Capítulo Uno.

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—Alice, Alice —ella apretó mi mano con fuerza—. Escuchame, cariño. Tienes que ser fuerte, ¿si? Tú puedes, luchaste contra miles de cosas y una más no hace la diferencia —las lágrimas caían por su rostro, pasé otro semáforo en rojo y apreté el acelerador. Podía sentir el sabor metálico de la sangre en lo más profundo de mi garganta. Me giré a verla, una vez más, sus ojos azules se abrían con pánico, su piel se encontraba mucho más blanca y su ropa estaba llena de manchas rojas, al igual que yo.
—Hablame, Alice. No te duermas, bebé, no cierres los ojos —la desesperación se oía en mi voz—. ¿Recuerdas cuándo nos conocimos? ¿Lo recuerdas? —asintió—. ¿Qué tan idiota era en ese momento?
—Mucho —la palabra escapó de sus labios de forma silenciosa, casi como un susurro.
—¿Y qué tan idiota soy ahora?
—Mucho —repitió de nuevo, esta vez con un poco más de confianza. El nerviosismo me hizo soltar una pequeña risa.
—Maldición, Alice, incluso en los peores momentos me haces reír. No te duermas, no cedas, no dejes que te aparten de mi, ¿si? No puedo perderte —divisé el cartel del hospital a unos metros de nosotros, y me giré nuevamente para asegurarme de que siguiera despierta.
Pero ella había cerrado los ojos.
—No, no, ¡no! —tomé su mano con fuerza y estacioné en las puertas del hospital.
Me quité el cinturón, apagué el auto y abrí rápidamente la puerta. Corrí al lado de Alice, le tomé el pulso y la alcé en mis brazos, asegurándome de no tocar sus heridas.
Las puertas se abrieron y mi desesperación aumentó al no ver ningún médico cerca.
—¡Ayuda! —exclamé—. ¡Necesito un médico ya mismo!
En un segundo ella fue rodeada por más de 5 médicos, recostada en una camilla y examinada una y otra vez. Yo, por mi parte, continúe tomando su mano.
Recordándole que estaba allí.
Como lo hice miles de veces.

Palabras Mudas: SIN EDITARWhere stories live. Discover now