Prólogo.

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"Señor Styles, tenemos un problema."

Edward cierra los ojos un momento y toma una profunda respiración. Lo hace dos veces, ignorando momentáneamente la presencia de sus empleados que lo observan muy nerviosos. Son solo las nueve de la mañana y ya hay problemas. El hombre de aspecto bastante rudo y desaliñado abre sus ojos de nuevo, y con calma pregunta;

"¿Sí, Débora?"

Por supuesto, no está calmado.

La mujer titubea un poco. "Yo, umh—, la empresa rival de armarios de la otra calle nos ha... quitado algunos compradores."

Silencio.

"¿Cómo dices?"

Débora abre la boca pero al instante la cierra. Mira a sus compareños de trabajo, todos hombres, y ellos solo niegan y se esconden más atrás. Ella los apuñala con la mirada, porque parece ser la única lo suficiente valiente en un grupo repleto de hombres lo suficientemente fornidos como para no temer a Edward.

Corrección, todos temen a los Styles.

"Nuestros compradores exigen su dinero, una devolución." Tartamudea un poco.

De nuevo hay un pequeño silencio.

Las cejas de Edward se elevan hacia arriba lentamente, pero no se inmuta. El corpulento y robusto hombre, que al contrario que sus hermanos va vestido de manera informal con una chaqueta de cuero negra, asiente vacilante.

"Una devolución." Repite.

"Sí, señor."

Edward asiente por segunda vez.

"Débora, ¿me dejarías un segundo?"

"Por supuesto, señor."

"Gracias."

Edward entra al despacho seguidamente, en silencio y con tranquilidad, sin prisas. Cuando la puerta hace click, los empleados se miran curiosos entre ellos. Todos se sobresaltan cuando escuchan el furioso grito ronco de Edward, y seguidamente oyen la silla del escritorio ser lanzada contra alguna de las paredes. Se oyen lápices y papeles volar, y hay más ruido de desorden.

No pueden ver lo que pasa, pero con sólo imaginarlo tiemblan. Edward es una persona un poco demasiado intensa, y se frustra con demasiada facilidad. Marcel y Harry están cerrando negocios en California, así que él ha tenido que cargar con toda una empresa sobre sus hombros durante ocho días.

"¡Devolución! ¡Yo si que les daré devolución, pienso quemar la jodida empresa de al lado!" Los rugidos de Edward son un poco más bajos gracias a que la puerta los bloquea. Se oyen más cosas ser arrojadas al suelo, Débora se estremece cuando la grapadora impacta con el cristal opaco de la puerta. "¡DÉBORA!"

La mujer vacila unos segundos antes de aclararse la garganta. Insegura, musita, "¿Sí, señor?"

"Trae la primera escoba que encuentres. Y cinta adhesiva."

"¿Qué?"

La puerta se abre, Edward se ve muy irritado y aún más desordenado. Sus largos cabellos están muy desaliñados y su ropa bastante removida, respira tan pesado como una fiera. El desapacho de fondo es un absoluto caos, uno de los empleados ya va en busca del señor de la limpieza.

"¿Alguna vez has revivido el ataque a Troya?"

"Yo—."

"Pues ahora lo vas a hacer." Gruñe. "Trae una escoba, y la cinta. Ahora."

Ella no cuestiona sus órdenes, simplemente sale corriendo de allí en busca de eso. Niall, que acaba de ingresar en la oficina, frunce el ceño al ver a tantas personas nerviosas e inquietas, y a un Edward muy furioso. El irlandés arquea una ceja y se acerca a su amigo.

"Edward, ¿qué está pasando?"

"Voy a quemar la empresa de al lado."

El rubio abre los ojos como platos. "¿Qué?"

"Lo que has oído." Gruñe, "¿Qué pasa, necesitas algo?"

"De hecho, me has ayudado a tomar una decisión." Admite Niall, muy serio. "Lo he estado pensando, pero no estaba seguro."

Edward parece confundido. "Ah, eso es genial." Se encoge de hombros. "¿Qué es?"

"Necesitas un instructor de yoga."

Instructor de Yoga ;; trillizos!stylesWhere stories live. Discover now