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Nina Berner tenía mucho más problemas de los que realmente mostraba al mundo

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Nina Berner tenía mucho más problemas de los que realmente mostraba al mundo. No era extraño para ella ocultar sus sentimientos detrás de sonrisas falsas y medicamentos para sentirse un poco menos miserable, pero habían ocasiones dónde todo se desbordaba y quedaba únicamente la sensación de esta pérdida en medio del mar sin ningún salvavidas a su al rededor y un peso en su espalda que no la dejaba nadar con libertad.

Estaba viviendo uno de esos momentos.

Se encontraba en una bañera repleta de agua caliente, intentando tranquilizarse un poco luego de esos días tan estresantes que estuvo viviendo, no dudó mucho en hundir su cabeza tirándose para atrás para quitarse alguna especie de peso en su mente. No duró mucho debajo del agua, quizá era por lo exhausta que se encontraba o porque había perdido el aire mientras corría a su hogar luego de tener ese pequeño ataque de nervios en medio de la calle por culpa de su propia mente.

Nina no sufría de alucinaciones, pero si era una persona sumamente paranoica con ese asunto, muchas veces confundió hombres en la calle con el bastardo que arruinó su vida, quizá sus propios nervios estaban jugandole una mala pasada. Intentó no pensar demasiado en ello, tenía otros problemas más importantes en los que centrarse, o de eso se quería convencer.

Negó con la cabeza a la par que comenzaba a lavar su corto y lacio cabello rojizo, ese que había heredado de su madre biológica, al igual que las bonitas constelaciones que marcaban sus hombros, cuello, rostro y hasta su espalda. Un pequeño suspiro brotó de su labios a la par que seguía lavando su cuerpo sin centrarse en esas cosas que tanto odiaba del mismo, era más fácil así.

Debía tomar sus pastillas luego de su baño y verificar los presupuestos que los clubes que estaban listos. Hitch le había dejado la mayoría del trabajo sobre su espalda poniendo excusas idiotas que Nina no se creía, aún así sonrió y aceptó que la rubia cenizo le dejase su trabajo, quizá la mayoría pensaba que la pelirroja era una estúpida ingenua que no entendía como la usaban, pero ella no era ninguna imbécil, sólo se hacía pasar por una.

Pasó un tiempo largo antes que saliera de la bañera para encaminarse hacia el lavabo y fue en ese momento que sintió la presión más fuerte en su pecho. El enorme espejo reflejaba perfectamente la delgada figura frente a él, las pecas que estaban dibujadas por la mayoría de la superficie, los hombros pequeños, el largo y estilizado cuello, el bonito rostro de suaves facciones, y lo que más asco le generaba, esas horrendas quemaduras de cigarro que cubrían gran parte de sus pequeños pechos.

Su terapeuta le repitió una y otra vez que debía hacer las paces con su cuerpo, pero no sabía como hacerlo cuándo éste era la constante evidencia de todos los sufrimientos que vivió en edad temprana. Se tragó la amargura que todo el asunto le generaba y subió su mirada hacia su propio rostro, en ese momento sonrió, una enorme sonrisa falsa y forzada que intentaba esconder la realidad detrás de Nina Berner, una sonrisa que la mayoría conocía y amaba, entonces, ¿para que cambiarla?.

Queen of disaster; Jean KirsteinWhere stories live. Discover now