XXIV: JUGANDO A LA CASITA

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Cuando llegamos al apartamento de Ron, él me hizo sentir cómoda mientras preparaba algo para almorzar. No tenía apetito, aunque el bebé en mi vientre decía todo lo contrario. En todo el rato, observé a Ron desde el sofá, desde el primer segundo quise ayudarlo, más con una sonrisa me pidió sentarme allí y relajarme. Algo imposible, puesto que pensaba tantas cosas a la vez, que terminaba tensándome.

Estaba consiente de que Ron me hablaba, tal vez tratando de animarme, sin embargo, apenas y lograba responderle monosílabos y un escueto asentimiento. Lo vi en sus ojos, estaba preocupado, no obstante, por alguna razón se abstuvo de hacerme preguntas, quizás, porque sabía que no iba a haber respuesta de mi parte. Suspiré, frotando mi vientre, forzando una sonrisa para escapar del escrutinio silencioso de mi amigo.

Al cabo de media hora, el estómago me rugió involuntario, sacando en Ron una estruendosa carcajada qué, aunque me avergoncé, también fui contagiada de su humor vivaracho. Y entre un par de risas más, volví a la seriedad dolorosa que me consumía paulatinamente. Ron comprendió, y con un carraspeo, regresó a su labor. Cuando por fin todo estuvo listo, fui conducida al pequeño y redondo comedor de madera oscura que ocupaba un segmento de la sala, y luego de sentarme, delante de mí fue colocado un platillo que olía muy exquisito. Además, también se veía como olía, espero que supiera mucho mejor.

Ron al minuto ocupó el lugar frente a mí y sirviendo dos vasos de zumo de calabaza, me tendió uno, el cual acepté dándole las gracias, por todo a la verdad.

Me llevé el primer bocado a la boca, y Ron no se perdió detalle de ello, por lo que pensé en hacerle creer que sabía asqueroso. Ron cambió la expresión expectante de su rostro a una similar al terror al verme hacer una mueca de asco después de tragar. Casi estuve a punto de reírme, más agaché la cabeza para disimular el atisbo de sonrisa en mis labios. Me atreví a mirarle de reojo, tragó grueso y juntó un poco de pollo con puré llevándoselo así a la boca. Su rostro se contrajo, no entendiendo y fue allí en que no pude más.

— ¡Oh, Dios, tu cara...!

Ron frunció más las cejas y el tono blanco de su cara se tornó aún más rojo, extendiéndosele hasta las orejas.

— ¿Estás bien? —preguntó, un poco malhumorado—. Porque no comprendo nada, Hermione Granger.

— ¡Uh, usaste mi nombre completo! —le seguí molestando. Él enarcó una ceja, se enfurruñó, y terminó con un resoplido, apartando la mirada. Después de un poco más de risas, al menos de mi parte, me disculpé—. Lo siento, Ron. Solo bromeaba —Ron me dio una mirada de reojo, y volviendo la vista a la derecha, alzó el mentón. Lo conocía también para saber que solo le dolía el ego varonil; a Ron nunca le agradó que se burlasen de él o de lo que hacía, y eso mismo acababa de hacer—. Realmente lo siento, Ron...

Extendí mi mano por sobre los platos, y aunque me costó, le llegué a tocar el codo. Ron me miró, serio, haciéndose del rogar. Hice un puchero, como solía hacerlo cuando Harry y él no querían obecerme, y en un santiamén, al verlo exhalar y descruzar los brazos, sonreí victoriosa.

— Eres una manipuladora de primera, Hermione Granger —me dijo, apuntandome con el tenedor de nuevo en su mano, a la vez que tomaba mi mano anteriormente extendida—. No puedo creer que aún siga siendo tan vulnerable a ti.

Sonrió de lado, aunque aquel sentimiento no brilló del todo en sus ojos azules, y entonces, la realidad volvió a abordarme.

¿Qué pretendía yendo allí con Ron? Sí, éramos amigos y no tenía nada de malo que estuviese allí, almorzando y riendo juntos. No obstante, conocía perfectamente los sentimientos que Ron tenía hacia mí; los mismos que florecieron en mí cuando juntos, quedamos seleccionados como prefectos de Gryffindor. Pasábamos todo el tiempo juntos, y poco a poco fui descubriendo una faceta tierna en él que jamás me permití notar hasta ése momento. Todo fue maravilloso, no lo niego, aunque en ocasiones se comportaba como un estúpido celoso por la cercanía que mantenía con Harry.

¿Y SI DECIDO QUEDARME?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora