27

208 23 1
                                    

Había un sol que podía partir al medio la tierra. Los días de verano en el hospital eran insoportables, la bata no ayudaba con el clima y aunque tengamos unos aires acondicionados del tamaño de una lancha, había mucha gente en este edificio como para saciarnos a todos. También, los cuerpos venían con más olor del habitual, pues algunos estaban muertos en el rayo del sol, era carne asada. Ese era uno de loa chistes que siempre hacía Harry. Repulsivo.

-No hay manera. -Habló una voz gruesa abriendo la puerta de mi oficina, en forma de shock, separando las palabras. Al mirar hacia la puerta. Harry estaba con el pelo revuelto, un café en la mano y la camisa blanca abierta en el pecho. Dejó el café en mi escritorio y me besó la mejilla.

-¿Qué pasó? -Pregunté tranquilamente, probablemente era una tontería, Harry era dramático.

-No hay manera de que te veas tan bien hoy. -Me dio la mano levantándola un poco observando mi cuerpo, no vulgarmente, solo con sorpresa. -Y mira esa cara. -Señaló mi rostro sin soltar mi mano, había entrelazado nuestros dedos. -Es increíble, ¿qué es lo que haces?

-Detente. -Solté su mano para agarrar el café y prestar atención nuevamente al orden que estaba poniendo en mi escritorio, había papeles en lugares donde no debían. En mi oficina no hacía calor, más bien un poco de frío a causa de exceso de aire fresco que tiraba el aparato.

Sentí su mirada unos segundos más sobre mi perfil y después se sentó donde habitualmente, en frente del escritorio. Bostezó sin quitar la mirada de mi y volvió a sonreír.

-Acabó de pasar por neurología y me encontré a Sam y su asistenta hablando de un paciente que se había sobresaltado en su oficina por el resultado de una operación. La asistente estaba bastante molesta porque el paciente la había tratado mal. -Asentí quitando una carpeta rosada del cajón para meter un informe antiguo. -Y pensé; que suerte que tengo.

-¿Por trabajar con muertos? -Busqué el remate de sus eventuales chistes.

-Por tener una compañera tan bonita cuando se enoja.

-Eres muy molesto. -Lo miré mal, con un poco de diversión en mi rostro.

-¡Ves! Mira eso. -Me señaló acomodándose en la silla. -Mierda. ¡Qué suerte tengo!

-¿Qué pasa contigo hoy? -Carcajeé por sus constantes halagos.

-Solo es el enamoramiento.

Harry era más feliz en esas épocas. O por lo menos se veía más feliz. Nunca valoré lo suficiente sus palabras y el impacto que verdaderamente tenían, las tomaba como un vago intento de ligue. Hoy me doy cuenta que eran verdad, pensar que me veía de esa forma hasta me daba escalofríos y dolor de estomago.
Nunca le agradecí, nunca le correspondí. Nunca le dije que esas palabras me hacían sentir más poderosa y caminar con la cabeza alta durante toda la mañana. Porque que alguien te repita todos los días que los jeans te quedan increíbles, que te ves muy bien, que les gusta tu cabello, tu blusa, tu cara o cuerpo, sube bastante el autoestima. ¿Por qué nunca le agradecí? ¿Por qué nunca lo correspondí?

Hace mucho tiempo no me dice que estaba bonita, ni que agradecía tener a alguien como yo de jefa o compañera. Estaba segura de que lo pensaba, pero él no tenía fuerzas para decirlo. Podía ver en sus ojos la chispa de siempre, nunca nadie había tenido esos destellos cuando me miraba. Ni siquiera William, mi marido.

¿Cuál era mi maldito problema? Cualquier persona que le gusten los hombres le gustaba Harry porque con solo mirarlo irradiaba caballerosidad y si hablabas con él era lo más amable posible.

Él daría todo por mi sin pensarlo, realmente lo haría. Confiaba en mi tan ciegamente que me asustaba.
Algo en mi se marchitó pensándolo, porque aunque sabía que todo eso era una mentira, dolía como si no fuera.

ForenseWhere stories live. Discover now