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C A P I T U L O       2

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A veces solía encerrarme bajo candado en mi mundo y me ponía a escuchar Snowman de Sia. Últimamente sentía que esa canción nos identificaba bastante a los dos, incluso me daba muchas ganas de gritar al cielo y dedicarle varias estrofas. Sin embargo, solo me quedaba callada porque si lo hacía era muy seguro que me rompería otra vez y Noah no estaba en casa de mis abuelos como para que pudiera reponerme.

Me acosté en las hierbas y extendí mis extremidades como si fuese una estrella de mar, conecté mis auriculares a mi celular, puse esa canción especial y miré al cielo recordando cosas antiguas, pero que eran felices. La angustia jamás se fue de mi vida, continuaba atorada en mi corazón lista para esfumarse cuando yo me sintiera preparada para soltar el pasado, algo que no ocurriría nunca. Por más que estuviera en manos de profesionales de la salud yo seguía sin esperanzas de que algo bueno ocurriría en mi vida a tal punto de curar mis heridas.

Al menos Noah y yo no corríamos peligros pues Xián y Daniel estaban muertos y mi hermano andaba por ahí prófugo después de haber matado a su jefe. Nadie se dio cuenta cuándo se escapó ya que los policías y guardias se centraron especialmente en el cabecilla y sus otras ratas. Tomás al menos salvó mi vida disparando muchas veces a Xián porque era evidente que ese hijo de puta iba a matarme también a mí y cumplir en totalidad su promesa.

Noah decía que mi hermano debía permanecer escondido toda su vida porque si la gente de Xián lo encontraban lo iban a torturar hasta matarlo por haber sido un traidor. A mí me daba igual si un día de estos en los medios aparecía la noticia que hallaron su cadáver, yo no tenía nada que ver con esa clase de persona. Por mí podía pudrirse en el infierno con toda su gente.

Una sombra me cubrió todo el cuerpo, desvié los ojos y vi a mi abuelo con las manos en los bolsillos de su pantalón beige. Suspiré algo cansada, esperaba estar sola por un rato, pero solo duré una canción entera. Me senté y él se ubicó a mi lado con lentitud, me quité los auriculares y dejé que él iniciara la conversación como costumbre. Mi abuelo comprendía mi dolor puesto que cuando era joven su primera novia murió en un accidente. Por esa razón solía darme mi espacio y mi tiempo, no como yo quería; no obstante, lo respetaba, aunque sea.

También cada vez que yo visitaba su casa quitaba todas las fotografías de mi familia y en especial las de mi hermano, a veces dejaba los portarretratos de mi madre porque solo ella fue la inocente de esa historia tan horripilante. De mi padre yo no quería saber casi nada ya que de alguna manera él fue parte del asesinato a los Arias Paz, jamás debió involucrarse con gente mala por una ambición que no le llenaba más que solo los bolsillos. Algunos días sentía que mi familia únicamente era mi madre, mis abuelos y ahora Noah.

—¿Helado? —ofreció mi abuelo para romper el hielo.

—No. Te agradezco, abuelo.

—¿Algún postre que se te antoje? Sabes que soy capaz de ir a la tienda más lejana para complacerte.

Sonreí apenas. Realmente mi abuelo era capaz de conseguir cualquier cosa con tan solo verme bien, lástima que mi deseo estaba muy lejos de su alcance. Asentí con la cabeza y me esforcé en subir ambas comisuras, aunque fuera falsa esa actitud.

—Lo sé, pero estoy bien —le convencí.

Él permaneció callado mientras arrancaba algunas hojas de la hierba, me agradaba más su compañía que la de mi abuela porque ella a cada tanto hablaba de Oliver creyendo que me hacía bien por más que todo el mundo le repitiera que dejara de hacer eso. Era algo terca con sus pensamientos de que podría sanarme viajando a un pasado que para mí era bastante tormentoso, solo a Noah le permitía hacer eso. Quité los auriculares del celular y dejé que la música tan nostálgica llenara nuestros oídos... o mi alma.

El chico de las constelaciones #2Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt