𝙲𝚊𝚙 𝚌𝚒𝚗𝚌𝚞𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚢 𝚌𝚞𝚊𝚝𝚛𝚘

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Dixie frunció el entrecejo al ver que los números rojos que marcaban la hora en el reloj sobre la mesita de noche estaban estáticos y no cambiaban de color como normalmente hacían, pero asumió que las baterías estaban por terminarse y en su lugar, tomó su móvil de su bolsillo trasero.

Su entrecejo se profundizó cuando pasó más de veinte segundos mirando la pantalla fijamente -los contó- y los números no cambiaron. Pero esperó otros veinte segundos por si las dudas, lo que no resultó demasiado productivo, ya que en sí la pantalla siguió mostrando que eran las 11:11am del día 22 de septiembre. ¿Qué demonios?

Sin embargo, todo lo que corría por su mente a la velocidad de la luz desapareció cuando Addison abrió la puerta de su habitación e ingresó como si nada.

Vestía ropa demasiado corta, pues los shorts le quedaban ceñidos a medio muslo y dejaban a la vista las líneas definidas de sus piernas, llevaba zapatillas de deporte y una camiseta que más bien era como un top y dejaba al descubierto las líneas de su abdomen bajo y, bueno...

—Oh, vaya, al fin te encuentro —la rubia esbozó una sonrisa y le colocó el seguro a la puerta—. Creí que irías a mi partido de tenis.

—¿Qué? ¿Juegas tenis? —Cuestionó la pelinegra con incredulidad.

—Pixie, ¿estás bien? —Addison se acercó hasta estar frente a su novia y colocó la palma de la mano contra la piel de su frente para comprobar su temperatura corporal—. Parece que no tienes fiebre.

—¿Que no tengo fiebre? —Dixie se cruzó de brazos y rodó los ojos—. Addison, maldita sea, me enciendes aunque no me estés tocando.

Una sonrisa maliciosa se extendió en los labios de la rubia y, como una respuesta automática al estímulo visual, una sonrisa idéntica se instaló en la boca de Dixie, y aunque honestamente no esperó lo siguiente, casi se derritió contra la calidez que desprendía el cuerpo de su novia cuando la rubia la acunó contra su torso y unió sus bocas con prisa.

La pelinegra le dio la bienvenida de buena gana a la invasión que ejerció la lengua de Addison y se aferró a sus hombros mientras se besaban y probaba el labial de fresa en la boca de la chica ucraniana, quien empezó a hacerla retroceder al tiempo que seguía besándola, y sus bocas solo se separaron cuando la parte baja de sus muslos tocaron el borde de la cama y Addison le dio un suave empujón para recostarla en el colchón.

Dixie sintió que su garganta se secó al ver la forma en que su novia enganchó sus dedos en el borde de su crop top y lo sacó por encima de su cabeza. Los músculos de sus brazos y abdomen se flexionaron con el movimiento y honestamente, en serio, la pelinegra deseó poder pasar su lengua por la endidura que dividía sus músculos abdominales y luego frotarse allí.

O incluso mejor, frotarse allí y luego probarse en la piel de Addison...

Su tren de pensamiento se vio interrumpido cuando el delicado pero sólido peso del cuerpo de la chica ucraniana se cernió sobre ella y la rubia empezó a dejar besos a lo largo del hueso de su mandíbula mientras se sostenía parcialmente con la mano izquierda contra el colchón y la derecha exploraba el área de las costillas de Dixie.

La pelinegra jadeó cuando los dedos de Addison encontraron su camino hacia el sur de su cuerpo y entonces sintió la delicada raspadura de las uñas de su novia contra su piel, e imaginó perfectamente las líneas rosadas que causó la caricia, lo que a su vez ocasionó que se removiera con energía ansiosa contra el colchón y sus caderas se elevaran de forma inconsciente en busca de un roce.

—Me encantaría sentirte en mi boca —Addison le susurró al oído antes de seguir acariciando su vientre bajo y mordisquear la piel debajo de su oreja—. ¿Puedo hacerlo, Dixie? ¿Me dejarías probarte? Sé que has estado esperando esto y tengo grandes planes para ti.

—Oh, por... —la pelinegra jadeó y volvió a removerse debajo del cuerpo de la chica ucraniana—. Maldita sea. Sí, por favor.

Una vez que obtuvo el consentimiento, la rubia se incorporó sobre sus rodillas y a su vez, Dixie se apoyó en sus codos para elevarse de forma parcial y ver lo que su novia haría a continuación.

Addison le acarició las caderas con delicadeza antes de tomar el elástico de los shorts de pijama y arrastrarlos por sus piernas una vez que la pelinegra alzó las caderas para permitir que la tela avanzara. Una vez que los shorts estuvieron fuera, la chica ucraniana le dedicó una mirada de arriba a abajo a su novia -misma que hizo que Dixie sintiera una nueva oleada de excitación- con los iris en un tono miel oscuro que evidenciaba su deseo, y si bien la pelinegra esperó que Addison prosiguiera a quitarle las bragas, se sorprendió gratamente cuando su novia le separó las piernas y se tumbó boca abajo en el espacio entre ellas.

—¿Qué estás...

—Shh —zanjó la rubia antes de que pudiera formular su cuestión—. Solo déjame hacer la magia.

Addison tomó el borde de la ropa interior sobre su clítoris y la deslizó hacia un lado para revelar la humedad que la tela cubría de forma precaria, luego esbozó una sonrisa apenas perceptible y procedió a hundir su boca en los pliegues húmedos.

Dixie cayó sobre el colchón, se retorció y arqueó la espalda mientras un gemido ahogado trató de abandonar su garganta ante la sensación de la lengua de su novia arremolinándose contra su clítoris y lamiendo cualquier rastro de humedad. Su mano inmediatamente buscó enredarse en los mechones rubios, y una vez que sintió la suavidad del cabello rozando sus dedos, ejerció un agarre férreo para mantener a la rubia en su lugar y jadeó su nombre en un tono áspero y sin aliento.

—Addi...

—Señorita D'amelio.

Mierda, esa no era la voz de su novia.

La preocupación subió por su espina dorsal pero al mismo tiempo, la lengua de Addison en ella se sentía maravillosa y el roce del cabello entre sus dedos se sentía demasiado caliente, por lo que frunció el entrecejo para concentrarse en el orgasmo que empezaba a crecer en su abdomen bajo y...

—Señorita D'amelio —luego de su apellido, alguien la sacudió y se obligó a abrir los ojos porque, francamente, ¿qué demonios?—. Vaya, se dignó a despertar.

Dixie encontró que al abrir los ojos no estaba en su habitación y Addison ni siquiera estaba en la estancia, pero lo que sí estaba era su libido y la humedad pegajosa entre sus muslos.

A su lado, Avani tenía el rostro contra el pupitre mientras la pelinegra mantenía un agarre férreo en su cabello para mantenerla en su lugar, agarre que Dixie soltó inmediatamente, y luego retrajo la mano con pánico para nada disimulado. Todos en el aula la veían y el profesor Lord se veía disgustado. Avani también se veía disgustada, pero además, tenía el cabello desaliñado y el pómulo enrojecido.

¿Acaso tuvo un...

—Mierda —espetó.

Necesitaba una ducha y definitivamente encontrar una forma de sacar su frustración.

Luego de detención, si la expresión del profesor era un indicio.

"𝚂𝚝𝚘𝚕𝚎𝚗 𝚔𝚒𝚜𝚜𝚎𝚜"Where stories live. Discover now