Capítulo 9

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—Bien, creo que hemos llegado a nuestro
destino.

Estaba agotada, mis párpados caídos y todo mi cuerpo se sentía como si hubiese sido atropellada por un autobús.

—Mmm, perdón ¿que has dicho?

—Que hemos llegado —señaló el chico hacia la entrada a las oficinas.

Y ahí estábamos, una vez más parada en pie frente a aquel imponente edificio que prometía comerse cada rayo de Sol con sus gigantesca estructura.

Decidí pedir un uber para enviar a Juls a su casa, parecía mucho más agotada que yo y claramente necesitaba descansar.

—¿Grace tu no subes? —volteó Juls mirándome mientras abría la puerta del auto.

—¡Oh! No, aún tengo algunas cosas pendientes por hacer.

Juls alzó la ceja derecha acompañando el gesto con una carcajada y entró en el auto despidiéndose de mi.

Subí el ascensor hasta la última planta en donde se encontraba el despacho del señor Halminton. Era bastante tarde en la noche por lo que todo el personal de la oficina ya se había retirado y los pocos que aún quedaban allí ya recogían sus cosas para marcharse del lugar.

Antes de entrar en el despacho decidí pasar antes por el lavabo que se encontraba en el piso doce, me paré frente al espejo, detallé mi rostro y examiné mi ropa y mi cabello. Reí por lo bajo al percatarme de que parecía una loca salida del manicomio. Aún tenía restos de hojas en el pelo que parecía un ovillo enrollado, mi ropa estaba toda sucia y mi maquillaje corrido.

Hice todo lo posible por arreglarme, desenredé mi cabello y con el dosier de maquillaje que guardaba en mi bolso intenté arreglar un poco mi rostro con algo de polvos y sombras, me rocié un poco de perfume para ocultar el horrible hedor que tenía, bajé mi falda hasta mis tobillos y me coloqué mi blazer color blanco para ocultar los rasguños que tenía en la piel. Acomodé mi pelo por última vez y salí del baño disparada hacia la oficina de Lion.

Al llegar allí toqué sutilmente con dos golpes a lo que recibí una respuesta afirmativa para entrar. Empujé la puerta y allí estaba él, perfecto e inmaculado, con su traje de tres piezas y su cabello acomodado a la perfección, estaba sentado en la silla de su escritorio y me miraba fijamente, tenía el semblante serio, la mirada fría y los brazos cruzados sobre su pecho.

Hubiese apartado la mirada ante aquel gesto capaz de intimidar a cualquiera, pero esta vez no, no aparté los ojos ni un segundo de él, al contrario, lo miré con la misma frialdad con la que el lo hacía.

—Llegas tarde.

—Sí, lamento mucho mi tardanza.

Se levantó de su silla y avanzó hacia mí parándose justo en frente, me escaneó de arriba a abajo y un gesto de curiosidad se vio reflejado en sus cejas.

—¿Ha pasado algo?

—Nada relevante —hice un gesto de ademán con mis manos para restarle importancia al asunto. —Tan solo un idiota nos envió en busca de unos documentos que sabía perfectamente que aún no estaban listos.

—¿Hablas de las firmas que te encargué recoger?

—Además de que dicho idiota —enfaticé en esa última palabra—. Jamás nos informó acerca de que en el lugar hacia donde íbamos tan solo hablaban en coreano.

—Tengo asociados de muchas partes del mundo, creí que una chica tan intelectual como tú dominaría el idioma.

—¿Pero no podías al menos haberme preguntado antes? ¡Y sí, domino varios idiomas pero uno de ellos no es el coreano!

The Big BossWhere stories live. Discover now