𝐈𝐈𝐈. 𝐀 𝐁𝐫𝐨𝐤𝐞𝐧 𝐏𝐚𝐭𝐡

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Con el estómago revuelto, iba de regreso a su habitación. Sentía las manos temblorosas, así que sujetó los costados de su camiseta, tomando la tela para calmar los temblores, caminando con la cabeza gacha y las rodillas cansadas.

Atravesando los pasillos pudo ver que comenzaba a nevar con fuerza de nuevo. Sería un día pesado, pero al menos ya había hecho la peor parte.

Lo único que quería era encerrarse unos momentos en su prisión. Lavarse los rastros de sangre ajena que hayan quedado en su cuerpo. Llevarse lejos las imágenes que pudieran formarse en su cabeza al respecto.

Todo el castillo se sentía cálido, eso era algo normal. No dudaba que fuera obra de Jeonghan, que de alguna manera mantuviera el frío alejado. Después de todo, era su época menos favorita, y la realización de un Baile de Invierno era su más grande hipocresía.

Hizo una mueca y siguió avanzando. Casi choca con varios de los otros sirvientes por estar tan ensimismado.

Lo había hecho por él. Estaba seguro. Lo había hecho con la intención de molestarlo. Jeonghan tenía mucho sin siquiera reconocer o recordar su existencia, ¿por qué ahora? Junhui había mantenido un perfil bajo, todo para ser dejado en paz. Para evitar ese tipo de cosas.

"Las vidas humanas no valen tan poco. Son irreemplazables. Son únicas. Son lo más valioso."

Pensaba y pensaba. Pasó de largo por el arco que llevaba al viejo jardín y se detuvo unos momentos.

Retrocedió tres pasos y observó a un búho desde una rama. Aquel ave podía simplemente alzar vuelo y ser libre, irse de aquel lugar en cuanto quisiera.

A veces se preguntaba porque Jeonghan lo había dejado vivir, si sólo lo desecharía al olvido. Si sólo buscaba su marchitar.

Tal vez fuera el propio sadismo, el orgullo, la arrogancia...

Junhui suspiró y bajó las cejas en un gesto triste. Si vivía o moría, todo era igual. No podría hacer nada por el pueblo o las personas a merced de Jeonghan, porque carecía de poder. Pero sobre todo, carecía de libertad.

Reanudó su camino hacia su habitación, tenía los ojos cansados de tanto soportar lágrimas de impotencia. Y ni hablar de su cuerpo.

Sólo tomaría una pequeña siesta. Se dejaría envolver por esa tarde tan pesada de invierno. Tan pesada como las capas de nieve formándose en el suelo, enterrando cosas más allá. No era díscolo, y sin embargo, ya no tenía el más mínimo ápice de voluntad para agachar la cabeza, para toda su vida, por toda la que le quedaba por delante.

Entró al cuarto, cerró la puerta. Avanzó hacia la cubeta de agua tibia y su reflejo triste le regresó la mirada. Se lavó gentilmente el rostro, aún con manos temblorosas. Se acomodó las hebras azabaches. Los labios adquirieron poco a poco su color rojizo. Se atrevió a dar una pequeña sonrisa, sólo por el recuerdo lejano de un comentario de su madre.

«Eres la flor más hermosa del jardín, Junhui»

«No, madre, esa eres tú»

«Pequeño, pero mi belleza no es la que rivaliza con la misma luna»

«¿No es más bonito el sol, madre?»

«Oh, el sol es hermoso, pero no es muy considerado a veces. La luna, en cambio, puede ser admirada y nunca nos va a lastimar. Es una belleza gentil y paciente. Imagínate que la luna, aún rodeada de miles de estrellas, aún brillando gracias al sol, sigue siendo la más hermosa. Tanto así»

Sintió el escozor de las lágrimas, pero se puso de pie y se sentó en su cama. A Junhui no le importaba mucho ese aspecto de sí. La belleza exterior. Pero si podía elegir la bondad y gentileza por medio de su sonrisa, entonces esa siempre sería su opción, sin lugar a dudas.

The Prince And The Hunter (WonHui)Where stories live. Discover now