CAPÍTULO 31

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Durante seis días, mi mundo es de color de rosa. Vivo en un país multicolor como la abeja reina y me siento como una príncipe rodeado de dos personas que me quieren y me protegen.
Yugyeom continúa con sus llamadas y, en su último mensaje, me indica que sabe que Kim Taehyung está conmigo en Busan. Eso me molesta. Enterarme de que Yugyeom sabe sobre la vida de Tae no es plato de buen gusto, pero decido callarme. Si le explico algo a Taehyung, seguro que empeoro la situación.

Él y mi padre se llevan de maravilla y aunque, al principio, mi padre se enfadó con él por haber alquilado una villa, al final entiende que somos adultos y necesitamos intimidad.
Los amigos y vecinos de mi padre rápidamente apodan a Taehyung como «Tokyo», por aquello de ser Japonés y eso a él le hace gracia.
Mi padre, día a día, se emociona con Tae. Noto que le gusta, lo respeta y lo escucha y eso dice mucho de él. Incluso algunas tardes se van juntos de pesca y regresan encantados y felices. En esos días siempre que puedo me escapo para
correr y derrapar un poco con mi moto. Me encanta hacerlo y lo disfruto.
Una de esas tardes mientras estaba el el circuito para una competencia aparece Yugyeom con su moto. Se cruza en mi camino. Ambos nos paramos.
—¿Te has vuelto loco? ¿Qué hace ese tipo aquí?

Molesto por la intromisión, me quito las gafas de protección del casco.
—Te estás pasando. A ti no te importa lo que él hace aquí.

Yugyeom se baja de la moto y se acerca a mí.
Pero cuando me ve vestido con mi camisa roja de cuero con cuello V hasta el abdomen que deja mi pecho al descubierto, las protecciones, las botas, los guantes y el casco, se queda blanco como la cera.
Yo solo puedo sonreír coqueto hasta que veo que tae se aleja de mi padre y camina hasta nosotros.
—¿Me puedes explicar qué haces así vestido? —pregunta con enfado.

—¿No te parezco sexy? —Sonrío.
No contesta a mi pregunta.

—Kook. No quiero que lo hagas. Esto es un deporte de riesgo.

—¡Venga ya…! No digas tonterías —Sonrío de nuevo e intento no darle importancia.

Yugyeom, que nos observa y sé que nos escucha, se baja de su momento y se acerca a mi y con una sonrisa de lo más falsa dice:
—Vamos, precioso… hazles ver el humo y déjalos a todos sin habla.

—Eso haré —respondo.

Yugyeom , que lleva una cerveza en la mano, le pregunta a Tae:
—¿Quieres? —Y sin darle tiempo a responder, continúa—: Toma. Esta cerveza enterita para ti. Yo no comparto nada.

Ese comentario me subleva. Pero ¿qué hace ese inconsciente?
Tae no habla pero puedo percibir su desagrado mientras Yugyeom se dirige a él:
—¿Sabes que «nuestro chico» es especialista en saltos y derrapajes?

—No.

—Pues prepárate, porque, si no lo sabías, hoy te va a quedar bien claro.
Dicho esto, Yugyeom se acerca a mí y me da un beso en la cara.
—Vamos, precioso. ¡Cómetelos!

En cuanto nos quedamos solos, Taehyung me mira, molesto.
—¿A qué venía eso de «nuestro chico» y lo de «compartir la cerveza»?

—No lo sé —respondo incrédulo por lo sucedido.

Tae no es tonto y nota como yo la mala baba en las palabras de Yugyeom. Resopla, maldice y aparta su mirada de él.
—Te vas a hacer daño, kook. No sé cómo tu padre te permite hacer esto.

Eso me hace reír. Señalo a mi padre, que está con sus dos amigos haciendo los últimos arreglos de mi moto.
—¿De verdad crees que mi padre está preocupado?

