24. Último pensamiento

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A la persona correcta,
tu mundo no le dará miedo,
sino ganas de conocerlo.
~Rafael Cabaliere
 
 
 
 
 
Una suave música de jazz se oye desde algún lugar del salón. El detective parece tener siempre la música adecuada para cada situación.
 
La cremallera del pijama baja lentamente hasta el ombligo del peligris y Seokjin no puede dejar de verlo, casi en cámara lenta.
 
Embelesado por tal espectáculo, sus brillantes ojos se mantienen hechizados por cada palmo del moreno cuerpo.
 
El pijama cae por los fuertes hombros y la tela se sostiene de su firme cintura.
 
Las grandes manos comienzan a acariciar suavemente la propia piel de su pecho, bajando por su marcado vientre y volviendo a subir rumbo a su cuello.
 
¡Oh Dios!
 
¡Qué injusticia más grande!
 
El novelista tan lejos y sin poder tocar al Adonis frente a su pantalla.
 
Justo en estos momentos se arrepiente de contener sus más bajos instintos cada vez que lo ha tenido cerca.
 
Aquellos instintos que solo salen a luz cuando el alcohol le deja vía libre y echa fuera a la razón.
 
Su siempre cuerda y juiciosa mente le exige tener sus deseos bajo control. Está empecinada en demostrar que las relaciones no pueden basarse sólo en lo físico.
 
¿Es acaso un animal en época de apareamiento?
 
Cada detalle del peligris le encanta, pero sabe aún muy poco sobre su vida.
 
Quiere conocerlo más a fondo. Apreciar todo su ser no sólo por fuera, sino también por dentro.
 
Pero luego ve aquellos cautivantes surcos sobre su piel, delineando cada músculo de su dorada anatomía que parece quitarle el aliento.
 
El leve vaivén de las caderas del peligris al compás de la música hacen tortuoso seguir viéndolo sin dejar de pestañear.
 
Los morenos dedos bajan seductoramente por su bajo vientre, disfrutando de tener los castaños ojos fijos sobre él, jugando en el camino rumbo a la búsqueda del fruto de su deseos.
 
El escritor entreabre los labios. Tiene la boca seca y desliza la lengua lentamente sobre su carnoso labio superior.
 
Está a punto de perder la poca cordura que le queda.
 
—¿Te gusta lo que ves, lobito?
 
¡A la mierda el juicio!
 
La razón se irá al demonio la próxima vez que vea al detective. Eso lo tiene por seguro.
 
La suave música lo envuelve a través de los auriculares conectados al teléfono y su mente ya no puede pensar en nada más.
 
Lo desea.
 
Su cuerpo, su mente y su corazón.
 
Lo desea.
 
Al punto que se le hace difícil incluso respirar si no lo tiene cerca.
 
Sin embargo, su conciencia le sigue alertando que hay algo que se le olvida.
 
Quizás...
 
¿Que no está solo en la lujosa habitación del hotel?
 
—¡Hola Hyung!— dice Jungkook asomando inocentemente su negra cabellera en la pantalla del teléfono.
 
—¡MIERDAAAAAAAA!— gritan ambos al unísono.
 
Namjoon se gira rápidamente, dejando sólo ver su descubierta espalda y parte de su ropa interior que sobresale por la poca tela del pijama que aún lleva puesto, hasta la mitad de su cuerpo.
 
Seokjin, nervioso, pone con rapidez boca abajo el teléfono, cubriendo la pantalla del celular.
 
—¡Dios, Kookie! Me asustaste. Olvidé que estabas aquí.
 
—Lo siento. Yo sólo quería saludar— comenta el asistente entre risa y pena. —Me voy, me voy.— Camina con gracia de espaldas hacia la puerta, con las palmas de las manos hacia el frente, en signo de rendición. —Le dejo con sus "ejercicios" online. Juro que no he visto nada de nada. Dígaselo a Namjoon-hyung, por favor. No quiero que mi cuello peligre cuando volvamos a Corea— termina por decir antes de salir de la habitación.
 
Seokjin vuelve a incorporar el teléfono, pero esta vez ya no oye las sensuales notas del piano y la sutil guitarra acústica.
 
Ve al peligris de frente, sentado en el sofá, observándolo fijamente mientras sostiene su mentón con una de sus manos. Sigue con el pijama a medio poner, con el bronceado pecho descubierto y semidesnudo. Mantiene la piernas cruzadas una sobre otra, moviendo lentamente uno de sus pies.
 
—Namjoonnie, lo siento. Me distraje al verte. No recordé que Kook seguía aquí y yo...
 
—Shh, Shh, Shh...
 
Namjoon lo calla poniendo el dedo índice sobre sus propios labios. Sigue examinándolo con detenimiento, entrecerrando los ojos, dejando sólo ver la mitad de sus azuladas pupilas.
 
Su profunda mirada lo intimida.
 
El novelista baja la vista con timidez, avergonzado, mordiendo nervioso sus labios. El peligris parece enfadado, pero extrañamente esa mirada también logra encender cada partícula de su ser.
 
¿Es normal sentir una notable erección en sus pantalones cuando parece que lo están regañando?
 
Seokjin intenta apretar las piernas en su asiento y agradece a todos los cielos que en la pantalla no se vea la parte inferior de su cuerpo, donde un maremoto de sensaciones está por desbordarse.
 
—Ca-cho-rro  ma-lo— pronuncia finalmente el detective con ronca voz, sin dejar de vigilarlo, mientras gira un extraño artefacto en la otra mano. —Creo que necesitarás un castigo cuando regreses.
 
Los asombrados ojos del escritor se abren aún más al mirar el peludo objeto.
 
—Es una... ¿Cola?
 
—Así es, bonito. Lo compré para ti al salir esta mañana. El complemento perfecto para tus orejitas de lobo— dice mientras sonríe de medio lado, jugando entre sus dedos con el pequeño plug en forma de cola.
 
—Ehmm... bueno... Nunca he usado uno de esos. De acuerdo. Me parece un castigo... razonable. —dice notablemente sonrojado.
 
 
Seokjin ama ser admirado y elogiado.
 
Sabe que su increíble belleza natural despierta los instintos tanto de hombres como mujeres.
 
Sin embargo, al no tener pareja durante mucho tiempo, odiar los encuentros casuales y rechazar a varios pretendientes; Seokjin se veía forzado alguna que otra vez a usar un dildo para darse placer.
 
Pero jamás usó un plug.
 
Al contrario de lo que pudiera pensarse de un escritor de literatura erótica, su experiencia es ínfima en la materia.
 
La mayoría de sus fantasías sexuales provienen de escenas vistas en televisión o internet y las plasma en los libros de su utópico mundo Omegaverse. Solo allí se siente libre de dar rienda suelta a su imaginación sin ser mal visto.
 
 
Existe una idea equivocada en la sociedad sobre las personas homosexuales. Se suelen creer que todos son fáciles, promiscuos y con un amplio recorrido en el ámbito sexual.
 
La libertad de amar y disfrutar de la sexualidad siempre estará mal vista.
 
Un pequeño porcentaje de personas ni si quiera han podido disfrutar a plenitud de ser como son, ni aventurarse a navegar por los más profundos placeres de la carne.
 
Y en ese pequeño porcentaje está Seokjin.
 
En su juventud nunca pasó más allá de los besos o algún uno que otro ardiente tocamiento. Perdió la virginidad en la fiesta de fin de curso de la Universidad, de una forma que ni recuerda por el exceso de alcohol que bebió aquel día.
 
Los únicos recuerdos reales que tiene son de Kevin y su aburrido sexo vainilla. En la intimidad, alguna vez intentó darle vida a sus locas fantasías, pero el rubio siempre lo detuvo.
 
"Guarda las fantasías para tus libros", le decía. Y Seokjin dejaba de intentarlo.
 
Sin embargo, lo poco que le daba era suficiente para él.
 
O eso es lo que creía hasta hace poco.
 
 
—Me alegra que estés de acuerdo, cariño— interrumpe el peligris sus pensamientos. —Aunque aún no lo haz visto todo.
 
Namjoon alarga su brazo hasta una mesita cercana y recoge un pequeño mando a distancia. Lo enseña a la pantalla y activa un botón rojo, haciendo que la peluda cola en su otra mano comience a vibrar.
 
—¿Aceptas el castigo, Omega mío?
 
—Cla-Claro— responde el escritor tartamudeando, pero intentando parecer valiente.
 
Sentirse querido, amado y deseado al mismo tiempo, es una nueva y placentera sensación. Sabe que el detective tiene mucha más experiencia que él en el arte del placer. Incluso puede que haya puesto en práctica todo lo que él sólo ha escrito en sus libros.
 
El castaño se siente un novato en todo esto, pero quiere estar a la altura de sus expectativas.
 
Aunque le cueste toda la noche averiguar en internet sobre el uso de ese curioso y peludo artefacto.
 
Sabe que el peligris jamás haría algo para dañarle.
 
Y si Namjoon le pide disfrutar de ambos usando algunos juguetes que aviven la magia de su amado mundo Omegaverse...
 
¿Cómo podría negarse, si se lo pide con esos ojos que parecen desnudarle el alma? Como si esos preciosos y azules orbes lo conocieran de toda la vida.
 
¿Cómo podría negarse, si le sonríe de aquella forma? Con ese par de hoyuelos ilegales en su rostro, como si un ángel de la tentación los hubiera besado profundamente. Esos hoyuelos que adornan a la perfección el manantial de su dorada piel, queriendo incluso morir y ahogarse en ellos.
 
¿Cómo decirle que no, si con sólo una mirada lo hace temblar, hasta quitarle el aliento y tenerlo a sus pies?
 
Namjoon aún no lo sabe, pero Seokjin jamás podría negarle nada. Y si le pidiera la luna, corriendo iría a por ella.
 
Porque es su esclavo desde el día en que clavó en él su mirada.
 
Y su ser ya no quiere que otros ojos lo miren de aquella forma, ni otras manos toquen su piel.
 
Porque se siente suyo... completamente suyo, desde la primera vez que lo vio.
 
—Lo haré, Alfa.— afirma finalmente el escritor, sonriendo, rendido ante los profundos ojos color del mar. —Yo siempre cumplo mis promesas.
 
 

📚 Escritor Mío 📚 || ••Namjin•• || ๑Terminada๑Where stories live. Discover now