Capítulo 25: La única manera Parte 2

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Era ella, pensó el Hada al ver a Regina caminando por el parque casi en su misma dirección y los recuerdos la agobiaron, viendo en su delante no a la mujer sino a la niña que ninguna de sus hermanas se molestó jamás en ayudar. Regina era el secreto que todas habían decidido ocultar, pero los secretos tienen cierta habilidad para colarse entre las rendijas de las murallas que construimos, resquebrajando todo hasta que la única solución posible es admitir la verdad.

—Lamento no haber respondido tu llamado —dijo el Hada interponiéndose en su camino, con el corazón acelerado e impulsada por el deseo de compensar tantos errores.

—¿Disculpa? —Regina no tenía idea. Solo deseaba continuar su camino sin ser molestada.

—Debimos haberte salvado, y nunca podremos compensarte, pero quizá podemos hacer algo bueno. Nunca es demasiado tarde. —Habló tan rápido y con tanta emoción que sus alas casi revolotearon fuera del uniforme que vestía.

—No necesito nada de ustedes —quiso alejarse, pero el Hada no estaba dispuesta a dejarla ir, tomó su muñeca y al sentir el brazalete supo exactamente lo que debía hacer: liberó la magia de Regina haciendo desaparecer el artefacto—. ¡¿Por qué hiciste eso?!

—Para que puedas tener un bebé. Es la única manera.

Regina arranchó su mano del Hada, como si su solo tacto quemara. Quería gritar y empujar a la mujer delante de ella que pretendía tomar decisiones en su nombre.

—¡No sé qué locura se apoderó de ti, pero te sugiero que no vuelvas a interponerte en mi camino!

—No puedes tener cualquier bebé. Era parte de tus sueños ¿recuerdas? —Insistió el Hada.

—¡Aléjate de mi camino! —Regina parecía caminar en círculos, imposibilitada de avanzar por la molesta interrupción en su paso, casi sentía su piel arder en llamas ante la presencia abrupta de su magia.

—No es demasiado tarde para tener todo lo que deseas, puedes tenerlo absolutamente todo —el Hada parecía extasiada ante las maravillosas posibilidades—. Nadie podría haberlo imaginado, pero debe estar escrito...

─¡Cierra la maldita boca!

Escucharla era más de lo que Regina podía aguantar, la poca sensatez que le quedaba la llevó a apresurarse a hacer uso de su magia, una nube de humo la envolvió llevándola directo al centro de la oficina de Emma en la estación. Tropezó sobre sus pies y aunque hizo su mayor esfuerzo por contenerse no pudo evitar caer de rodillas al piso y vaciar el contenido de su estómago en el piso. Unas manos fuertes la sostuvieron de inmediato, acomodaron su cabello y la llevaron hasta la silla más cercana.

—Tómalo con calma —Era David delante de ella ofreciéndole un vaso con agua.

Bebió el agua sintiéndose un poco menos mareada. Cerró los ojos para recuperarse y casi agradeció al sentir una toalla mojada tocar su frente.

—¿Te vas sintiendo mejor?

No se sentía capaz de responder, pero asintió.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Alguien te hizo algo?

—¡Es ella quién ha debido hacer algo! ¡Rompió las reglas! —Gritó Sidney enojado.

—Regina —dijo David suavemente, mucho más calmado al verla recuperar algo de su color.

—Esa... —intentó hablar, aunque su garganta dolía—. Esa Hada... me quitó el brazalete.

—¡No voy a aceptar ningún tipo de excusa! ¡La pondré bajo arresto!

—¡Sidney! —David estaba perdiendo la paciencia con el hombre molesto.

—¡No tienes autoridad alguna! ¡Yo soy la autoridad! ¡Voy a meterla en esa celda hasta que George decida qué haremos con ella!

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