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Extrañaba más la oficina y los pasillos con olor a muerto que la tranquilidad de no tener una denuncia. Esa mañana me calcé mis tacones más bonitos, los negros de diez centímetros que según yo, eran de la suerte. No eran para nada pretensiosos o estrafalarios. Normales, de taco cuadrado, cómodos y elegantes. Los jeans negros y blusa del mismo color hacia contraste con la bata blanca de médico.
Cuando llegué el lunes por la mañana sentí varias miradas en mi. No sabía si era porque me sentía bonita o porque había vuelto después de dos semanas de estar en un caso donde se dudaba de mi honestidad laboral. Como sea, estaba de vuelta.

La recepcionista de la entrada me saludó tranquilamente mientras su compañera luchaba contra un hombre que, por lo que escuché, quería que atiendan a su hijo con el brazo roto desesperadamente. Le hice una mueca abriendo los ojos y ella asintió para luego seguir mirando al hombre molesto. Por eso prefería interactuar con pacientes muertos.

Apreté el botón del ascensor y las puertas se abrieron, una mujer con una niña se encontraban dentro. Subí con ellas mientras revisaba los documentos que me habían llegado por email sobre el reclamo de las cosas que había que hacer esta mañana. Había cuerpos sin revisar aún de ayer a la tarde, no entendía cómo el turno de la noche no había hecho el trabajo todavía. Había tres de la tarde y algunos de la noche, más los de esta mañana. Suspiré mientras salí del ascensor, empezando el camino por el largo pasillo hasta el fondo. Apenas pisé fuera, Harry me estaba siguiendo.

-Buen día. -Extendió un café frente a mi. No tenía ganas de café, tenía ganas de trabajar. Seguí leyendo todos los casos.

-Tengo más de seis cuerpos atrasados. ¿Por qué no los derivaste a los otros médicos?

-Yo...

-Te toca este. -Le entregué un informe con los datos de un hombre de sesenta años encontrado muerto en su domicilio. Susurró un pequeño "okay" confundido. -Necesito que estos seis estén hechos para hoy sin falta, tienen prioridad. Y los que lleguen hoy también. No hay posibilidad que queden para mañana. ¿Por qué quedaron esos?

-Creo que no revisé mis emails, era domingo y...

-Y la gente se sigue muriendo y sigue necesitando autopsias. No puede ser que los empleados no puedan trabajar solos si yo no estoy, te deje de encargado... -Me detuvo con el ceño fruncido agarrandome del brazo. Miró a ambos lados chequeando que no haya nadie en el pasillo.

-¿Estás tratándome mal porque te arrepentiste otra vez?

-No, y no hablaremos de esto en el hospital.

-¡Mierda! Si te encanta que te bese.

-Cállate. -Levanté la mano hasta su boca, sin tocarlo. Chequeé que nadie pasara por donde estábamos. Me estaba poniendo nerviosa. -No vamos a hablar de eso aquí, te lo dije.

Negar que me había encantado que me tratara tan suavemente esa noche era mentir, incluso sin ser verdaderamente sexo me había tratado con una delicadeza como nunca nadie. Seguramente fue un error haberlo tocado pero le encontraba una belleza placentera a las muecas que hacía cuando lo acariciaba. Me gustaba más de lo que debería, es decir, a todos les gustaría masturbarse sobre un tipo con cara de ángel que te trataba como si fueras de la realeza.

El día que me encontró en la oficina me preguntó si me sentía cómoda junto a él, si en algún momento había hecho algo mal. No lo preguntaba de forma insegura, el sabía que no había hecho nada mal. Consultó porque sabía que no estaba en mi mejor momento.
La diversión y sesión de besos se termino cuando me re planteé todo lo que estaba haciendo. No podía andar haciéndole pajas a mi empleado bajo ningún punto de vista. No quería caer otra vez. Si embargo, me trataba muy bien. Me hizo de comer mientras me miraba de esa forma seductora, sonriendo de lado apoyado en la barra, conocí a su hijo —que eso era demasiado— y nos tocamos.

ForenseWhere stories live. Discover now