CAPÍTULO 7

103 21 0
                                    

Werner, abrió lentamente la puerta de la habitación de Diane. No sabía si la encontraría caminando por el cielo raso o trepando por las paredes. Pero no fue así. Diane se revolcaba en la cama. Su rostro estaba sudoroso, y en sus ojos hundidos parecían inyectados en sangre. Su cuerpo, yacía encogido y sus brazos pasaban alrededor de su estómago en una acción de protegerse del dolor.

-¿Diane?

-No soporto más. ¡Me duele tanto!

-Es que no te has alimentado hace horas.

-¡No quiero! ¡Prefiero morir!

-¿Estás segura? -preguntó él, acercándose a la cama.

-¡Sí! ¡Mátame por favor, Werner!

Algo se removió dentro del hombre.

-No digas eso. Si mueres se muere contigo la posibilidad de volver a ver tu familia. -¿Él había dicho eso?

-¿No dijiste que ya estoy muerta para ellos?

-Liz Saunders, sí. Pero Diane Phillips quizás no.

-Por favor, deja de mentir. Además ellos no conocen a ninguna Diane. ¿Cómo podría presentarme ante ellos? ¡Oh, me duele!

-Si me dejas darte algo de beber, te diré cómo.

-No trates de engañarme.

-No lo hago. Te lo prometo.

Werner salió del cuarto y volvió a los pocos minutos con un vaso grande de líquido rojo.

-Pensé que así sería más agradable.

-Eres detallista -dijo ella, apretándose el estómago.

-Bebe.

Diane tomó el vaso de manos de Werner, con dedos vacilantes. Aún no sabía si quería ingerir la sangre. No sabía si valía la pena continuar viviendo solo para tener la oportunidad de ver a su familia aunque fuera una vez más.

Diane, dio un sorbo y le entregó el vaso a Werner. Eso era suficiente para que él le contara sus planes, luego decidiría si continuaba bebiendo o no.

-Todo -la urgió él.

-Primero cuéntame tus planes.

Werner se acomodó bien junto a Diane. No tenía ningún plan en mente. Solo lo había dicho para salvarla. ¿Por qué no la dejaba morir? Sería un dolor de cabeza menos. Sin embargo, algo dentro de él le pedía que se aproximara más a ella, y no como amigo, sino algo más íntimo, ¿sería capaz? Cogió la servilleta negra que había llevado y estiró la mano para limpiarle la comisura de la boca a Diane.

-Vaya, vaya. Qué escena más encantadora -dijo de pronto, una voz desconocida.

Diane, se sobresaltó, ¿en qué momento había entrado ese hombre? Werner se incorporó con rapidez y se puso inmediatamente en guardia.

-¿Quién eres?

-¿No me recuerdas?

-No te conozco.

-Soy Misha Pavlovich.

-Eso no me dice nada.

-Bremen 1840.

-¡Tú! -Werner se lanzó contra el desconocido. Era el desgraciado que los había mordido a él y a su esposa esa noche nevada.

Misha, rechazó a Werner como si fuera un muñeco de trapo. Diane los miró a ambos, ¿cómo que los vampiros no tenían poderes especiales?

Werner se lanzó con más fuerza sobre Misha pero fue inútil. El otro vampiro que aparentaba casi la misma edad que él, con una sola mano lo levantó del cuello y lo mantuvo en el aire, mientras Werner hacía esfuerzos desesperados por librarse.

La resurrección de Liz (Cuento)Where stories live. Discover now