8. Balbuceos

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Voldemort se despertó a las ocho de la mañana puntual como todos los días a pesar de haber llegado a las dos a casa. El casi niño profético Longbottom había regresado muy tarde, cuando Potter dormía de nuevo. 

Hasta que a Potter le había vencido el sueño, habían hablado de todo pero sobretodo de sus amigos. De alguna forma la poción que le había dado Luna le aflojó la lengua. Al parecer ese efecto secundario fue mejor que las alucinaciones que tuvo una vez. 

Esa pequeña rubia que aparentaba ser inocente, era de todo menos eso. Era una bruja peligrosa, Voldemort cada vez estaba más convencido. Pero esa poción le había hecho hablar de todo y de nada a la vez. Harry, quien había estado avergonzado de que Luna hablase sobre él se había avergonzado así mismo y aunque el chico era consciente no parecía poder parar, como si se hubiese bebido una bebida balbuceadora. ¿Quizá sería algo así como el efecto de la morfina? pensó Voldemort distraído.

Uno pensaría que entre tanto que había hablado habrían algunos detalles importantes pero... nada, había sido demasiado intrascendente. Le había hablado de sus amigos sobretodo. Pero también de las cosas que había hecho en Hogwarts en su segundo año como el hecho de haber preparado una poción multijugos y el como su amiga había acabado cubierta de pelo de gato. Cuando quiso preguntarle por el motivo de preparar esa poción... Harry ya había saltado de tema, y fue imposible reconducirlo. También había hablado un poco sobre el torneo de los tres magos, aunque más bien se había quejado de Barty Junior y de como todo el mundo lo engañaba. Ahí ni siquiera se contuvo en reírse, Potter tenía toda la razón, estaba siendo engañado nuevamente y no lo sabía. Así que entre unas cosas y otras habían dado un paseo por los recuerdos, una lástima no haber tenido un pensadero a mano. Se había dado cuenta entonces de que había muchas cosas que no sabía sobre el niño y eso que había pensado que lo sabía todo. Probablemente todo fuera culpa de Severus.

Aún así, lo mejor sin duda vino con la llegada de la medibruja. Aunque para entonces ya había dejado de hacer efecto la poción, la situación no fue para nada desdeñable.

Madame Pomfrey había llegado sin avisar, desde el cuarto de Potter no se había escuchado su llegada por flú. Así que cuando entró en la habitación que estaban ellos con su uniforme puesto, Potter se sobresaltó y Voldemort estuvo a punto de coger la varita de Potter que estaba en la mesita para maldecirla. Afortunadamente no lo hizo sino hubiese quedado como un imbécil y no sabía si podría haberse contenido de matar a esos dos por la vergüenza. Acostumbrarse al sentimiento de vergüenza sin duda era algo que no estaba llevando muy bien. Nunca lo había hecho en realidad.

-¡No puedo creerlo! -dijo entrando a tropel Madame Pomfrey.

-Hola Madame Pomfrey -dijo Harry sobresaltado con una sonrisa tensa.

-Usted es el único señor Potter, a parte del profesor Severus Snape que he visitado después de graduarse. El cómo consigue salir herido está más allá de mí.

-Eso debería darle una respuesta.

-¿Y qué respuesta sería? -dijo mientras sacaba de un bolso pequeño diversas pociones.

-Bueno... Severus vivía siempre en peligro. Parece que mi vida es algo similar así que.. es normal que sucedan cosas así.

-¿Normal? -preguntó Marlo con una ceja enarcada.

-Oh, alguien que me entiende finalmente -dijo con un suspiro-. Usted es todo menos normal señor Potter.

-Oye -dijo Harry indignado- no es mi culpa que Voldemort fuese tras de mí ni que ahora los mortifagos lo hagan.

-Por supuesto que no, pero ambos sabemos que tampoco puedes estarte quieto. El día que Albus me contó sobre el basilisco... Pensé que me moriría ahí mismo. Con usted una nunca lo ha visto todo. Ni siquiera Severus...oh, pobre Severus-dijo después de acordarse cómo murió-. No está bien detenerse en el pasado. Hablando del diablo... Al final a una siempre se le pegan las cosas.

Extrañas coincidenciasWhere stories live. Discover now