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Sus padres le enseñaron magia, le buscaron a un maestro, aprendió a usar magia nuevamente a pesar de la marca. Asustados, habían vivido escondidos en la tierra del Rey Oberón, habían vivido años de paz.

La situación como adulta le parecía triste e inaceptable. De pequeña, la vida feliz que el pueblo había montado para sus pequeños parecía un sueño, un trocito de cielo en la tierra donde recuperarse de sus heridas y no volver a encontrarse nunca más con las aterradoras figuras de la corte.

Aterradoras figuras ante las cuales volvía a presentarse después de una experiencia traumática, agotada física y mentalmente. No sabía qué hacer o que decir. Oyó como el vampiro gruñía, y se sintió desolada por no sentir nada ante su indiferencia. La sensación de añoranza seguía ahí, tal vez porque el palacio le recordaba a su padre, tal vez por su tío, tal vez un poco de todo.

¿Qué estaba olvidando? ¿A quién estaba olvidando?

El vampiro hablo al fin, con su tono frio y ronco – La hemos traído para que le pregunte por su cautiverio, majestad. La marca de los malditos la obligará a recordar y podremos atrapar al nigromante antes de que sea demasiado tarde.

El Rey sonrió con maldad, no hizo falta que Eco se lo mostrara, Beth reconocía el soniquete de superioridad, ese amago de silbido tan molesto. Lo reconoció al instante. Se encogió en la silla y empezó a temblar de puro terror, no podía respirar y sus cejas se habían arqueado casi hasta el nacimiento del pelo. A todos les sorprendió la actitud de la bruja, pero más se sorprendieron ante la actitud del Rey, que ordenó encerrar a la bruja en una celda, negándose a usar la marca para dar con el paradero del nigromante.

Pese a ser el Rey, sus deberes eran imperativos, y dar con un criminal como el nigromante que se había atrevido a romper el tabú, era materia indisponible para un Rey que pretendiera conservar tanto el trono como la cabeza.

El vampiro se reunió con el consejo del Rey mientras la bruja era llevada a los calabozos del palacio. Arañaba y mordía, no era capaz de echar a correr, pero por los Dioses que lo iba a intentar. No quería volver a estar encadenada a un camastro, no quería volver a estar cautiva, ya había conseguido salir de allí. No quería volver.

No era justo, su único crimen había sido nacer. No era justo.

Cuando intentaba huir tan torpemente, un demonio la alzó por el cuello del pijama que le habían puesto en el hospital, era cómodo y calentito, pero en ese momento la estaba ahogando.

La arrastró durante un largo rato mientras oía las risitas del personal del palacio, tan ocupada estaba de intentar aliviar la presión de la tela contra su garganta que no se dio cuenta de que no estaba siendo conducida hacia los calabozos, sino hacia el exterior.

Habían salido por un acceso del personal, por un lateral del palacio que daba a un camino de tierra poco cuidado y, sobretodo, alejado de la mirada del Rey.

Sin ningún cuidado, el demonio la tiró al suelo y se alejó lentamente, dejándola en posición fetal en el suelo, Beth se temía lo peor, sabía de todo lo que era capaz el Rey. Odiaba a los brujos como a nada en este mundo, y la odiaba a ella aún más, si no la habían llevado a los calabozos era porque tenían preparado algo peor.

Tendida sobre la tierra esperaba aterrada a que pasara algo. Cualquier cosa.

Sintió unos pasos rápidos avanzando hacia ella y el roce de unas faldas. Dos mujeres la levantaron con cuidado mientras le pedían que no hiciera ruido y se la llevaban medio a rastras mientras le dedicaban palabras de calma y ánimo.

No quería creer que se salvaría una vez más. Porque si algo había aprendido es que nunca iba a poder ser libre de nuevo. Se rindió, se dejó hacer y no puso el más mínimo cuidado en descifrar por dónde, cómo o con quien la estaban llevando.

Tenía tanto miedo que no era capaz de reaccionar, ni siquiera cuando el vampiro la metió en el carro de un empujón y la mandó de vuelta al hospital, esta vez la acompañaron las mujeres que la habían ayudado a huir de palacio.

Las mujeres la revisaron y tranquilizaron durante todo el camino, tardó mucho en sentirse lo suficientemente lejos del palacio como para permitirse respirar hondo, aun no se fiaba, pero ya se sentía un poco más segura. Empezó a ponerle atención a las mujeres que la acompañaban, llevaban unas faldas amplias, hablaban con elegancia y preocupación. Debían ser miembros de la corte, lo que era aún más desconcertante.

La mujer que tenia al lado le apartó un mechón de la cala, con delicadeza, con cuidado de no rozar sus ojos heridos. Tal vez estaban tratando de ayudarla, o de ayudarse a si mismas, en todo caso estaban siendo amables.

- ¿Qué está pasando?

Necesitaba una respuesta, necesitaba algo a lo que aferrarse. Aunque fuese mentira, sería mil veces mejor al hecho de enfrentarse a todas las imágenes macabras que estaban pasando por su mente en ese momento.

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⏰ Last updated: Feb 21, 2022 ⏰

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