Tae lo mira. Lo estudia durante unos segundos y acaba dándose cuenta de la felicidad en su rostro.
—Vale… pero el hecho de que él no esté preocupado, no quiere decir que yo no deba estarlo.
Sonrío, me acerco más a él y, sin importarme que Yugyeom nos mire, me subo a una caja que hay en el suelo para estar a su altura y acerco mi boca a la suya.
—Tú tranquilo… pequeño. Sé lo que hago.

Consigo que tae curve los labios y casi sonría. Le doy un beso que me sabe a gloria.
—Por tu bien —me dice, serio—, más vale que sepas lo que haces o te juro que luego te lo haré pagar.
—Mmmmm… ¡eso me encanta!

—kook… hablo en serio —insiste.

—Venga vaaaaaaaa… si esto para mí es un paseíto.
No sonríe. Yo sí.
Escucho la voz de mi padre que me llama. Tengo que salir a pista. Doy un rápido beso a tae, me bajo de la caja y suelto su mano para acercarme hasta mi moto.

Mi padre la acelera y la revoluciona. Yo grito feliz y lleno de emoción, mientras tae cada vez arruga más el entrecejo.
Diez minutos después estoy en pista con otros participantes con la adrenalina por los aires, saltando y corriendo sin ser consciente del peligro. El motocross es una combinación de velocidad y destreza, y ambas cosas unidas me gustan.
Siempre he sido un osado alocado. Derrapo en curvas cerradas, salto baches con cambios de rasantes y mi mono se llena de barro mientras mi adrenalina acelera mis movimientos y soy consciente de que mi
posición en esa carrera es buena. Termino entre los cuatro primeros y paso a la segunda ronda.
Tae está blanco como el mármol. Lo que acabo de hacer y las caídas que él ha visto en otros participantes apenas lo dejan respirar. Pero no tenemos tiempo de hablar, he de participar en la siguiente manga y así sucesivamente hasta que sólo quedamos seis participantes.

Mi padre, junto a sus amigos, gritan como locos mientras hacen los ajustes de mi moto. Yugyeom, un experto en motocross, me da instrucciones sobre otros participantes y yo lo escucho. Saben que lo hago bien y saben que puedo ganarme el premio. Pero yo no puedo dejar de buscar a Tae. ¿Dónde está?

—Conejito—dice mi padre—. Taehyung se ha marchado para la villa.

—¡¿Cómo?! —preguntó boquiabierto.

—Lo que te digo, hijo. Ha dicho que prefería esperarte ahi. —Y, acercándose a mí, murmura—: Ese hombre lo estaba pasando fatal, hijo. Aunque, ahora que lo pienso, no sé si era por verte dar saltos en la pista o por la presencia de Yugyeom y sus atenciones.

—Papáaaaaaaaaaaaa —le regaño al verlo sonreír.

Pero no podemos continuar hablando. La nueva manga comienza y tengo que ponerme en la salida. Mi concentración flaquea, pero mi mala leche está por todo lo alto. Tae se ha ido y eso me enfada. Cuando la carrera da comienzo, salgo disparado como una flecha. Salto un montículo, dos… tres, derrapo, acelero y cojo varios baches seguidos antes de derrapar. Al final entro la segunda y grito de felicidad.
Mi padre, su amigos y los míos corren a abrazarme. Estoy totalmente embarrado, pero he vuelto a conseguir hacerlos vibrar. Cuando me sueltan, es Yugyeom quien me coge entre sus brazos demasiado efusivo.
—Felicidades, precioso. ¡Eres el mejor!

—Gracias y suéltame.

—¿Por qué? ¿Acaso a tu tae no le gusta compartir a su hombre?

—Suéltame, idiota, o juro que te golpeó aquí mismo —gruño ofendido.

Cinco minutos después, en el improvisado podio, disfruto feliz al ver a mi padre, aplaudir junto a Yugyeom, orgullosos de mí. Yo levanto el trofeo y soy consciente de que me hubiera gustado que Taehyung estuviera allí.

Mi Jefe El Sr. kim       (TAEKOOK) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora