Capítulo 4

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Esperaba cautelosa a mi presa cual felina hambrienta cuando lo vi acercarse a mi. Me tomó del cuello con posesión y saqueó mi boca con ansias y deseo. Pude sentir como su respiración se hacía cada vez más pesada y gemía entre besos.

—¿Qué te parece si vamos a un lugar más tranquilo? —ronroneé en su oído acariciando su arremolinado cabello.

—Me parece perfecto. —Esbozó la sonrisa más amplia de toda la noche y me puso la mano en la parte baja de la espalda para conducirme entre la multitud, fuera de la fiesta.

Entramos en un ascensor que al parecer llevaba a la parte baja del local, y en cuanto se cerraron las puertas, los labios de Lion estaban de nuevo sobre los míos, y mi espalda apretada contra la pared. Le rodeé la cadera con una pierna, y jadeé cuando sentí la dureza de su polla a través del pantalón, enorme bajo la tela.

«Sin duda alguna contenerme iba a ser más difícil de lo pensaba.»

Le recorrí el pelo con las manos mientras él deslizaba los dedos por debajo del vestido, más allá de la línea de encaje de mis empapadas bragas.

—Estás jodidamente mojada —susurró tras empujar a un lado el tejido.

Justo cuando el ascensor abrió sus puertas dando paso a un amplio y oscuro pasillo él me empujó contra la pared poniendo sus labios sobre los míos en una batalla por el control de aquel candente beso. Entre alaridos él sumergió profundamente los dedos en mi interior y resopló en mi cuello —¿Tu casa o la mía?

—La mía —gemí de placer cuando retiró sus dedos.

—Bien, —profirió tomándome de la mano para guiarme al exterior.

Sacó un llavero del bolsillo y pulsó el botón, haciendo que las brillantes luces de un BMW negro parpadearan al otro lado de la calle. Me llevó hasta su coche y me abrió la puerta. Luego se deslizó detrás del volante y encendió el motor, haciendo que el salpicadero se iluminara con una centelleante selección de tonos azules y blancos.

—¿En el semáforo, giro a la derecha o a la izquierda? —preguntó alejándose de la acera.

—A la derecha.

Se detuvo en el semáforo en rojo y me miró, consiguiendo que me sintiera todavía más caliente. No dijo ni una palabra, solo clavó los ojos en mí hasta que la luz cambió a verde. Recorrimos dos manzanas más antes de detenernos en otro semáforo en rojo.

—¿Vives en la calle Tchoupitoulas?

—Sí, justo ahí, esa de allí es mi casa —dije señalando el porche delantero de mi pequeña chocita.

Pasó bajo el semáforo y realizó un imprudente giro en U, aparcando junto a un lateral de la casa. Apagó el motor y cuando estuvo a punto de abrir la puerta lo sorprendí sentándome a horcajadas sobre su regazo para comenzar a besarlo apasionadamente.

Le quité el cinturón, lo dejé caer al suelo y le bajé la cremallera. Empujé la tela a un lado, liberando su dura erección y comencé a masajearla. Su textura era increíble, con solo tocarlo podía sentir lo enorme y grueso que era y tenerlo entre mis manos dándome el control total de la situación me excitaba demasiado.

Me agaché ante él, y sin dudarlo, incliné la cabeza para meterme su enorme polla en la boca. Él gimió al tiempo que apresaba mi pelo con el puño mientras yo introducía su polla poco a poco entre los labios, hasta el fondo de la garganta. Moví la boca de arriba abajo por la longitud, pasando la lengua por la punta cada vez que la sacaba por completo.

—Joder —gimió mirándome con los ojos vidriosos y llenos de lujuria.

Continué moviendo la boca por su polla, cubriendo de saliva cada centímetro. Enredó los dedos en mi pelo para intentar controlar el ritmo con suavidad. Su sabor era delicioso y yo no quería parar, lamía y succionaba con parsimonia cada parte de él.

The Big BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora