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Itadori se encogió entre un mar de almohadas, medio desnudo y bajo las sábanas.

No había luz alguna, las cortinas y la persiana de la ventana estaban cerradas, también la puerta de su habitación. En medio de la oscuridad estaba él y aquel intenso brillo proveniente de su ordenador portátil. Sorbió por la nariz, sollozando por lo bajo.

Lo que había en la pantalla no era una novela triste, no eran sus trabajos calificados con un cero, ni la cantidad de tareas que debía hacer y que no haría hasta el día antes de la entrega, no. Lo que había en la pantalla era su serie favorita, un drama extranjero de romance.

Y, tras veinte capítulos de una hora y media cada uno, los protagonistas se daban la mano y se miraban con una chispa de amor en los ojos.

—Joder... —Sorbió sonoramente por la nariz, sonriendo con tristeza, ¿por qué aquello no podía pasarle a él?

Suspiró, limpiándose el rostro, como si no fueran las cuatro de la tarde y aún tuviera que hacer su tarea de clase. No quería ser responsable, quería amar y ser amado, poder tomar de la mano a alguien y llevarlo al acuario.

Pausó el capítulo para acomodarse mejor, bajo las sábanas. Tenía algo de frío, tomó uno de los cojines que había cogido del sofá del salón y lo abrazó, reanudando el episodio para continuar.

Sin embargo, en medio de todas sus ensoñaciones, la puerta se abrió de golpe.

La luz del pasillo entró con violencia, cegándole durante un breve instante. Podía ver toda la ropa que había usado aquella mañana tirada por el suelo de tarima; la mochila abierta con las cosas desparramadas sobre el escritorio, bajo la ventana; una de las puertas de su armario abierto, junto a la puerta, donde su padre se cruzaba de brazos y lo miraba con severidad.

—Yuuji. —Expresión seria y aquella camisa a cuadros, acababa de llegar a casa de trabajar, lo sabía. Sus ojos de avellana se ocultaban tras unas gafas y no estaban llenos precisamente de amabilidad. —¿Qué se supone que estás haciendo? Deberías estar preparándote para ir a la academia.

No, Itadori no sabía cómo explicarle a su padre que quería su propio drama amoroso donde poder tomar a alguien de la mano. Ni siquiera sabía explicarle por qué estaba medio desnudo y enterrado entre cojines y peluches de colores, con la cara empapada en lágrimas. Y mucho menos sabría darle un por qué al hecho de que la jaula del pájaro estuviera sobre la mesita de noche, con el pobre animalillo siendo testigo de todo.

Probablemente se veía patético. Realmente lo era.

—Estaba descansando. —Se frotó los ojos con frustración, incorporándose. Cerró la pantalla del portátil, apretando los labios cuando el hombre continuó en la puerta, esperando a que se levantara y cumpliera sus obligaciones. —Ya voy...

—Genial, te quiero. —Jin pareció alegrarse y le mostró una sonrisa. —Iré a tomar un par de copas con unos compañeros de trabajo, sé responsable, ¿vale?

Sólo a él. Sólo a él le decía aquella clase de cosas, mientras cerraba la puerta despidiéndose con un leve gesto de mano.

Se cruzó de brazos, hundiéndose en el colchón, irritado. Acabó por incorporarse con lentitud, aceptando que no podría acabar el capítulo hasta después de cenar. Antes de irse a dormir se vería un par más, necesitaba saber si ambos personajes se confesarían o no.

Las cuatro y cinco de la tarde. En cuarenta minutos tenía clases particulares porque era un jodido inútil en el instituto y se enfocaba más en su imaginación que en lo que tenía delante de sus propias narices. Era un desastre, abriendo la persiana y las cortinas, dejando que su cuarto quedara bañado en luz.

Aquarium || GoYuuWhere stories live. Discover now