Perdóname, mi amor

1.3K 93 707
                                    

—No es verdad —titubeé

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—No es verdad —titubeé.

Comienzo a retroceder cuando me niego a creer que ella estuviera muerta; giro sobre mis tobillos al correr hacia esa sala de operaciones en donde antes había estado Elsa, sintiendo las lágrimas resbalar por mis mejillas al sentir un inmenso dolor en mi pecho al saber que la mujer que amaba estaba muerta. No me detengo aun cuando hago a un lado a algunas personas que están caminando por los pasillos, solo me importaba llegar a ese lugar lo antes posible.

Abro las puertas de golpe, sintiendo mi cuerpo frío al ver allí un cuerpo sobre una camilla siendo cubierto por una sábana blanca. Me acerco lentamente hasta donde ella está, mirando borrosa esa silueta que reposa sobre esa camilla, suplicando y llorando al tener la esperanza de que no fuera Elsa, no podía ser ella.

Me armo de valor cuando descubro el rostro de la persona que está debajo, tapando con mi mano mis labios al ver que era Elsa, era ella quien estaba allí. Su cuerpo tiene un color pálido, el brillo de su cabello pareció desaparecer en solo unos minutos, sus labios estaban resecos y su piel estaba completamente fría. Lloro con más fuerza al cerciorarme que lo que habían dicho era cierto, ella se había ido de aquí, volviendo una vez más a dejarme, solo que estaba vez ya no iba a regresar.

—Despierta —pedí en un sollozo—. Por favor, despierta.

Tomé con delicadeza su cuerpo, abrazándolo sin poder dejar de llorar, solo sintiendo que no correspondió mi abrazo y dejándome sentir la helada temperatura de su piel. Subo una de mis manos a su cabeza, aferrándome a su cabello, dejando su mejilla en uno de mis hombros sin soltarla en ningún momento, permitiendo que mis lágrimas resbalaran por su espalda al estas caer de mi barbilla a esa parte de su cuerpo, negando con mi cabeza al no creer que estuviera muerta.

—Mi amor —llamé, separándome de su cuerpo y llevando mis manos a sus mejillas—. Despierta, por favor.

Lloro con más fuerza cuando ella no abre esos hermosos ojos azules, la abrazo con demasiada fuerza al no querer soltarla cuando escuché como alguien entraba en ese momento, aferrándome a ella cuando uno de los doctores ordenó sacarme de allí. No suelto su cuerpo cuando siento las manos de dos hombres tomarme por mis brazos, queriendo alejarme de mi Elsa.

—No entienden, ella está viva —dije sin soltarla—. Mi amor, abre tus ojos. Demuéstrales que estás viva.

—Señor —llamó una voz masculina—. La señorita Arendelle, está muerta. Debe dejar que se la lleven.

—¡No! ¡Ella está viva! —grité, aferrándome cada vez más a su cuerpo—. ¡No dejaré que se la lleven!

Aun cuando uso todas mis fuerzas para no soltarla, la dejo ir cuando más personas entraron a quitarme de ella, soltándola y obligándome entre cuatro personas a salir de ese lugar. Forcejeo para soltarme y volver con Elsa, llamándola con gritos al querer que todos vieran que ella estaba viva; grité con más fuerza cuando veo como vuelven a cubrir su rostro con esa sábana, negándome a que se la llevaran lejos de mí.

Querido Jack:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora