Prólogo

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En un abrir y cerrar de ojos, Bucky volvió a despertar en un mundo que le era casi desconocido.

En un abrir y cerrar de ojos, Bucky se hallaba en un mundo donde ya no existía Steve, si no tan solo su legado y su recuerdo. Y eso no podía ser suficiente. Porque Bucky estaba solo en el mundo, y todos los que le habían ayudado a recuperarse a sí mismo, a la persona que era más allá del soldado de invierno, nunca le habían conocido cuando era simplemente Bucky Barnes.

Y era un sentimiento abrumador de soledad, de hallarse perdido en el mundo, abandonado inclusive, aunque suponía que Steve tenía derecho a vivir aquella vida, después de todo. No podía culparle. Si lo hacía, ni siquiera tendría el consuelo de los recuerdos; estarían envenenados de resentimiento. Y Bucky era incapaz de guardarle rencor a quién por tanto tiempo había sido su mejor amigo y único defensor.

Pero por un instante, deseó haber muerto de veras al caer de aquel tren, y no estar allí casi un siglo después, rodeado de extraños, de cosas que le resultaban tan ajenas. Pensó brevemente que, si se quitara de en medio, nadie lo echaría en falta. Nadie lo conocía suficiente como para echarlo de menos si desaparecía, si moría. Pero mucha gente había arriesgado o incluso perdido la vida para traerlo de vuelta, así que Bucky se resignó a vivir.

Se resignó a vivir con la culpa, aquella que sentía que nunca lo abandonaría del todo, y trató de vencer la soledad, aún sin demasiado empeño. Incluso acudió a las sesiones de terapia, aunque tampoco tenía otra opción. Ni siquiera era honesto con su psicóloga, a pesar de que parecía una buena mujer. Algo dura, pero tal vez lo necesitara. Bucky se sentía incapaz de reconocerle que aún tenía pesadillas. Algo dentro de él se negaba a decir la verdad, a soltar el peso que oprimía su mente y su corazón. Alguien que ha conocido tanto dolor, a menudo se aferra a sus heridas, porque no se conoce más allá de ellas.

Lo peor de sus pesadillas era que no podía despertar y decirse que "tan solo había sido un mal sueño". Eran recuerdos lúcidos, vividos, de cosas que había hecho el soldado de invierno. Y el soldado de invierno tenía sus manos, su cuerpo. El soldado de invierno había sido él.

Así se lo expresó a Sam cuando le habló de sus pesadillas. Se sintió confiado, libre, incluso feliz, y fue capaz de hablar de ello en voz alta. Y de veras sirvió para que el tormento cesara momentáneamente. Él mismo no hubiera sabido decir en qué momento Sam se convirtió en lo más parecido a un hogar que había tenido desde la partida de Steve. No lo dijo, porque acababan de quedar de acuerdo en que eran dos hombres con un amigo en común, pero lo consideraba un amigo y aquel lugar cerca del puerto, con el barco de los Wilson anclado en el muelle, todavía oliendo a pintura fresca, un remanso de paz. Más pequeño y no tan espectacular como los prados de Wakanda pero, en cierto sentido, más acogedor.

Había pasado cerca de un mes desde la primera aparición pública de Sam con el traje de capitán América, y Bucky lo admiraba y apreciaba tanto como en tiempos había admirado a Steve. Más, de hecho, porque que Sam tomara el legado de Steve y lo convirtiera en suyo resultaba muy significativo. Estaba cambiando las cosas, y era un hombre bueno y sencillo, que lo hacía sentir a gusto y parecía apreciarle. Bucky todavía tenía que aprender a entender las razones por las que Sam quería tenerle cerca, o lo consideraba su amigo, aunque aún ninguno de ellos hubiese empleado aquella palabra.

Bucky no podía quererse o percibirse a sí mismo como solía hacerlo casi un siglo atrás, antes de la guerra. Estaba recuperando poco a poco la confianza en sí mismo, la coquetería y el encanto que entonces lo caracterizaban. Estaba confundido, a veces incluso aterrado. Pero ya no se sentía solo, y era muy consciente de que estaba haciendo avances.

Él ya no era el soldado de invierno, si no Bucky Barnes.

Cómo le había dicho a Ayo aquella mañana en Wakanda, entre lágrimas y temblores, era libre.

Bucky no se había puesto a pensar qué significaba aquella libertad. Cuando era el soldado de invierno, tomaba parte en crueles misiones y después era tratado con aún mayor crueldad, congelado como una lata de conservas hasta que se volviera a requerir su habilidad. Había sido un arma, una máquina de matar. Ahora era un hombre, libre en un mundo del que no sabía gran cosa. Los tiempos habían cambiado, él también, pero por primera vez desde que su camino volvió a cruzarse con el de Steve y recordó su propio nombre, Bucky tenía un sentido de la dirección.

Pasaba mucho tiempo en casa de Sam. Dormía más noches en el sofá de su amigo que en su propio apartamento. Quizá no era el lugar más cómodo del mundo, pero lograba conciliar el sueño y se despertaba con las risas de los niños, o con las voces de Sam y Sarah preparando el desayuno en la cocina. 

...Se despertaba con una sonrisa en el rostro.

Las veces que aún tenía pesadillas, Sam se levantaba y le ofrecía dormir en su cama, o quedarse hablando con él, susurrando para no despertar a sus sobrinos. Al principio, Bucky se negaba, porque no quería molestar. Nunca quería resultar una molestia. Pero, con el tiempo, terminó cediendo. Cuando se dormía en la cama de Sam, algo estrecha, y las pesadillas volvían, su amigo estaba allí para reconfortarle y recordarle quién era. Una noche de tormenta, incluso se tomó la molestia de ponerse las alas y extenderlas a su alrededor, encerrándole en ellas como si se tratara de un refugio. Era el abrazo más extraño que le habían dado nunca, y Bucky no supo como sentirse.

Era difícil para él responder al contacto físico, más aún iniciarlo. Un apretón de manos era sencillo, casi impersonal, pero un abrazo o un toque leve en los hombros, en la espalda...Aún recordaba la manera en que se le helaba la sangre cuando Pierce o algún otro dirigente o superior de Hydra le rozaban el muslo, o le tomaban del rostro para encadenarle, torturarle y borrar sus recuerdos y, con ellos, su humanidad. Las caricias solían ser el preludio de un maltrato, algo contradictorio, doloroso y que, a veces, Bucky sentía que merecía...aunque las sesiones de terapia y la amistad de Sam habían servido en gran medida para librarle de aquellos pensamientos auto destructivos.

Pero dejarse abrazar por Sam era algo...sorprendentemente fácil. Quizá porque Sam dudaba antes de encerrarlo entre sus brazos, y se sentía como algo delicado, no tan casual. Lo abrazaba para hacerlo sentir en casa, pero tenía cuidado de no tomarlo por sorpresa, se aseguraba en todo momento de que el contacto fuese bienvenido. Y Bucky se sorprendía a veces deseando que Sam lo abrazara. No porque hubiera tenido una pesadilla, o porque se estuvieran despidiendo en el muelle antes de que él regresara a la ciudad. 

Quería que Sam lo envolviera en sus brazos, simplemente porque sí.

Bucky pensaba demasiado. Le buscaba una explicación a cada uno de sus deseos o reflexiones, cuestionándolas hasta terminar confundido. No hubiera estado de más que empezase a hablarle a su terapeuta de esas preguntas que se hacía a sí mismo. Sobre Sam, sobre lo mucho que le gustaba dormir en su cama, o que lo abrazara con sus brazos y con sus alas. No hubiera estado de más, pero Bucky sentía que, si lo decía en voz alta, le concedería más importancia de la que en realidad tenía. De modo que, en lugar de decirlo, pensaba en ello al menos una vez al día...

Así que tal vez si era...un poco importante...

Pero Bucky no quería darle demasiadas vueltas, no quería llegar a conclusiones para las que, quizá, todavía no estaba preparado...


...

Espero que os esté gustando por el momento ☺️ 

(El ritmo quizá es un poco lento o aburrido, pero quería hablar de los sentimientos de Bucky, y profundizar un poco en ellos.)

 Suelo actualizar bastante seguido, pero si tardo es porque tengo mucho trabajo de la universidad, así que más o menos subiré un capítulo cada tres días, o cada semana.

UNDER YOUR WINGSWhere stories live. Discover now