.

—No lo es. Escucho rumores. Nuestras familias están preocupadas y los susurros se elevan en el viento. Assgarion, ¿qué haremos si Asriel no despierta?

Assgarion se apartó de su mujer y caminó lentamente hacia la ventana, apoyando una mano en el hombro de su hijo que levantó la cabeza para sonreír a su padre pero mis ojos no se detuvieron allí, congelándose en el paisaje que me devolvía el otro lado de los cristales.

Era Maral.

No las ruinas, el lugar maldito que conocía, sino la hermosa ciudad monumental que debió ser en otro tiempo. Cuidadas estructuras se erijian sobre el edificio donde me encontraba, el lugar donde Assgarion había vivido junto a su familia y que yo, en ese momento, lo recordaba como si fuera mío, mi hogar. Incluso podía sentir la nostalgia que me producía encontrarme allí y diferenciaba perfectamente las emociones que venían de mí y las que provenían del dragón. Sabía que la nostalgia y la preocupación eran de Assgarion, la fascinación era de mi exclusividad.

SHADES (silence 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora