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Gustabo estaba observando de lejos, en el cementerio, la luz del Sol que golpeaba en diferentes lugares, chocando entre si y provocando rayos a través de los árboles.

Estaba perdido en sus propios pensamientos, recordando sus memorias, el haber conocido a alguien y tan solo perderlo.

Ese era él, mirando el nombre en la lápida: “En memoria de Jack Conway, quién lo dió todo por la ciudad y el departamento de policía”

Ahí, sin más, no había final feliz, y Conway había mentido diciendo que siempre estarían juntos, no cumplió su palabra.

Gustabo sabía que era su culpa, pero no quería aceptarlo, solo quería dormir y no despertar más, lo odiaba pero se odiaba a si mismo por no lograr salvarlo.

Conway merecía estar donde estaba, porque ese era el final de todo, y aún así Gustabo no podía parar de sentirse peor conforme los días pasaban.

Horacio había intentado darle espacio, pero más que eso, no.

Parpadea entonces después de quién sabe cuánto tiempo estar ido en la nada, mira a su alrededor y decide ir a casa, está cansado.

Han pasado solo unas semanas desde que pasó el funeral, nadie ha ido al entierro, ni siquiera Volkov quien consideraba a Conway un jefe ejemplar.

No se preguntaba sus razones, porque al final cada persona sabe lo que hace en su vida.

Recuerda que solo fueron él y Horacio en el momento del entierro, nadie más.

Tenía miedo, de perderse a si mismo de nuevo.

Camina hasta el auto y abre la puerta para dirigirse a casa, espera dormir y no despertar nunca.

Aunque Horacio lo necesita, Gustabo no puede cuidar de su amigo para siempre.

Prende la radio, y comienza una canción lenta, pero agradable, mientras el atardecer está llegando.

Cierra sus ojos, dejándose llevar por el sonido de la canción y solo eso, sin recordar dónde está, imaginándose a si mismo en la escuela, en las calles, cuando era joven y hacia lo que deseaba.

Extraña tener 17 y hacer nada, porque ahora con 24 tiene responsabilidades que aprendió por Conway.

Escucha un golpe en su ventana, sacándolo de su pensamiento.

Es Horacio, está mirándolo preocupado.

Baja del auto sintiéndose perdido ¿Cuándo llegó?

—¿Estás bien?— Horacio pregunta nervioso al respecto.

—Claro, probablemente me quedé dormido, no se, vamos dentro— Gustabo intenta quitar importancia a eso.

Ambos entran a la casa, Horacio le sonríe, una sonrisa nerviosa.

—Hice hamburguesas, ¿Te gustaría probar una?— pregunta un poco más animado.

Gustabo asiente sin decir nada, viendo a su amigo dirigirse a la cocina, por lo que camina hasta el sofá de la sala.

Se recuesta, la televisión está encendida, se pregunta porque Horacio tiene esa manía de tenerla así.

Mira lo que sale en la escena, alguna película casera del año 2000.

No sabe que está pasando o de qué están hablando, y sin darse cuenta, lentamente cierra sus ojos, ganando el sueño.

💫

Despierta sintiéndose extraño, ¿Qué está pasando? Mira su alrededor, está en la misma casa, pero todo se ve diferente.

¿No estaba anocheciendo?

Se pregunta viendo el Sol en lo alto fuera por las ventanas y la puerta de cristal justo al lado izquierdo.

Mira al frente y lo ve, la televisión luce diferente, pero no entiende porque.

Se levanta para ir a buscar a Horacio.

Pero lo que encuentra no se lo espera para nada.

Un joven con cabello oscuro está cocinando algo mientras tararea una canción que suena en una radio arriba del refrigerador.

Gustabo no puede creerlo, tiene que ser una broma.

Un sueño.

Una pesadilla.

Siente que su mundo se viene abajo, pensando que se ha vuelto loco, pero todo se siente muy real.

Demasiado real.

—¿Co-Conway?— pregunta cómo puede, intentando sostenerse de la puerta.

El joven voltea a verlo sonriente y lo ve curioso.

—Si ¿Quién eres?— pregunta confundido.

Y Gustabo no lo soporta más, cayendo en ese preciso momento, porque es demasiado.

Volviéndose todo negro.

descendre // IntenaboWhere stories live. Discover now