III

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"¿Será posible que nuestro joven héroe haya sido reclamado por una de las bonitas piezas de exhibición…?" el título, por supuesto, no podía pertenecer a nadie más que Rita Skeeter, como dejaba en claro la firma de la editora abajo del encabezado.

Cuando Hermione lo leyó, dejó caer El Profeta contra la encimera de Grimmauld Place, caminó de brazos cruzados a la cocina, y volvió con una taza expansible de un litro de chocolate, todo ante las miradas atentas de su esposo y mejor amigo. Dio un largo trago.

—Indignante —juró, por lo bajo—, simplemente indignante. Esa mujer ha cruzado demasiadas líneas de ética, de moral…

Cuando observó a su mejor amigo, Ron se limitó a encogerse de hombros.

—CEM, ya sabes —la excusó. Harry soltó un bufido de risa y lo disimuló con una tos, cuando Hermione estrechó los ojos en su dirección.

El artículo del periódico hablaba, a medias y con ciertos detalles fuera de contexto y exagerados, sobre la situación en el local la noche anterior. Según Skeeter, había pasado de héroe traumatizado y con necesidad de terapias mágico-mentales, a un protector enamorado de un "chico malo". No quería imaginarse cuánto vendió la historia.

Cuando su amiga le preguntó al respecto, él contestó con simpleza.

—Un idiota le vació una botella encima, le dije que se detuviese, no me escuchó y llamé a Dennis para que se lo llevase y dejase de hacer tanto escándalo.

No había nada más que contar. Sin embargo, Hermione lo observó, en silencio, durante unos segundos más, a la espera de una explicación que no llegó.

0—

Draco observaba, atónito, el trozo de pergamino que estaba frente a él. Se trataba de un permiso para retirar una suma de una bóveda de Gringotts, bajo el concepto de una multa pagada por "daños menores de agresión mágica" frente al Ministerio. Harry no tenía idea de cuál era la suma por algo semejante.

—¿…y es mío? —Draco vaciló. Aún no se animaba a recogerlo.

Hermione asintió con ganas y lo instó a tomarlo.

—Es completamente tuyo, Ma- Draco —Tuvo que corregirse. Algunos hábitos no eran tan fáciles de vencer—. Incluso el Ministro y el Jefe de Ley Mágica lo han firmado, ¿ves?

Una expresión extraña contrajo su rostro al oírla.

—¿El de Ley Mágica lo firmó? —Entonces sí que lo sujetó, lo hizo girar entre los dedos y lo examinó— ¿lo cruciaste, Granger?

Hermione negó, riéndose.

—Él tenía que ser absolutamente razonable al respecto de la situación, Draco.

Él elevó las cejas. Ya que volvían a estar en el restaurante cerca del Ministerio, dio un vistazo alrededor, como si tuviese que comprobar que se encontraban lo bastante alejados del resto de los trabajadores; la hora del almuerzo había pasado hace rato, Ron estaba en una misión de rescate, Hermione y él acordaron comer más tarde de lo usual, porque su amiga quería esperar a que Draco pudiese reunirse con ellos, para darle la noticia.

—Yo no le contaría a nadie si lo cruciaste un poco, ¿sabes? —Intentó, en tono confidente, y por muy raro que fuese, más amigable. Tanto como podía ser Draco, por supuesto—. Se lo merecía.

Hermione parpadeó, confundida, y le dirigió una mirada inquisitiva. Harry recordó el Atrio, un escándalo, un collar que se rompía.

No le dijo nada.

El coleccionistaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz