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Lyra caminaba con prisa hacia el salón, se le había hecho tarde. El tiempo pasaba volando cuando estaba leyendo, claro está, escondida de miradas acusadoras y siervos chismosos que pudieran comentarle sus aventuras en la biblioteca mágica a su padre "El gran hechicero". Sí, su padre el más importante hechicero de Ingamad y de todos los reinos vecinos, pero ninguna de sus hijas podía hacer magia, ya que eran mujeres. Desde tiempos inmemoriales en Ingamad y en otros lugares era ilegal que las mujeres practicaran hechicería y no importaba si tenían los dones para aprender. Era una deshonra y las mujeres que lo hicieran eran ahogadas en el río Kirsi. El río más antiguo de Ingamad, único en el cual podías oír las voces ahogadas de cientos de mujeres que por simple curiosidad habían pagado el precio de saber.

Con esto en la cabeza, Lyra cruzó el arco de entrada a la biblioteca. Pero antes de seguir caminando volteó a ver la inscripción que estaba grabada en la madera pulida: "Sintla est potentia tantum viri virtus meretur" , estaba escrito en arcano antiguo por lo cual nadie mas que las personas que estudiaban hechicería avanzada podían saber que decía, por lo tanto solo hombres. Ella se estaba arriesgando demasiado leyendo libros de hechicería básica, pero no le podía importar menos. Estaba harta de que la trataran como una incapaz y estúpida por el simple hecho de ser mujer.

Hacía dos años, se acordaba con exactitud. Ella tenía 16 años cuando su institutriz mujer de virtudes infinitas y de gran corazón, comenzó a enseñarle hechicería. Lo hacia con cautela y en repetidas veces estuvieron a punto de encontrarlas aprendiendo hechizos básicos,  pero poco a poco fue aprendiendo y mejorando. Incluso parecía que todo era posible cuando ella usaba la magia. Verdaderamente disfrutaba aprendiendo y más de esa manera. Pensaba que era interesante y llenaba los espacios ávidos de saber en su mente. Ahogaba de interesantes datos los recodos de su cerebro que querían ser colmados y atiborrados de información. Disfrutaba encontrar hechizos difíciles en los cuales ocupar su tiempo y mente para dejar de pensar.      Hasta que llegó el nefasto día en el cual encontraron a su institutriz sanando con magia a una chica en el pueblo, y la condenaron a muerte.

Lyra no fue invitada a ver la ejecución, pero sabía donde sería. En el río más aterrador y oscuro de todos los reinos: el río Kirsi, pavorosamente negro y profundo lleno de aguas turbulentas, como los pensamientos que tenía ella mientras corría hacia la ejecución. Llegó allí con un dolor punzante y emponzoñado en el pecho, para solo alcanzar a ver como su querida institutriz que había sido como una madre para ella era ahogada. Ese asqueroso río de agua mezclada con inasible brea negra que se pegaba en sus ropas. Sus cabellos se arremolinaban alrededor de su cabeza y horribles gritos de pánico salían de su boca, pero cada vez se hundía más. Y entonces hizo contacto visual con ella. Lyra se quedó paralizada y su estomago cayó hacia sus pies cuando su maestra grito con sus últimas fuerzas  -¡Todas tenemos derecho a saber, no nos pueden silenciar por mucho más tiempo! ¡atr....évanse a .......sa...ber!-   Y ahí terminó todo, su cabeza desapareció en la inmensidad del agua, arrastrada por la corriente y el peso de miles de piedras amarradas a sus frágiles extremidades.

Ella ya no estaba en ese mundo. No llevaría a Lyra de la mano por los pasillos del castillo. No le enseñaría a mover adecuadamente las manos para crear hechizos y ya no sonreiría con cada estupidez que dijera. No estaba y eso dolía tanto que pensó que iba a salírsele el corazón por la garganta. Sus ojos esmeralda ya no la mirarían con el amor propio de una madre. Y sus manos ya no brillarían al formular hechizos complejos. Pero se prometió a si misma que se atrevería a saber, en memoria a Circe su magnífica institutriz y una gran mujer con un noble y cálido corazón, que se sacrifico y corrió el riesgo de ser ejecutada para ayudar a una mujer en peligro.

Sí, definitivamente le importaba un carajo que la encontraran leyendo. O quizás le importaba demasiado lo que podría pasarle o las miradas negras de sus hermanas, por que se seguía escondiendo para hacerlo.                                                                                                                                     

Saltó los escalones con notable destreza y siguió caminando hacia el comedor. Entró con prisa y se sentó a la mesa. Al instante reparó en un extraño chico de cabello claro, pecas como estrellas desordenadas sobre el cosmos y lindos ojos azul profundo, que se sentaba frente a ella. -Lyra- dijo su madre  -¿por qué llegas tarde? Sabes que odio comenzar la cena sin todos-. A Lyra se le encogió el corazón e intento disimular la vibración nerviosa de su voz cuando dijo: simplemente me estaba arreglando-  se notaba a kilómetros que no se había arreglado pero no se le había ocurrido otra excusa. Comenzaron a comer, sus hermanas charlaban alborozadas y en cambio ella solo metía bocados pequeños a la boca sin dejar de mirar al muchacho que comía con prisa pareciendo así que no había comido en años -¿quién es él?- preguntó señalando con un leve gesto de cabeza al muchacho, que levantó la vista de su plato y fijó sus ojos azules como el vestido que llevaba Lyra en ella.


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¡Bueno! Es un capítulo corto pero apenas es el comienzo, si les gusta me encantaría que comentaran.

Si estas leyendo esto de corazón te agradesco que la hayas dado una oportunidad a mi historia.

Espero te guste la historia o al menos te haga sonreír, o llorar nunca se sabe                             

¡Espero que tengan lindo día!

𝕷𝖆 𝖈𝖍𝖎𝖈𝖆 𝖖𝖚𝖊 𝖘𝖊 𝖆𝖙𝖗𝖊𝖛𝖎ó 𝖆 𝖘𝖆𝖇𝖊𝖗   ... #PGP2022Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin