Capítulo XII

1.6K 172 35
                                    

12 - ¡Soy su suegro!

Tal como había dicho Emily, dos días después anunciaron la competición. Se celebraría en un mes y se realizaría en Toronto, que nos quedaba a menos de media hora y por ello la francesa había vuelto

Después, tendríamos tres semanas. Y en aquellas semanas nos reencontraríamos con Miya.

De momento, me limité a entrenar diariamente y prepararme.

Por otro lado, había conseguido ir al cuartel que me indicó el señor Roy y recuperé algunas cartas que tenían, tanto de remitente como destinatario, el apellido Fukishima, el de mi familia materna.

—Léelo —pidió Miya, arropándose entre sus mantas.

—¿Que haces en la cama?

—Iba a echarme una siesta —elevé una ceja, pero lo dejé pasar. Aquí era por la mañana, así que allí debía ser por la tarde.

—Bien —suspiré abriendo la primera carta y mentalizándome de tener que traducir todo aquel inglés al japonés— Querida Meri, después de estos años aún te recuerdo. Tal vez no lo hagas, porque eras tan solo una niñita cuando te enseñé todo sobre nuestra familia y los poderes que tenemos. Falta poco para volver a vernos y te podré enseñar como usar todo el poder que tienes en tus manos. Atentamente... Tu padre.

Elevé la mirada hacia mi movil, donde Miya me mirava atento a lo que decía.

—¿Quién es Meri?

—Mi madre —suspiré— El remitente debe ser mi abuelo Laurence.

—Continua —me pidió. Asentí y agarré otra carta con el mismo apellido.

—Te recuerdo, papá —empecé— Se quien eres, y estoy esperando que me muestres todas tus grandes enseñanzas sobre La Roja. Deseando verte por fin, Mérida.

—La Roja... La Mafia Roja... —pensó Miya en un murmuro— Mi familia es la Mafia Blanca, Maya —su mente se iluminó.

—Sí, llegué a la misma conclusión, pero estoy atascada.

—Escucha, en tres semanas voy a estar allí contigo. Resolveremos esto, lo prometo

Suspiré. Si, quería saber todo lo que había detrás, pero no quería estar todos los días hablando de ello con Miya. Cambié de tema rapidamente.

Varios minutos después, hablando, Miya soltó un bostezo y no pude evitar sonreir. Él se quedó viéndome y se acurrucó más entre las mantas.

—Tengo sueño, de verdad —dijo.

—Pues duerme —me reí.

—Y también tengo ganas de verte... —siguió hablando con voz adormilada.

—Y yo.

—Tengo miedo de que se caiga el avión —arrastraba las palabras.

Solté una carcajada y decidí que era hora de despedirse.

—Hablamos luego, ve a dormir. Te quiero.

Miya soltó otro bostezo y sonrió

—Yo más —correspondí la sonrisa y colgué.

.

El día que fuimos a buscar a Miya y a su madre al aeropuerto fue el día mas helado que tuvimos ese año. De hecho, nevó.

Me abracé a mi misma por encima del abrigo mientras, con la mirada, buscaba a madre e hijo entre la gente que salía.

Entonces vi a una bolita verde fosforito al lado de una mujer con un abrigo negro. Sonreí al verlo desorientado buscándonos.

Next To You - Miya ChinenWhere stories live. Discover now