Yori Momobami

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Un mes. Solo quedaba un mes para dar a luz. Ya se había hecho una rutina de ejercicios para acostumbrar su cuerpo en esa incómoda posición que debía adoptar para parir. Sumeragi ya la había llevado a la sala especial de parto para que conociera correctamente el método, el uso de la chikarazuna y la posición correcta de las piernas. Parir sentada no era muy fácil... Tenía que ejercitarse, dar todo de si para que su bebé naciera perfectamente.

No podía negar que estaba nerviosa, le daba algo de miedo que las cosas no salieran bien. Que perdiera el equilibrio o las fuerzas en el momento de parir... Lo que la tranquilizaba era que aún faltaba tiempo. Lentamente comenzaría a sentirse más segura.

Hace una semana atrás los miembros del clan había hecho presencia en su habitación, se sentía incomoda... Ya le molestaba haber estado un mes y medio siendo vigilada por esos samurái tan silenciosos. Ahora, gracias al cielo, Yumeko ya se había recuperado, sus heridas habían sanado por completo así que volvió enseguida a su guardia. A decir verdad, Sayaka no quería volver a arriesgarla. No quería que la volvieran a lastimar, pero ella insistía que debía seguir con su trabajo, que todo saldría bien, que no temiera. Ella la iba a proteger.

No podía hacer nada, Kirari también se había apresurado a poner a Yumeko de nuevo en su guardia. Intentaba por todos los medios que su bebé estuviera a salvo. Desde aquel horrible incidente no la dejó sola en ningún momento. No ella, particularmente, sino a través de sus guardaespaldas. Nunca se acercó a preguntarle cómo estaba o se sentía, solo sabía de ella por los informes de los samurái.

Lo aceptaba. No quería verla, ni escucharla, ni nada. Se sentía más tranquila con esa distancia. Sabía que por el acuerdo no podía negarse a dirigirle la palabra, pero ella no la obligaba, la dejaba seguir su vida. Luego de esa noche tan extraña en la que Kirari apareció en la habitación completamente alcoholizada no volvieron a cruzar palabra. Personalmente se sentía pasada a llevar. Sayaka, por respeto y costumbre, intentó ayudar a Kirari para que se controlara y ella se había aprovechado de la situación casi llegando a besarla e incluso, a dormir desnuda en la cama abrazándola con brazos y piernas.

Se culpaba a si misma por no haber sido más consecuente con sus convicciones y haberle negado el paso a la habitación, pero no pudo y menos supo controlarse cuando la sintió tan cerca de sus labios. Fue débil una vez más. Estaba molesta con Kirari y ella misma. No quería verla.

Las aguas de su corazón solo se apaciguaron cuando los miembros del clan, en esa visita, le hicieron entrega de la ropa de bebé de la princesa Kirari. Ver esa pequeña ropita, esos chales color crema, los gorritos y uno que otro juguete le calmaron el enojo que en algún momento sintió. Todo en su mente se concentró en imaginar a una pequeña Kirari siendo acunada en los brazos de su madre, envuelta en esos ropajes tan finos. Imaginarse a si misma en esa situación la hacía estremecer, ella sería una madre también... Una madre que adoraría a su pequeño con todo el corazón. En ese año le entregaría todo el cuerpo y alma a su bebé, lo amaría hasta la locura, hasta el día de su partida.

Ella quería ser una madre tan buena como lo fue la de Kirari. La princesa no contaba mucho de ella, la muerte de sus padres fue tan repentina que escasamente se hablaba en el palacio de ellos. Era algo muy extraño. Pero lo poco que recordaba Kirari era maravilloso. Sayaka, en sus días de sirvienta, la escuchaba atentamente cuando hablaba de lo mucho que su madre las había amado y de lo atento y protector que había sido su padre. La perdida de los reyes fue estremecedora tanto para la nación como para las pequeñas gemelas. Nunca se supo que sucedió con ellos, solo se anunció la muerte de ambos luego de hallar sus cuerpos en el fondo de un barranco. La carreta en la que viajaban había sido derribada en el borde, provocando que los dos cayeran al vacío muriendo instantáneamente.

Te amo, a pesar de todo | OmegaverseWhere stories live. Discover now