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C A P I T U L O      7

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Al lado de André se encontraba de pie Noah quien se tomó la molestia de venir a la cafetería para poder hablar conmigo de lo ocurrido hace una hora. Ambos estábamos más tranquilos y sin ganas de sacarnos los ojos mutuamente. Nuestro jefe se levantó de la mesa dándole un par de palmadas en la espalda de Noah y le invitó a sentarse, mientras él se marchaba a llamar a algún camarero ya que el lugar parecía estar sin gente más que el muchacho que cuidaba la caja registradora.

—Siento mucho lo que sucedió en el bar —dije cabizbaja. Me dolía mucho lo que sucedió entre nosotros, detestaba cuando discutíamos por tonterías, pero esta vez fue bastante fuerte y es que yo tenía razón para estar enfadada con él. Noah no tenía la libertad de contar mi intimidad ni yo la de él, se había pasado de la raya; sin embargo, también me sentía mal por haberle gritado y golpeado—. Lo siento, Noah.

—El que debe disculparse soy yo —susurró. Me llevé una sorpresa cuando su mano se apoyó en la mía dándome calor. Elevé la cabeza y me encontré con sus ojos grises estando afligidos—. No debí divulgar algo tan íntimo a alguien que no es parte de tu entorno. Pero hay una razón por la cual lo hice y te parecerá egoísta, yo también lo tomo así —se justificó con culpa.

Lo observé con más atención preguntándome de qué se trataba. Noah era alguien que guardaba los secretos mejor que cualquier persona, tenía respeto con la intimidad del otro, pero un motivo grande le había empujado a hacer semejante cosa. Su mirada cayó en nuestras manos juntas, podía notar a través de sus ojos que no quería alejarse de mí y yo tampoco lo quería, pero tenía que irme para poder sanar y dejar a esas personas de mi alrededor en paz, saber que ellos estaban al tanto de mi salud me ponía bastante mal porque no tenían que cargar con mis problemas teniendo los suyos.

—¿Por qué? ¿Cuál es la razón?

—Sé que con el tiempo te quieres mudar y buscar otro trabajo —dijo eso último en voz baja para que André no nos oyera, aunque él estaba a diez mesas lejos de nosotros—. Y me da miedo perderte a ti también, Luz. No quiero que te alejes de mí, eres la única persona a la que tengo... Mi familia no me hace caso y no tengo a mi hermano conmigo... Tú eres la única persona que tengo —repitió—. Estaré solo si te pierdo también. Por eso le conté a André la razón de tu comportamiento, me daba miedo que te echara del trabajo y que fueras por otro y... pues... te fueras lejos y suceda lo que mencioné.

Noah clavó sus desesperantes ojos en mí y presionó su agarre en mi piel, como si necesitase saber de esa manera que yo estaba con él y no a kilómetros de distancia, o a una vida. ¿Ahora cómo iba a decirle que estaba a punto de romper el cerdito que tenía de alcancía para agarrar el dinero y comprar un boleto de avión? ¿Cómo iba a decirle que estaba a horas de tomar un avión e irme a otra parte? ¿Cómo iba a decirle que estaba a un paso de empezar una vida nueva para poder sanar de una buena vez? Simplemente, no tenía forma de hacerlo, le rompería el corazón. Sin embargo, no podía detenerme, a lo mejor Noah me extrañaría los primeros días y luego de unos meses se olvidaría de mí. Porque lo haría, ¿verdad?

Cuando venía al café pensé mucho sobre mi decisión de escaparme, la primera opción era irme a Estados Unidos y la otra a Inglaterra, más bien mi paradero elegiría el dinero que tenía guardado. También en mi mente estuvo Noah y mi familia, me jodía bastante la idea de dejar todo atrás, pero esa horrenda historia que atravesaba desde pequeña tenía que tener un punto final para empezar un libro mejor donde el dolor estuviese muy lejos. Tal vez ellos entenderían la razón por la cual me fui, quizá con una llamada telefónica al mes se conformarían, no estaba muy segura de eso.

El chico de las constelaciones #2Where stories live. Discover now