Más allá del desierto

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Party Poison

   Las voces seguían resonando en su cabeza.

   Cada vez que cerraba los ojos, los últimos gritos de sus padres mientras ardían volvían a su memoria. Volvía a escuchar los ruegos del pequeño Mikey, sus súplicas desgarradas, su voz llamando a su hermano mayor, implorándole que le ayudara, que viniera a salvarle.

   Y él no había hecho nada. Se había quedado paralizado, incapaz de actuar. Se habían llevado a Mikey delante de sus narices. A Mikey, a quien había prometido que siempre le protegería, y él no había hecho nada. Nada, salvo llorar.

   Había pasado la noche sollozando sobre las cenizas de lo que había sido su hogar. Al amanecer, había logrado ponerse en pie. Tras cubrirse la cabeza con la capucha de la sudadera para que no le reconocieran, había echado a andar, con las lágrimas empañándole los ojos, y sin apenas mirar por dónde iba. Sólo sabía que tenía que huir. Si le capturaban a él también, no podría ayudar a Mikey. Tenía que encontrar un lugar seguro, descansar, y después, pensar algo para salvar a su hermano.

   Si es que aún seguía vivo.

   El pensamiento apareció tan de repente y le golpeó con tanta fuera que a punto estuvo de derrumbarse de nuevo. Pero apretó los dientes, y se obligó a seguir caminando. Mikey estaba vivo, tenía que estar vivo. Los de BL/Ind le habían capturado para atraerle a él, por lo que debía de estar vivo; era un rehén, a los rehenes no se les mataba... ¿verdad?

   Intentó apartar esos pensamientos de su mente. Tenía que seguir andando. Acababa de salir de la ciudad, y ahora, ¿qué? No veía más que arena en todas direcciones, no había más que un jodido desierto interminable.

   Dudó. Jamás le buscarían más allá del desierto. Pero tal vez muriera intentando atravesarlo. Aunque si no lo hacía, los dracs le pillarían, y tanto él como Mikey morirían. No quedaba otra opción. Tenía que hacerlo.

   Inspiró hondo, y se adentró en el desierto.

   Al principio, le pareció una tontería haber tenido tanto miedo. No había mucha diferencia entre caminar por ahí y por la ciudad, la verdad. Pero a medida que iba pasando el tiempo, el calor y el cansancio comenzaban a hacer mella en él. Apenas le quedaba agua, y sentía que estaba a punto de desplomarse.

   Al final, no pudo más. Se dejó caer a la sombra de una duna, y comió un poco de la comida enlatada de BL/Ind que había llevado. Estaba agotado. Y no podía dejar de pensar en que todo había ocurrido por su culpa. Sus padres habían muerto por su culpa. Si se hubiera callado, si lo hubiera dejado estar, nada habría pasado. Sus padres seguirían en casa, Mikey estaría en el instituto, a punto de volver, sano y salvo. Y él no había impedido nada. La orden seguiría adelante. Tal vez sólo la había retrasado unos días, pero nada más.

   Se encogió sobre sí mismo y sollozó. Todo era culpa suya. Sus padres habían muerto. Él iba a seguirlos dentro de poco. Y Mikey... su pequeño Mikey, tan frágil, tan tímido, que aún soñaba con unicornios, su pequeño hermano, que saltaba de la cama e iba a refugiarse con él las noches de tormenta hasta que se marchó de casa, que corría a sus brazos cada vez que iba a visitarlos, que siempre había estado a su lado... ¿Dónde estaría? ¿Qué le estarían haciendo? Gerard era su hermano mayor, se supone que tenía que protegerlo... y lo había abandonado. Ni siquiera sabía si seguía vivo.

   Al fin, tras lo que pareció una eternidad llorando, logró dormirse, aferrando fuertemente su mochila y con las lágrimas aún corriendo sobre sus mejillas.

   Cuando despertó, el sol se había ocultado. El aire fresco de la noche le dio nuevas fuerzas. Comió un poco más de la asquerosa comida enlatada, se echó la mochila al hombro, y renaudó la marcha. Tenía que abandonar ese maldito desierto.

   De noche era más fácil avanzar. La temperatura había descendido mucho, aunque no tanto como para resultar molesta mientras no se quitara la sudadera, y había recuperado algunas fuerzas tras su siesta. Incluso el dolor por la pérdida de su familia se había mitigado un poco, aunque sabía que nunca desaparecería. Pero Mikey seguía gritando desde el fondo de su mente, suplicando que volviera a buscarle. La imagen de su hermano, esposado y gritando, llorando y rogando ayuda, se había instalado en su cabeza, y parecía no querer salir de ahí.

   Siguió caminando, sin saber si quiera a dónde iba, sin saber si se dirigía hacia su salvación o hacia la muerte, agotado, pero dispuesto a sobrevivir. Tenía que volver a por Mikey. Tenía que hacerlo.

   A lo lejos, brilló una luz. Sin saber si lo que había visto era real o sólo un truco de su cansada vista, parpadeó. La luz seguía ahí. Con renovadas fuerzas, echó a correr hacia ella.

   Venía de un pequeño local abandonado. Era una especie de cabaña destartalada, de techo bajo, y necesitada de una buena mano de pintura. Las ventanas estaban casi todas rotas, y la puerta parecía a punto de venirse abajo.

   Y sin embargo, de sus ventanas salía luz.

   Llamó a la puerta. Ya no le importaba si encontraría a un amigo o enemigo, si le ayudarían o le entregarían a los dracs. Estaba agotado; sólo quería descansar.

   La puerta no se abría. Gerard llamó de nuevo, y se dejó caer al suelo, agotado y desesperado. ¿Y si se había equivocado? ¿Y si había gastado sus últimas fuerzas en vano? No, no podía acabar así. No sin encontrar a Mikey. Pero, ¿cómo, si apenas podía levantarse?

   Como por obra de un milagro, la puerta se abrió. En el umbral apareció la silueta de un hombre en silla de ruedas. Gerard sonrió. Estaba salvado.

   -Ayuda... -musitó.

   Y se desmayó.

Danger Days I: The Future is BulletproofTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang