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Los brujos eran criaturas hermosas, cuanto más claros su pelo y sus ojos mayor era el poder que contenían.

El pelo y los ojos eran especialmente codiciados para rituales de magia prohibida, sin embargo, el larguísimo pelo de la bruja no parecía haber sido cortado nunca, ahora lo llevaba trenzado, era una de las pocas cosas que le permitían hacer mientras estaba confinada en aquella cama. Por lo menos era mullidita y agradable, no como el húmedo y sucio lecho de su celda.

Esto le pareció muy extraño a la doctora y llamaron a un hechicero para que identificara alguna pista en los ojos de la bruja, para nueva sorpresa de esta, el hechicero no tuvo reparos en tocarla y hablar con ella, apenas tres palabras, pero ya era algo. Le inspeccionó el pelo buscando algún mechón cortado, no tenía sentido. ¿De qué le servían los ojos de la bruja si no tenía pensado llevarse también su pelo? Para mayor complicación la magia que le sellaba los párpados era demasiado antigua como para descifrarla y la bruja tenía serias lagunas de memoria, pese a que defendía que se acordaba de lo principal. Esta información no parecía suficiente para sus interlocutores.

Semanas más tarde a la bruja se le estaba acabando la paciencia, ya casi se había acostumbrado a su entorno y Eco ya no tenía que hacerle mapeos, así que se decidió a abandonar aquella sala. Antes tenía que recuperar la movilidad en las piernas, ya que apenas podía dar dos pasos sin que apareciera alguien de la nada y volviera a llevarla hasta su cama.

Ese día invocó una vara de mago, una maga se la había regalado a su abuela materna hacía algún tiempo en pago por sus cuidados. Se apoyó con pesadez agarrándola con fuerza y dispuesta a atizarle con ella a las figuras impertinentes que la arrojaban a la cama una y otra vez.

Rodeó la cama sin problemas, le temblaban las rodillas y tenía la sensación de que sus pasos no eran rectos, y mucho menos firmes. Le flaqueaban las rodillas y sentía pesada la cadera, se sentó en el borde de su cama, no había hecho falta que nadie la arrojara de vuelta, no podía alejarse mucho por sí misma. Se colocó el bastón en el regazo y recorrió con los dedos los bonitos diseños del mango y el cabezal con la bola de cristal engarzada, era un bastón hermoso. Recordaba lo hermoso que era en las manos de su madre, el día que se lo entregó.

Sollozó en silencio, echaba de menos a su familia, echaba de menos su vida tranquila, echaba de menos los colores, las formas. Necesitaba recuperar sus ojos, necesitaba estar completa cuando volviera a casa. Necesitaba volver a casa.

Ni siquiera sabía si podría salir de aquella habitación, estaba encerrada otra vez. Eco sintió la tristeza de su invocadora y pese al miedo que le daba ser descubierto, se le subió al regazo. La bruja sonrió y lo acarició con ternura.

- ¿Qué sería de mi sin tu ayuda, amiguito?

Eco recibía agradecido las muestras de cariño y no se percató de que el vampiro amenazador entraba en la habitación, por suerte, la bruja si lo había sentido.

Algo bueno de la maldita medicina era que sus sentidos se habían recuperado completamente. No dejó que Eco se escondiera, lo mantuvo en su regazo, protegiéndolo con su mano y acariciándolo con el pulgar.

Vampiro- ¿De dónde has sacado eso?

Bruja- Es mi amigo, Eco. Él es mis ojos.

El vampiro era parco en palabras, pero esta vez estaba charlatán, tras un gruñido señaló el bastón y dijo "eso".

La bruja sonrió- No comprendo. ¿Qué es "eso"?

Otro gruñido más tarde, el vampiro se acercó a ella, sin duda para que su envergadura la intimidase. La bruja sonrió con nostalgia, su padre y sus tíos eran aún más grandes.

Vampiro- Esa vara le pertenecía a un mago, contiene una magia muy poderosa.

