CAPÍTULO 27

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Bajé del auto, esperé que el chico se fuera para entrar a la casa que estaba bastante más calida que el exterior. Escuché la voz de mi mamá y mi tía en la cocina. Hablaban de chismes del vecindario, y por el olor a comida, intuí, que lo hacían mientras cocinaba. A Tom no lo vi ni oí por ningún lado.

Subí al segundo piso sin avisar de mi llegada. Habían colocado una alfombra en las escaleras, por lo que mis pasos habían sido casi inaudibles. Viré a la izquierda, pasando por un muro repleto de cuadros, fotos y reconocimientos escolares y deportivos que mi tía tenía de mi prima. Al terminar esa pared, había una estancia con sillones negros de piel, una alfombra clara que se expandía por toda esta, varios libreros de color blanco alrededor y una pequeña mesa de cristal en el centro. Parecía la sala de espera de un consultorio lujoso. Era extraña, la decoración.

Había dos corredores poco profundos en cada extremo del lugar. Tome el rumbo por el pasillo derecho, deteniéndome frente a la entrada de la habitación de Tomas. La puerta estaba abierta. Él se encontraba recostado en la cama. Usaba unos cascos blancos, mientras deslizaba sus dedos en el celular.

Entré sin preguntar, pues de igual manera no me escucharía debido a la música. Me senté en la silla de su escritorio, colocando la mochila sobre la mesa. El chico rubio no sé percató de mí presencia hasta que le di una patada en el pie, que estaba en el borde de la cama. Alzó la cabeza y frunció el ceño, acto segundo, se retiró los audífonos acomodándose un poco mejor en el respaldo.

—¿Qué pasa? — inquirió genuinamente interesado.

—¿Po qué actuaste así con Abel? ¿No te agrada? — no sé si estaba forzando las cosas, pero se llevaba tan bien con Jesse, que me resultaba un poco extraño que fuera distante con Abel, ¿acaso él creía que no era un buen chico? ¿no era lo suficientemente amigable o agradable para él?

Se encogió de hombros.

—No lo sé, no lo conozco mucho.

—¿Y por qué te saliste así? Sólo estábamos jugando, no es que vaya a pasar nada.

Inclinó la barbilla hacía abajo, escondiendo una sonrisa carente de humor.

—Sabes que él espera algo de esto, ¿no es cierto? — dijo, mirándome fijo. Su mirada trasmitía serenidad y un atisbo de preocupación.

—Creo que eso es obvio. — respondí emitiendo una pequeña burla — ¿A qué viene eso?

—No es que, no es que no me agrade, no me siento cómodo porque es obvio que tú no te sientes cómoda. ¿Cómo esperas que compagine con alguien a quién tú apenas conoces? Es...— alzó los hombros –...sólo has lo que quieras, pero no me involucres sino estás segura. — se preparó para colocarse los cascos de nuevo—Mañana tomaré el autobús.

—Con Jesse te llevabas muy bien — alcancé a decir, antes de que la música opacara mi voz.

Tomas bajo los cascos.

—Jesse era mi amigo antes de conocerte.

Sé que no era su intención. Sus facciones delataban su sincera respuesta, sin fines de molestar o reprochar, pero debido a mí había perdido a un amigo importante, alguien que lo había apoyado y sacado del hoyo en el que estaba. Antes de Jesse, Tomas jamás se hubiera animado a salir de la porquería de escuela en la que estaba, que sí bien era costosa, la autoridad era un mierda. Y es que, aunque se hubiera decidido a transferirse, seguro seguiría siendo el mismo, pues yo era tan hija de puta, que lo habría dejado morir. No lo hubiera defendido cómo Jesse lo hizo. Le dio mucha fuerza.

ReflejoWhere stories live. Discover now