Epílogo

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La noche era fría y oscura, el reino entero gozaba de una inexplicable paz en sus tierras, las riquezas abundaban, la gente siempre tenía pan y demás comida en sus mesas, los niños jugaban libres y sin preocupaciones, los caballeros eran amables con la gente y leales a la familia real, familia adorada por su gente debido a su generosidad y temperamento siempre gentil y cariñoso.

Los reyes están orgullosos de la grandeza de su reino, de la abundancia de su gente, de la gentileza de sus caballeros, pero sobre todo, de sus amados hijos, el príncipe Arie y la princesa Ludmila; el más amable, la más inteligente, el más refinado, la más valiente, el heredero a su trono y la futura custodia del mismo, sus hijos eran hermanos tan unidos y amorosos entre ellos, desde niños mostraban una actitud abnegada con la gente, siempre eran educados en los eventos importantes, y si bien Arie ya estaba destinado a la corona, su hija Ludmila nunca presentó conflicto ni celos por la corona, al contrario, ella estaba feliz de no tener que cargar con esa responsabilidad, pero igual estudió los aspectos de su reino y también aprendió a manejar la espada y el hacha, demostrando ser una guerrera formidable.

Un hermoso reino, pero al que le espera un tiempo de oscuridad, un siniestro camino con dos destinos; un futuro de gloria, o una revolución que hará caer todo.

Sólo un grupo de héroes es capaz de salvar al reino de su destrucción, y mi deber personal es correr a ese reino en peligro y otorgar a estos héroes las dos piezas que les ayudarán a salvar el reino...

DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora