capítulo 16

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Louis se puede considerar a sí mismo como una persona experimentada cuando se trata del tema de los juguetes sexuales y del sexo en general. A lo largo de su no tan larga vida, ha sido capaz de ver y utilizar una cantidad casi absurda de artículos destinados al placer que bien han podido brindarle lo que ha estado buscando, y es posible que aquello sea un tipo de orgullo del que definitivamente no puede alardear pero que de todas formas conserva porque así puede considerarse mucho más que un simple principiante.

Sin embargo, y ahora que la tiene enfrente, Louis hace todo lo que puede por intentar recordar la última vez que ha usado una paleta de cuero para azotes.

Él en serio escudriña en lo más profundo de su mente en busca de aquel suceso del pasado en donde en algún instante de su tiempo en la universidad se ha juntado con algún fanático de ese tipo de fetiches, y aunque tiene la sensación de haberle tocado algún lunático de ese tipo, por alguna razón que para él no tiene ni el menor de los sentidos; no puede recordarlo, y ahora no puede evitar sentirse como si nunca hubiese sucedido en realidad y solo se está esforzando en vano cuando lo cierto es que es la primera vez que recibe algo como esto.

Lleva aproximadamente tres minutos con la vista puesta en aquel objeto, sus orbes paseando por el interior rojo carmín y acolchado, idéntico a aquella caja en donde ha llegado aquel anillo vibrador que guarda con premura cuando carga consigo un montón de secretos que no sería capaz de revelar por lo bochornoso que llega a ser.

Le llega a colmar el pecho el saber que por lo menos su admirador mantiene aquella dedicación en sus presentaciones, no obstante, se encuentra desconcertado en la misma medida, tal vez un poco más, cuando de verdad no puede creer que le haya enviado esto.

Es un artículo bastante impresionante, el cuero negro se nota a leguas aun cuando no ha podido sentirlo contra sus yemas, aquellos diminutos botones plateados compilados en hileras de tres sirven como un bonito adorno que en realidad no causan mucho efecto cuando la atracción principal resulta ser aquel agujero en forma de corazón que se encuentra en el centro, justo en la parte superior del objeto, que al final de cuentas es de un tamaño mediano que le hace creer que no duele en la misma medida en la que posiblemente lo haría uno más grande.

No lo tiene por seguro, después de todo su inexperiencia con este tipo de asuntos es bastante extensa, especialmente porque sólo recuerda lidiar con corbatas y cobertores de almohadas que han servido convenientemente en algún instante de su intimidad con posibles desconocidos o conocidos a medias que quizás, sólo tal vez, no ha vuelto a ver desde aquel entonces.

Y es posible que le estén temblando las manos con ligereza ante la expectativa y la leve emoción que le provoca todo este juego de incertidumbre y misterio que lleva entre manos con su admirador secreto, le causa este cosquilleo en la boca del estómago que se extiende por sus tripas y viaja hacia su pelvis hasta caer directo en su área privada, esa que se retuerce contra la tela de su propia ropa interior ante la expectación de lo que realmente puede significar todo esto.

Resulta ser vergonzoso lo mucho que le llega a interesar todo esto, lo excitado que se siente cuando le tiemblan las rodillas y la mente se le llena de todo lo que puede ocurrir con aquella paleta y su enamorado y un montón de cosas más que debe de tener en consideración antes de entrar a la cueva y meterse en la boca del lobo a pura voluntad.

Debería de ser razonable, es plenamente consciente de que debería de notar los indicios, atar los cabos uno por uno, darse cuenta de todos esos pequeños detalles, como el hecho de que el empaque del objeto es demasiado sofisticado y que la paleta en sí debe de valer una cantidad considerable cuando luce como algo demasiado profesional para cualquier novato en aquel mundo de castigos y recompensas, o el asunto de que esta persona realmente cuenta con los bienes monetarios suficientes como para pasarse meses haciéndole regalos que ha apreciado desde el fondo de su corazón hasta el punto de subir de nivel y pasar de flores y golosinas a juguetes sexuales que le ponen los vellos de punta.

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