Bruja- Y por eso lo he traído a mí. No quiero que me vuelvan a atar a esta maldita cama. Necesito andar un poco, no pido tanto. Al que se me acerque, lo vareo.

Eco temblaba, así que la bruja intuyó que su gracia no había causado el efecto deseado, seguía sintiendo la enorme figura del vampiro frente a ella. Si estiraba las piernas, sin duda le daría un puntapié. Pero hacerlo en su posición no era muy sensato, tomó aire profundamente, se serenó, colocó a eco en su hombro y se incorporó con ayuda de la vara. Efectivamente, chocó de frente con el vampiro, lo que la obligó a volver a sentarse.

Alzó la vara con la intención de golpearlo, pero nada la detuvo. El vampiro se había esfumado en cuestión de segundos, y aun así lo seguía sintiendo demasiado cerca, Eco le enseñó la imagen del vampiro a unos pasos de distancia, la justa para esquivar el golpe.

Con espacio suficiente volvió a apoyarse en la vara, el vampiro volvió a acercarse a ella e hizo algo que tanto a la bruja como a su amiguito les pareció sospechoso.

Le tendió su brazo para que se apoyara en él, ese gesto iba completamente en contra de la actitud que el vampiro había tenido con ella hasta ese momento. Sin embargo, si aceptaba el ofrecimiento tendría que soltar una mano de la vara, y entonces perdería el equilibrio, fingió que Eco no le había informado de la situación e intentó seguir con su paseo alrededor de la cama.

Necesitaba volver a activarse, a andar por su cuenta. Si seguía así nunca recuperaría sus ojos antes de que el nigromante los destruyera en su ritual. Necesitaba darse prisa.

- ¿Qué día es hoy?

El vampiro seguía parado, simplemente mirándola, era tremendamente inquietante.

- ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

Silencio.

- Pues nada, me ha vuelto a tocar el carcelero mudo. ¿Y ahora que hacemos, Eco?

Eco sonrió ante la ocurrencia haciendo un ruidito adorable y acariciando el cuello de la bruja, a la que contagió su buen humor.

Vampiro- Salimos en unas horas, en breve vendrá una enfermera para asearte y prepararte para el viaje.

Y se fue. Sin más.

La bruja buscó la posición de la cama con la mano y se dejó caer boca abajo haciendo desaparecer la vara. Eco tuvo el tiempo justo para saltar y evitar caer debajo de su invocadora.

No entendía absolutamente nada, por qué narices tenía que encontrarse siempre con trastornados. Los lunáticos la perseguían, sería mejor empezar a aceptarlo. Solo esperaba que su familia estuviera a salvo, escondidos y sin llamar demasiado la atención. Si alguien se enteraba de su existencia... la posibilidad de que pudieran hacerles daño era demasiado dolorosa.

Cuando la enfermera llegó para ayudarle a bañarse y cambiarse de ropa, simplemente se dejó hacer. El baño caliente olía a lavanda y le relajó el cuerpo, las enfermeras le masajearon las piernas y la espalda. La bruja reconoció el remedio, le estaban ayudando a recuperarse después de tanto tiempo postrada. Cada vez estaba más confusa, nadie le decía dónde estaba ni cuánto tiempo llevaba allí, ni a donde la llevaban. La gente apenas le hablaba, aunque siendo ella bruja y llevando la marca de los malditos, entraba dentro de lo normal. Lo raro era que las enfermeras la tocaran con tanta seguridad y confianza cuando le hacían el seguimiento.

La primera vez que la asearon ni siquiera parecieron sorprendidas al ver la marca que llevaba en el costado izquierdo, pero era obvio que sabían qué significaba.

Tal vez les hacía falta para algo, quizás por eso la estaban cuidando tanto. Sin embargo, no les servía ya para nada, sin sus ojos se sentía inútil, no se atrevía a usar su magia.

CadenasWhere stories live. Discover now