Las Bellas Cultivadoras de la Secta Gusu Lan

Capítulo 40. Porque el infierno es frío y está cubierto de hielo

El aire era cada vez más frío y el ejército de cadáveres más lento, como si estuvieran por fin sintiendo el peso de la muerte en sus miembros. Las grietas dejaron de extenderse, pero comenzando a abrirse poco a poco, el rugido de la tierra al partirse ante el gran abismo hizo que los cultivadores y cultivadoras dejaran de pelear y comenzaran a apartarse, en busca de un lugar seguro.

Mientras tanto Huo Fengbao, la líder del Clan de la Luna y la señora Matriarca que había desafiado al mundo tantos años atrás, miraba a Ouyang Zezhen como si viera el vacío. Era el cuerpo de su esposo, el cuerpo que había albergado a su bebé... y al mismo tiempo no lo era. Una oleada de celos recorrió su piel cuando vio como la Ouyang defendía con su propio cuerpo a aquella niña.

Y luego se rio de sí misma, enterándose que había sido víctima de sus propios hechizos y maldiciones.

- Han logrado su cometido... - dijo al aire, la ciudad de Qinghe en silencio después de que la tierra diera paso al abismo – Desapareceré del mundo – los cultivadores demoniacos salieron de su escondite, sosteniendo sus armas e instrumentos – pero voy a llevármelos a todos ustedes conmigo –

De los huecos en la tierra comenzó a salir viento helado, tornando el día oscuro y el cielo aún más gris. Del otro lado del campo de batalla podían seguir escuchando la melodía de ChenQing. Los cadáveres comenzaron a ser atacados y arrastrados a las profundidades gracias a la corriente gélida que salía de las grietas.

- ¿Acaso nunca vas a rendirte? – la voz era la misma que había escuchado en aquella ocasión – Si tan solo aceptaran las cosas, si no hubieras levantado a tu ejército otra vez... -

Ella le miró entonces, y a él le dio miedo. Cuando era tan solo una cultivadora entonces solo había sentido disgusto, quería eliminar su doctrina porque era poco ortodoxa y no era correcta a sus ojos. Pero ahora, aun siendo un cultivador demoniaco, sabía que ese fantasma en especial era peligroso para el mundo.

Miró a sus demás compañeros. No estaban vivos, pero tampoco muertos. Habían logrado escapar por muy poco de aquella noche, cuando Tormenta de Fuego había destruido su primer ejército, pero no soportarían una guerra con ella, no de nuevo.

- Por tu culpa... - dijo ella, su voz sonando distorsionada mientras el ejército de cadáveres era llevado a las entrañas de la tierra – No conocí a mi bebé... mi esposo no está aquí... mi gente, mis amigas... - el aire era tan frío que podía sentirse como se aferraba a la piel – Y ahora... ¿crees que dejaré que te las lleves a ellas también? – señaló a las pocas cultivadoras que seguían de pie, esquivando los abismos – Pelearé hasta que mi alma se destruya – declaró, se puso en guardia, colocando el arco en su espalda.

- Si de esa manera aprenderás... - aquellos cultivadores la rodearon, el miedo era palpable pero el orgullo pesado, así que la rodearon sabiendo que no podrían ganarle – Entonces te enseñaré tu lugar –

Aquel líder comenzó a susurrar algo extraño, en la lengua de la muerte, los cadáveres volvían a moverse con rapidez. Y Huo Fengbao vio como atacaban a las cultivadoras.

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Cuando Lan Sizhui se dio cuenta de que Wei Wuxian se había perdido en sus sentimientos, avanzó. Corrió empujando cadáveres y esquivando las espadas y flechas de cultivadores y cultivadoras. Trataba de gritar, de decirle a sus maestros... a sus padres... que estaba vivo, que seguía con ellos.

Entendía que sus ataques se habían intensificado con la furia y el dolor de verlo desaparecer, estaban ganando la pelea gracias a esos ataques llenos de odio, pero también se estaban dañando. Lan Wangji no paraba de recordar aquellos años, en los que perdió a Wei Wuxian y solo le había quedado el consuelo de A-Yuan. Y Wei Wuxian recordaba su vida en los Túmulos Funerarios, el ataque en la Ciudad Sin Noche y la tristeza que le había invadido al pensar que A-Yuan había muerto con los Wen.