Capítulo 18

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Werner por fin llegó a Colonia, pero no fue a su departamento, seguramente los vampiros de Misha vigilaban por si aparecía nuevamente por allí.

Esperó a que el sol se ocultara y se fue en busca de Murat. Tenía que cubrir todos los flancos para que nadie sospechara que continuaba con vida.

-Necesito una nueva identidad -le dijo al turco.

-¿Qué pasa con la que tienes ahora?

-Nada. Es real, pero necesito desaparecer por completo del mapa.

-Eso implicará cambiar todo lo que existe a nombre de Werner Riemelt. Cuentas bancarias, póliza de seguro... En fin, todo.

-Lo sé, pero quiero que piensen que estoy muerto. Debo convertirme en otra persona, y debes hacerlo bien. Confío en ti.

-Es por la bella chica, ¿verdad? ¿Está en apuros?

-Sí.

-¿Cómo te quieres llamar?

-Me da lo mismo. Inventa tú algo, pero que no sea alemán.

-Te pondré un nombre muy común: John Smith, ¿qué te parece? No llamarás la atención.

-¿Cuánto tardarás?

-Con todo, tres días.

-No tengo dónde quedarme, ni dinero para pagar un hotel decente.

Murat se metió la mano al bolsillo y sacó una llave.

-Toma, en el bosque hay una cabaña a la que voy en ocasiones.

-¿Dónde con exactitud?

-Sigue por la autopista, sal por el primer desvío de la izquierda, y después otro desvío a la derecha por un camino de tierra y ya habrás llegado.

-¡Murat, tampoco tengo auto!

-¡Por favor! Esto te saldrá bien caro.

Murat se dio la vuelta y cogió otra llave que estaba en una repisa. Se la entregó a Werner y levantó la mano en señal de despedida.

-Gracias -le dijo Werner-, aun sabiendo poco de mi, me has ayudado mucho.

-Ya, vete.

***

Murat tenía un buen coche, pensó Werner mientras conducía por la autopista, se notaba que los negocios ilícitos daban para darse buenos lujos sin llamar demasiado la atención, por lo que seguramente la cabaña no era una choza perdida entre los árboles del bosque. A pesar de la preocupaciones y el estrés por el que estaba pasando no logró evitar una sonrisa al pensar en Murat. A pesar de todo era un buen hombre, pero dejaría de serlo en el momento que supiera qué era en realidad él. De pronto frenó bruscamente, casi se pasa del desvío.

Desde ese momento decidió concentrarse en el camino: no podría salvar a Diane si quedaba incrustado en un árbol.

***

El día de la fiesta en la mansión de Misha, los coches comenzaron a llegar desde temprano, y a Diane le sorprendió observar que eran capaces de divertirse como cualquier mortal: jugaban tenis, se zambullían el la piscina, y jugaban a las cartas y al billar. Es decir, no tenían nada que que ver con los vampiros de las novelas que leía de adolescente. Más bien se parecían a los de las series de televisión, con vampiros ultra modernos. En fin, todo parecía normal hasta que llegó la noche.

***

Diane, ataviada con el vestido blanco que Misha insistió en que se pusiera, descendió por la amplia escalera en dirección al salón. Se detuvo un momento en el descanso y todos los asistentes a la fiesta volvieron sus ojos hacia ella, inclusive la música se silenció, como si todos siguieran la orden del productor de un show que les dice al público en qué momento deben realizar las acciones que se espera de ellos.

Enseguida apareció Misha entre el público y todos aplaudieron. Él subió los peldaños hasta encontrarse con ella y la cogió de la mano para que descendieran juntos lo que faltaba de escalera. Totalmente sorprendida e intrigada, se dejó guiar, pero no pudo evitar preguntarse a qué se debía tanto bombo, sobre todo porque a su paso los invitados sonreían y la felicitaban como si fuera su cumpleaños cuando en realidad era el de Misha.

***

La fiesta continuó, y a la medianoche de alguna parte llegó el sonido de doce campanadas, como de un reloj antiguo, reloj que Diane nunca vio en ninguna parte de la casa.

El salón quedó a oscuras, excepto el centro que permanecía iluminado. Alrededor de este circulo se dispusieron sillas y todos los presentes fueron invitados a sentarse, lo que todos hicieron con entusiasmo, la única que parecía estar fuera de lugar era Diane, que no entendía lo que estaba ocurriendo.

De repente uno de los secuaces de Misha apareció con un micrófono y presentó a Misha tal como lo haría un maestro de ceremonias:

"En esta día tan importante, tengo el honor de presentar oficialmente al festejado, quien será el responsable de revelar la iniciación de la noche. ¡Con ustedes, Misha Pavlovich!"

Todos se pusieron de pie para aplaudir a Misha, y los vítores que lanzaban eran en realidad rugidos salvajes provenientes de bocas mostrando sus afilados colmillos.

-¡Gracias¡ ¡Gracias! -fue lo primero que dijo Misha con el micrófono en su mano derecha-. Gracias queridos amigos y colaboradores. Como muchos sabe hoy es mi aniversario, sin embargo, lo que no saben es que no los convoqué por ese motivo, sino por una razón mucho más poderosa: tendremos una iniciación a la antigua -Los gritos y aplausos no se hicieron esperar-, porque la persona que se inicia hoy para pertenecer definitivamente a nuestra hermandad, ya es uno de los nuestros, pero no ha pasado por el rito especial que se requiere en una ocasión solemne para la futura esposa de Misha Pavlovich -Esta vez los gritos estuvieron acompañados con golpes de pie en el piso-. ¡Tengo el agrado de presentar a Diane Phillips, mi futura esposa y reina de mi imperio!

Dicho esto cogió nuevamente a Diane de la mano y la atrajo hacia el centro del salón, bajo el haz de luz. Actos seguido hizo lo que acostumbraba: chasqueó los dedos. Todos guardaron silencio, y lo único que se escuchó fueron los pasos de muchos pies que entraron por la puerta, guiados por uno de los vampiros, en dirección a Misha. Cuando Diane vio de quienes se trataba, comprendió por fin que estaba atrapada en la mansión del horror: doce niños vestidos con túnicas blancas formados en una fila doble observaban a su alrededor sin comprender por qué se encontraban allí.

La resurrección de Liz (Cuento)Where stories live. Discover now