El comienzo

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Ya había transcurrido un mes y medio después de aquel evento tan importante en la vida de Ririka Momobami, todo siguió con normalidad a excepción de que ella ahora no buscaba a Saotome. No quería verla realmente, tenía miedo y vergüenza a su mirada. A que pudiera reconocerla y odiarla por haberla engañado.

A pesar de eso, la enmascarada no podía ocultar su felicidad. Su periodo no le había llegado, dando la sospecha de que estaba embarazada. Había cuidado sus comidas y su condición física todo ese tiempo con la intensión de mantenerse sana, rezaba en el templo de la ciudad con la esperanza de que su Dios la escuchara y le diera el hijo que tanto deseaba, y así fue. Su bebé estaba creciendo en ella. Aun no sentía los típicos síntomas de mareo, vomito y decaimiento, pero eso era muy pronto para ella. Solo tenía un mes y medio. Estaba muy ansiosa.

Como se le había ordenada, ella debía avisar a sus superiores sobre sus avances en su embarazo, partiendo por su hermana. Tenía que explicarle todo lo que sentía, sufría y hacia de ahora en adelante. Así que con la intensión de infórmale a su gemela sus primeras sospechas se dirigió a su cuarto luego del almuerzo.

Kirari se encontraba sentada en su cama con la habitual bata de seda que usaba para dormir, se había saltado la comida para saborear aquel postre que se encontraba a su lado. Sayaka estaba recostada boca abajo con las muñecas amarradas gracias a una de las cintas con la cuales sujetaba su largo cabello platinado. Su kimono estaba arremangado hasta su cintura dejando al descubierto su parte inferior.

La albina pasó por su intimidad con una fina vara de madera. En sus nalgas se podían notar algunas marcas rojas surcar su piel y tembló al sentir aquel objeto entre sus piernas.

- K-Kirari-sama...

- No me canso de esto... -Dijo observando la punta de la vara deleitándose de lo húmeda que estaba.

Paso con la yema de sus dedos por la piel descubierta de Sayaka notando como sus vellos se erizaban al darse cuenta de la dirección que tomaban esas frías manos.

- ¿Kirari?

La aludida se detuvo de golpe. Pudo identificar por la voz que su hermana la llamaba al otro lado del shoji. Sayaka se sobresaltó también e intento levantarse con miedo a ser descubierta.

- ¿Qué ocurre, Ririka? -Dijo tranquila mientras apretaba en su mano el trasero de la chica obligándola a recostarse nuevamente. Aprovechó para acariciar despacio su intimidad provocándole un estremecimiento.

-Necesito hablar contigo...

Kirari introdujo sus dedos en aquella cavidad mirando fijamente a la más pequeña.

- N-no... Princesa... -Susurro aterrada Sayaka, pero su cuerpo demostraba una excitación evidente al envolver sus dedos con fuerza. En respuesta, la albina movió su mano observándola con los ojos bien abiertos aún más entusiasmada. El temor a ser descubiertas les produjo a ambas un intenso placer. Claramente una lo asumía más que la otra.

- Es urgente -Se escuchó al otro lado de la habitación.

Kirari bajó la velocidad de su mano unos segundos mirando penetrantemente a la chica. Finalmente suspiró resignándose a aceptar que debía parar. A continuación, retiró sus dedos y desató las muñecas de Sayaka.

- Eres libre, por ahora... -Le susurró dándole una bofetada a sus nalgas recibiendo un sorprendido chillido de la chica, para luego apretar la piel en su mano con la intensión de así satisfacer algo de su frustrada excitación- Espérame un minuto -Alzó la voz hacia su hermana.

Metió dentro de su boca sus dedos humedecidos y luego los limpió con un pañuelo guardándolo en el cajón de su velador junto a la vara de madera. Sayaka apresuradamente arreglo sus ropas y peinado. Respiró profundamente para calmar su excitación y volver a su habitual tranquilidad. Cuando se sintió lista le hizo una seña a su princesa y esta le giñó un ojo.

Te amo, a pesar de todo | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora