13.

1.2K 180 82
                                    

Habían pocos momentos en la vida de Nina Berner dónde su cabeza no maquinaba miles de pensamientos por segundo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Habían pocos momentos en la vida de Nina Berner dónde su cabeza no maquinaba miles de pensamientos por segundo. Cuándo dormía, luego de tomar sus pastillas o cuándo estaba sobre sus puntas y dejaba ir toda la frustración que podía habitar en su interior por medio del baile, lo único que se le daba realmente bien.

El baile fue lo que la ayudó a canalizar sus sentimientos cuándo todavía seguía viviendo con sus padres biológicos, quizá no podía practicarlo, pero simplemente confeccionar zapatillas de lana y ver películas infantiles dónde bailaban era más que suficiente para hacerla sentir un poco mejor después de tanto sufrimiento. Y cuándo fue adoptada por la familia Berner sólo pudo aumentar su amor por esa disciplina, más aún al ser totalmente alentada por sus padres adoptivos para que asistiera a una academia.

Sus pies se movían al ritmo de la suave melodía del piano que sonaba a través de esa pequeña grabadora que tenía en esa habitación y sus manos acompañaban los movimientos con gracia, al igual que la postura de esa muchacha que no dejaba de centrarse en el siguiente paso que debía dar. Porque si ella dejaba de pensar, aunque sea un mísero segundo, en sus pasos, sabía muy bien que se repetiría esa escena en su cabeza y eso era algo que no deseaba.

El día anterior fue esa terrible cena dónde Jean terminó gritando en la cara de todos sus familiares que ella no era nada más que una maldita conocida para él y que nunca saldría con alguien como Nina Berner. La pelirroja no había tardado demasiado en volver a la mesa acompañada de su prima mayor, pero el ambiente incómodo ya se había instalado entre todos los presentes y no pudieron llegar al postre puesto que Jean salió de la casa con la excusa barata de ser llamado por su madre.

Nina había colocado una enorme sonrisa que no llegaba a sus apagados ojos verdes para no preocupar a sus tíos o sus padres y siguió la velada como si nada hubiese ocurrido, cosa que sus familiares imitaron a sabiendas que nada estaba tan bien como la pelirroja quería hacerles ver, pero ellos sabían mejor que nadie que no debían presionarla bajo ninguna circunstancia.

El pie derecho de la Berner no logró una caída limpia cuándo su salto fue concluido y Nina no pudo evitar lanzar un suspiro de frustración mezclado con el leve dolor que le provocó. No llegó a tropezarse y agradeció que no hubiese sido demasiado el daño, sólo volvió a colocarse en primera posición y comenzó nuevamente con los delicados pasos que conformaban parte de la coreografía que intentaba perfeccionar desde que la profesora se las enseñó.

Su corto cabello estaba firmemente agarrado en una coleta baja, las mallas negras que utilizaba en sus piernas se sentían como una segunda piel y el leotardo blanquecino combinaba perfectamente con su piel dejando ver pequeñas pecas por todos sus hombros. Extendió su cuello haciéndolo parecer más largo de lo que era y volvió a intentar el condenado salto que no lograba perfeccionar.

Sus pies abandonaron el suelo y una perfecta sonrisa cubrió sus labios al colocar los brazos de una manera perfectamente alineada antes de aterrizar en el suelo con la gracia que caracterizaba a la pelirroja. Totalmente satisfecha por su salto se levantó sobre una de sus puntas con elegancia y dió el giro que precisaba la coreografía. Por un segundo perdió el equilibrio y terminó cayendo sobre su trasero lanzando un enorme grito de frustración que resonó en esa habitación totalmente vacía.

Queen of disaster; Jean KirsteinWhere stories live. Discover now