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Yuuji Itadori se había pasado toda una vida buscando el amor. Arrojándose al mar con la vana esperanza de encontrar algo a lo que aferrarse antes de ahogarse, dejándose llevar por la corriente de la envidia al ver cómo todo su alrededor se regocijaba en ese sentimiento.

Conocer a Satoru había sido un punto y aparte en su corazón, en su cabeza. Le hizo aprender sobre sí mismo, a amarse, a respetarse y descubrir hasta dónde llegaban sus límites. Le hizo darse cuenta de que no serviría para nada amar a otra persona si no se amaba a sí mismo primero.

Le hizo aprender a dar los besos en los que ahora se fundía, comprobar hasta dónde llegaría por proteger a alguien, cuánto se rompería si fuera a perderlo otra vez.

—Te necesito... —susurró, chasqueando sus labios con saliva húmeda —... no es suficiente...

Ya no podía separarse de Satoru, escapar del torpe toque de sus manos en su cuerpo; estar cerca ya no era suficiente, lo necesitaba contra su desnudez, en él, besando su alma. Itadori jadeó en un beso, con las manos bajo la camiseta que le había prestado al albino.

Su piel era suave, tibia bajo las yemas de sus dedos. Quería acoplarse a él de todas las formas existentes, disfrutar de esos suspiros directamente en su boca, beber de ellos como si fuera la mejor fuente.

—Yuu —pronunció Satoru, ahogando sus palabras en un beso desesperado.

La desesperación se fundió con el amor que tanto había buscando, asfixiándolo en el calor de su ecosistema. Satoru accedió a quitarse la camiseta, diciéndose que no podía dejar que todo lo que le habían dicho comiera ese momento especial. Surcos de lágrimas impregnaban sus mejillas de ríos brillantes.

Itadori se arrancó la suya y la arrojó al suelo. Se levantó con prisa, casi chocando su cabeza contra el metal de la parte de arriba de la litera. Sus rasgos se habían vuelto más afilados tras ese tiempo separados, pero su cuerpo había sido curtido con precisión.

Satoru lo miró, tragando saliva. Su pecho trabajado, pectorales suaves y tersos en piel salpicada de lunares y marcas de Sol, el relieve de unos abdominales bajando hasta encontrarse con el elástico de su ropa interior. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que quería tocar y abrazar a Itadori hasta que lo vio así, medio desnudo y mordiéndose el labio.

La voz en su cabeza que le gritaría que eso estaba mal se quedó muda, aplastada por la niebla de la conversación que habían tenido. Ya no tenía por qué reprimirse, ¿verdad? No quería sentirse mal después de lo que fuera que estuviera por venir.

Itadori apagó la luz del escritorio donde su hermano había estado escribiendo esas cartas de amor que intercambiaba con su chico.

La habitación se quedó a oscuras, adornada de agradable penumbra. La figura sentada de Satoru lo recibió con los brazos abiertos, enroscándose en su cintura cuando Yuuji se sentó sobre él a horcajadas.

Satoru se dejó caer hacia atrás, incómodo por lo baja que era la litera. Enredado en el vaivén de su lengua, la respiración fuerte de Yuuji, la forma de los músculos de su espalda contra sus manos, moviéndose de forma felina y atractiva.

—Te quiero —confesó Satoru, sosteniendo su rostro, notando el aliento del chico en su boca —. Mucho.

Un ronroneo se acumuló en la garganta de Yuuji, que se dejó caer a un lado y encerrar contra el colchón.

—Yo también te quiero —sonrió, alzando una mano para acunar el rostro de Satoru. Rodeó su cintura con las piernas, acercándolo más a su cuerpo. Estaba ardiendo —. Quiero... quiero que me hagas el amor, Satoru. Por favor. No creo que pueda aguantar un sólo minuto más sin ti de esa forma.

Aquarium || GoYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora