Capítulo 3

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El espejo. Considerado como el crítico más cruel y sincero que tenemos de nosotros mismos. Hoy, me someto a él, con mis pronunciadas ojeras, que aún se notan a pesar de intentar cubrirlas con maquillaje, acompasadas de mis ojos teñidos de una sombra negra que resalta su color esmeralda. Mis labios, decorados de un carmín que los dibuja volviéndolos más carnosos y sexys. Mis piernas no muy esbeltas pero amplificadas unos centímetros gracias mis zapatos de tacón negros. Mi cuerpo delgado, embutido en un corto vestido de lentejuelas que resalta mi figura y me hace lucir más voluptuosa. Y mi cabellera semi rubia que a pesar de atizarla por horas con el peine esta se empeña en ir de rebelde por la vida.

—Grace, ¿estás lista?

Maddy entró en mi habitación luciendo un vestido dorado con un marcado escote y unas botas altas a juego. Lucía despampanante y estaba increíblemente guapa.

—Sí, estoy lista, tomo mi bolso y nos vamos.

Luego de un recorrido en auto de unos veinte minutos, que Maddy se pasó contándome sobre su trágica e "inesperada" ruptura con Andrés al fin llegamos al local.

No tardamos mucho en entrar ya que la fila no era muy extensa y apenas pusimos un pie en el local fuimos directitas a la barra a pedirnos unos tragos.

Un chico moreno de cabellos encrespados nos atendió en la barra. Era muy guapo y se veía un poco joven para ser barman, pero nos recibió con total amabilidad a pesar de que el sitio se encontraba atestado de gente.

—Dos Gin Tonic por favor —pidió Maddy al moreno poniendo rostro coqueto.

Maddy se acomodó en su taburete de caoba para charlar con el barman que no había tardado en darle conversación a penas la había visto. Ella sonreía con picardía reacomodándose el pelo sobre los hombros, fue entonces cuando me percaté de que si me quedaba allí pasaríamos toda la noche pegadas a la barra.

Jamás había estado en aquel bar por lo que decidí dejar a mi mejor amiga en su proceso de conquista e ir a recorrer el lugar.

—Maddy voy un momento al baño, vuelvo enseguida.

—Sí,sí, claro —respondió Maddison sin siquiera apartar la vista del sensual barman.

Tomé mi trago y subí las amplias escaleras que llevaban al segundo piso del local. Luego de batirme con un mar de personas que bailaban al compás de la música logré llegar a una terraza algo alejada del bullicio. Un montón de luces parpadeaban contra la barandilla ubicada allí. Había sillones de cuero blanco rodeando mesas de cristal, en las que habían puesto cigarros habanos a disposición de los invitados. Las camareras, con vestidos negros de escote en V, ofrecían bebidas a todos los presentes. Parecía ser un lugar más tranquilo y sobrio en el que sentarse a platicar, hecho a la medida para aquellos que el baile no era lo suyo.

Me recliné a la barandilla de metal, dejando mi copa encima del cristal de la mesa que se encontraba a mi lado, y me embelesé admirando las impresiones vistas de New Orleans que tenía desde esa altura.

—¿Bonitas vistas no crees?

Una voz profunda y dominante me sacó de mi total embeleso.

¡Madre mía!

Sentí como las palabras se amotinaban en mi boca abigarradas, de repente había olvidado como hablar. Ese hombre era la definición absoluta de la perfección, la quinta esencia de la vida, de la respiración, del sexo. Sus ojos azul tormenta, brillantes por el efecto de las tenues luces de la fiesta, estaban clavados en los míos, y sus gruesos y definidos labios se curvaban en una sonrisa tentadora y atractiva. Su pelo era de un tono rubio oscuro y estaba algo despeinado, como si acabara de pasarse los dedos por él.

The Big BossWhere stories live. Discover now