PRÓLOGO: DESPUÉS DE LA GUERRA

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Se podría decir que las cosas iban de maravilla desde que el el Señor Oscuro fue derrotado. Hacía dos años de aquella batalla que se ganó con grandes perdidas importantes. Los destrozos a tiendas y demás lugares mágicos no fueron tan relevantes cómo las innumerables vidas que se apagaron durante ésa sombría época.

Hogwarts fue reconstruído al igual que Hogsmade, Gringotts y el Callejón Diagon. Y era por eso que la estación de King's Cross el primero de Septiembre estaba concurrido por nuevos alumnos que marcharían al colegio de magia y hechicería con diferentes expectativas y emociones. No obstante, los antiguos alumnos, se hallaban sumidos en diversos sentimientos y pensamientos. Aún así, para nuevos y viejos, la sensación de llegar a Hogwarts era parcialmente la misma; incertidumbre y melancolía.

— Aún están a tiempo de subir con nosotras —habló Hermione con cierta esperanza, entre los brazos de Harry. Al separarse un poco, y bajo la mirada de sus dos mejores amigos, añadió—. Sé que si hablamos con McGonagall, entenderá y les dará la oportunidad de que compren sus materiales éste fin de semana —Ron arrugó la nariz, pero más allá de ese gesto, no habló. Hermione comunicó más efusiva—. ¡Todavía tengo sus uniformes en mi bolso de cuencas!

Harry abrió la boca y la cerró, buscando las palabras adecuadas de como decirle, de muy buena manera a su amiga, que no regresarían a Hogwarts.

— Ehmm, a mí no creo que me quede más mi uniforme —bromeó Ron, señalando las botas de su pantalón. Era cierto, en los últimos meses Ron había crecido cinco centímetros más, dejando a Harry y a Hermione media cabeza por debajo de su estatura.

Hermione frunció los labios, buscando una solución a ése pequeño problema.

— Pues podría realizar un hechizo para hacerlo una talla más grande —sugirió animadamente, más al ver las miradas apenadas que sus dos amigos se daban mutuamente, suspiró con semblante decaído. Harry la volvió a abrazar.

— Mione... —le dijo con profundo afecto—. Te prometemos que nos mantendrémos en contacto. Y cada que podamos, les iremos a visitar.

— ¡Claro! —exclamó Ron, uniéndose al abrazo fraternal—. Ni por un segundo pienses que podrás huir de nosotros. ¿Qué pasa si te encierran en un baño con un Trolls adentro? —alzó y bajó sus cejas de forma graciosa. Gesto que hizo reír a sus dos amigos, y no solo por eso, sino por haber usado una vivencia pasada; vivencia que los unió como mejores amigos.

— ¿Y para nosotras no hay abrazos?

Al girarse, hallaron a Ginny y a Luna trayendo sus baules. Hacía nada que cada una se había despedido de sus padres. Los tres rieron, y luego los chicos fueron a abrazarlas: Harry abrazó a Ginny y Ron a Luna, luego viceversa.

— Espero que no se metan en problemas sin nosotros —dijo Ron entre risas, todavía sujeto a su hermana menor.

— Denlo por seguro —aseguró Ginny, colocándose al lado de Hermione y Luna le imitó. Las tres chicas quedaron frente a Ron y Harry—. Ustedes dos son los que atraían los problemas.

Ron bufó y Harry rió.

Con una última mirada, Hermione subió al expreso de Hogwarts con el corazón constristado. Le costaba enormemente separarse de los chicos, más cuando por alrededor de tres meses vivieron juntos en el número 12 de Grimmauld Place, además del tiempo que habían pasado buscando los Horrocruxes de Lord Voldemort.

Luego de que terminara la Segunda Guerra Mágica, los tres amigos tuvieron inconvenientes para adaptarse a una vida normal, como ellos mismos le llamaban. Sin embargo, unidos pudieron sobrellevar la depresión que por lapsus les embargaba. Quizá por ésta razón era que Hermione les insistía en regresar a Hogwarts aunque la camuflajeara con que debían culminar sus estudios. Lo cual no era del todo una excusa.

¿Y SI DECIDO QUEDARME?Where stories live. Discover now