CAPÍTULO 37

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Sofía.

Hoy ya volvemos a España y me he despertado resfriada por lo de anoche. ¿A quiénes se les ocurre meterse en una piscina, en pleno diciembre y con el agua helada? Claro, a nosotros.

Nos hemos despertado hace como unos 40 minutos más o menos.

Los chicos están aún en pijama y Ales, Simone y yo nos estamos despidiendo de todos.

Los abuelos de Simone también están aquí, en la casa de los padres de Simone.

Nos damos todos un abrazo para despedirnos. El abrazo más largo es el de la Nonna, la cual no me quiere soltar y no para de darme consejos, o decirme que la mantenga informada de todo, o de que vuelva a verla...

Cuando terminamos de despedirnos, nos vamos hacia el coche. Simone y yo en uno y sus padres en otro, porque las maletas no caben en uno solo.

Yo me siento en el medio y apoyo la cabeza en el hombro de él cuando ya estamos dentro y en camino al aeropuerto.

Él me acaricia la cara y juega con mi pelo.

—¿Los vas a echar de menos, Sof?
—Creo que sí. Sí, los voy a echar de menos. Y tú también.
—En verano vendremos. Te prometí que te iba a traer a las playas que más me gustan, y lo prometido es deuda.

La nariz comienza a picarme, hago un gesto con la cara que le hace reír y finalmente estornudo.

Me da un beso en la cabeza y yo me aferro a su brazo como un koala.

—No estás tan fuerte— comento, apretando su brazo.
—¿A qué viene eso ahora?— se queja—. Tengo 18 años, normal que no esté tan fuerte. Pero yo sé que a ti te encanta mi cuerpo.
—Me súper encanta— admito.
—Cuando pasen unos años más, estaré más fuerte y más bueno. Y puede que la tenga más grande y...— no lo dejo acabar, le pongo una mano en la boca.
—No hace falta dar más explicaciones.

Dante se echa a reír y nos contagia la risa.

Dante no volverá a España con nosotros hoy. Él se irá otro día ya que va a pasar más tiempo con su familia.

Cuando llegamos al aeropuerto, los padres de Simone ya están ahí esperándonos.

Bajan las maletas y se las llevan para meterlas dentro del jet.

Nos quedamos un rato aquí de pie, esperando para irnos.

—¿Qué te ha parecido, Sofía?— me pregunta Chiara con una sonrisa en su rostro.
—He estado muy a gusto. Me ha gustado mucho Roma. Lo he pasado muy bien.
—¿Se han portado bien los chicos contigo?— pregunta Leo, colocándose las gafas de sol en la cabeza.
—Muy bien.
—Más les vale— Simone me pasa un brazo por los hombros.

Unos 5 minutos después ya nos subimos.

Simone y yo nos dirigimos a unos asientos  y sus padres a otros que están un poco alejados de nosotros.

—Me pido ventanilla— me giro para ver al que va detrás mía, este rueda los ojos.
—Está bien, pero porque cuando vinimos no te sentaste en la ventanilla— sonrío y me dirijo al asiento.

Se sienta a mi lado, echa la cabeza hacia atrás y la gira un poco para mirarme y sonreírme. Me agarra la mano y entrelaza nuestros dedos.

Es como si de un puzzle tratase. Nuestras manos, nuestras bocas, incluso nuestros cuerpos encajan a la perfección, como si estuviésemos echos el uno para el otro.

Noto que su mano está un poco sudada y creo que ya los nervios comienzan a apoderarse de él.

—Ahora viene lo peor— murmura, con la mirada fija en la ventanilla—. ¿Es que no se puede viajar de otra manera?
—Relájate, no pasará nada.
—Ya, pero me da pánico.
—Tú no pienses en eso, distráete y verás que no te enteras.
—¿Puedo pensar en ti?— hace un gesto pensativo para decir después—: Voy a pensar en ti

Un beso robado (en edición)Where stories live. Discover now