Garth Marenghi's Darkplace

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Reseñado por Lobodepeluche

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Reseñado por Lobodepeluche

Existe una máxima clave cuando quieres publicar algo susceptible de ser consumido, y es la de conocer a tu público potencial. Hay películas y series que, con la debida exposición, tienen la suficiente calidad e interés del público general para básicamente venderse solas. Luego están los nichos, dirigidos desde el principio a un grupo concreto de consumidores. En ningún caso vamos a descubrir América recordando esta perogrullada, pero viene bien señalarlo en esta ocasión particular, a causa de su peculiaridad. Y es que están los nichos relativos, como pueden ser el otaku, el cine más local, o el de terror, que siguen moviendo miles de personas... y luego está el de Darkplace.

A ver, el sentido del humor es una cosa muy subjetiva. Lo que me hace reír a mí no es lo mismo que te hace reír a ti, y lo que te hace reír a ti no es lo mismo que hace reír a tu tía Enriqueta, pero siempre se suele terminar cayendo en una serie de lugares comunes. Yo he visto a muy pocas series o películas buscar la sonrisa donde lo hace esta. De hecho, y esto no es una hipérbole, es una de las comedias más originales que he visto nunca. Y precisamente por esto, de las más divisivas, también.

¿Cómo describir su humor? Pues habrá que hacer un pequeño inciso:

Resulta que, en algún momento de la historia, se formó una subcultura alrededor de la Serie Z y el cine cutre. Gente que se reunía para ver una película de calidad cuestionable, a sabiendas de que lo era, porque se les hacía graciosa. Malas actuaciones, ya sea por entonación monótona o por histrionismo, efectos especiales ridículos, guiones absurdos, flagrantes fallos de continuidad entre escena y escena... todo valía para pasar una tarde entretenida en compañía de buenos amigos.

Y esto es esencialmente lo que propone Darkplace; en su intento por explorar qué tienen esas producciones limitadas para hacer reír, se rueda mal aposta, quedando una serie de humor sin un solo chiste y cuyos gags emanan meramente del apartado técnico y visual.

Y esto es esencialmente lo que propone Darkplace; en su intento por explorar qué tienen esas producciones limitadas para hacer reír, se rueda mal aposta, quedando una serie de humor sin un solo chiste y cuyos gags emanan meramente del apartado téc...

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Si en una escena tiene que pasar un gato, se verán las manos que lo colocan antes. Cuando los actores abandonan una habitación, se van del set en lugar de pasar por la puerta. Los efectos de pantalla azul están tan mal montados que son imposibles de tomar en serio. Los platillos volantes son muñequitos colgados de hilos enormes. E incluso hay una sobredosis de planos a cámara lenta, que sus ficticios realizadores justificaban diciendo que los episodios les quedaban muy cortos y todo era parte de un astuto plan para rellenar metraje sin que se notara.

Porque sí, la cosa no queda ahí. Los creadores, desconocidos por entonces (todavía faltarían años para que The IT Crowd pusiera en el punto de mira a muchos de ellos) llegaron al extremo de presentarla no como la parodia amable u homenaje que en realidad es, sino como una auténtica obra perdida de los 80, rodada completamente en serio, que volvía 20 años después porque el público de entonces no estaba preparado para su genialidad. Y ese juego entre lo real ficticio se aprovechó al máximo en la estructura de los episodios, con entrevistas parodiando los típicos extras que por entonces empezaban a incluir los dvds.

Esas serían las dos partes bien diferenciadas de cada capítulo. Por un lado, la serie mal rodada, que te narra las desventuras del doctor Rick Dagless, director de hospital que debe compaginar el estrés de la medicina con la lucha contra toda clase de seres sobrenaturales absurdos y monstruos de ciencia ficción. Y luego las entrevistas a los ficticios realizadores de esta serie, que en todo momento se presentan como un cóctel pintoresco de perdedores que quieren crear arte y se caen con todo el equipo.

 Y luego las entrevistas a los ficticios realizadores de esta serie, que en todo momento se presentan como un cóctel pintoresco de perdedores que quieren crear arte y se caen con todo el equipo

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Por eso creo que esta serie supo comprender la razón de por qué nos atraen las historias de fallos estrepitosos. Nos gusta idolizar a los artistas que seguimos, sí. Y pensar que, con el suficiente esfuerzo, esos podríamos ser nosotros. Pero, más allá de que el resultado termine siendo gracioso o no, hay algo terriblemente entrañable en el fracaso. Esos Ed Wood o Tommy Wiseau que lo dan todo por algo en lo que creen, que ponen su alma en un proyecto, y en el mejor de los casos lo único que consiguen es crear una comedia involuntaria. Los errores humanizan. Y sabemos que, también, esos podemos ser nosotros si no jugamos bien nuestras cartas.

Por eso, quizá a ti Darkplace no te haga la más mínima gracia, lo cual es perfectamente posible. Y eso está bien, no tienes que ver todo lo que recomiendo aquí. Pero, independientemente de todo, tenía muchas ganas de reivindicarla en algún sitio porque me gusta el mensaje que deja: toda obra, independientemente de su calidad, tiene valor. Y es que, como con todo, para hacer algo bien, primero tienes que hacerlo mal.

La ciencia de la pantallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora