⚜️Capítulo 44⚜️

377 26 0
                                    

A los 12 años de edad, mi entrenamiento mental dio inicio oficialmente, pues desde que tengo uso de razón y memoria, fui adoctrinada para soportar las bajezas a las que sería sometida, durante mi crecimiento.

Me enviaron con los monjes tibetanos, los cuales tienen la teoría de que tu cuerpo es uno con el universo, al liberarte de toda atadura terrenal. Debes dejar tu conciencia vacía y liberar tu ser terrenal de toda atadura existencial, para que tu ser espiritual se eleve y seas uno con los elementos.

Pues bien. He sentido infinidad de veces que estoy vacía pero justo en este momento, ese vacío es tan real que puedo llegar a pensar en mi como en un agujero negro.

Tan real, que intento no respirar, por que en los sueños te falta el olfato ¿no? Tan real como la lluvia que moja mi piel mientras observó con fijeza la caja de madera cubierta por la bandera de la nación, esa misma que descenderá lentamente, llevándose dentro de ella, el cuerpo de la única persona con la que comparto sangre y ADN. Y aún así, el universo no me revela, lo bueno de ser uno con él.

Después de dos días en los que la consecución de los hechos es algo confusa para mí, pues solo recuerdo llegar al hospital y alguien decirme "lo sentimos capitán, pero acabamos de darle muerte cerebral a la teniente Ross" entre en estado catatónico y no sé que fue de mi esos días.

Se que Vinc, Derek, Ámber, Alex, Hanna y Fiorella, me sostuvieron en algún momento. Sé que la ministra estuvo viéndome desde algún punto de la habitación de Emma, mientras yo me negaba a soltarla y permitir que la desconectaran. Sé que Martínez lloro su perdida junto a mi, diciendome cuanto la amaba. Pero no sé en que orden pasaron las cosas.

Ahora estamos todos con nuestro debido uniforme, en formación finme, en muestra de respeto. Tengo todas mis cosa de regreso, aunque no sé como llegaron a mi tampoco pero estamos despidiendo a mi pequeña en el cementerio, no es como si me importara lo que traigo puesto.

Ella es la última víctima de Zare, de solo pensarlo me dan ganas de salir corriendo a incendiar el mundo y no parar hasta encontrarlo, y hacerlo pagar por esto. Y lo haré a cuquier costo.

No he puesto atención a las palabras de nadie, ni siquiera a las del sacerdote, que le dio el último adiós a mi hermana ¿Sabrá el clérigo que Emma era renuente a las creencias religiosas? no lo sé y no me importa en este momento, yo ahora mismo no creo ni en mi sombra.

Solo soy consciente de la mano de Alex sujetando la mía, la calidez de su anatomía cuando se acerca para preguntar alguna cosa, que me niego a contestar, y de los suaves sollozos de las chicas a mis espaldas. Lo demás es solo basura auditiva, en medio de la bruma dolorosa que me azota.

- Es tu turno bonita - me indica Alexander suavemente, despertándome de mi letargo. Me acerco a la caja de madera para recibir de los chicos, la bandera que cubre su ataúd. Los disparos son lo siguiente que se escucha en el campo santo y con ellos, la determinación que acaba de sacarme de mi aturdimiento. Yo lo jure, y nunca faltó a mi palabra, Zare pagará con su vida por todo lo que me ha quitado, nunca he fallado en una misión, jamás y si tengo que ir al infierno por él, pues que tiemble cataha (satanas) - Scar... es hora de irnos amor - la preocupación en su voz, remueve algo dentro de mí. Al percatarme de nuestro entorno, descubro que estamos solos. Lo has pensado por horas al parecer. Centro la vista una vez más en la foro de mi hermana.

- Romina Volkov nunca hizo nada por proteger a sus hijos, de las crueles enseñanzas de Vladimir y siempre apoyo toda clase de bajezas, con tal de permanecer en su gracia - relato, sumergida en el recuerdo de la primera vez que vi a mi pequeña en brazos de mi madre. Trago con dificultad, negandome a llorar más, por que no tiene sentido seguir llorando su pérdida, cuando seguiré hasta perderlo todo - a escondidas de él, solía decirme que me quería mucho y que lo sentía por no protegerme, pero que ese era mi destino, el trabajo que Dios asignó para mi y no podíamos hacer mas que recorrer el camino que nos fue designados al nacer. Era tan pequeña que no lograba comprender el por qué me decía tal cosa ¿por que debía ser yo quien sufriera todo aquello? Pero me resigne a que era lo que debía hacer por mi familia, aún cuando esta no mostrará compasión alguna por mi persona. Al margen de la sociedad, en completa soledad y sin una esperanza de una vida mejor, pensé que la muerte sería un descanso justo para mí joven alma atormentada, hasta que nació Emma Alice Volkov Lacoutir y mi mundo giro en otro sentido. Un motivo para respirar, más allá del deber, nació con ella ese día - mis ojos se posan en la foto de mi pequeña nuevamente, esta con su uniforme de gala, estoy segura de que fue tomada durante la seremonia de su grado, me perdí muchos momentos importantes a su lado, por estar perdida en mi dolor y no supe valorar que aún la tenía a ella. Sonrio ligeramente, por que se ve hermosa en la imagen. Ella tenía razón, nunca estuve realmente a su lado - ya a mis 7 años, había vivido cosas que jamás imaginarias, me sentía cansada de tener que despertar en las mañanas, para seguir sufriendo pero cuando la vi... cuando sus enormes ojos azules, iguales a los míos, se posaron en mi, supe que algo cambiaría para bien en mi vida. Por eso cuando mi madre me suplico protegerla sobre todo lo malo, me jure que sus ojos conservarían la inocencia que a mi me robaron y... ella viviría una vida diferente a la mía, donde no sería lastimada por quienes debían protegerla, donde reiria de felicidad pura y no por ocultar su dolor, que no viviría con el temor de ser corregida, jure que la protegería de todos pero falle, le fallé...

La leyenda de escarlata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora