28. Promesa

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—¿Jinnie?... ¿Jinnie?... ¿Me estás oyendo?
 
—Oh, Namu, lo lamento. ¿De qué me estabas hablando?
 
Sentados al borde del muelle, el moreno niño observaba al menor con extrañeza, que seguía con la mirada perdida en algún punto del ocaso, viendo el sol ocultarse en las anaranjadas aguas del mar de Yeosu.
 
—Te contaba sobre nuestra excursión de mañana en el bote de mi abuelo. Pero no me estabas escuchando.— El niño mayor, apenado, balanceaba sus piernas sobre el agua que discurre por debajo del viejo muelle. —Llevaba planeándolo un mes para ti. Pensé... que te haría ilusión poder ver por fin las ballenas.
 
El pequeño castaño giraba su rostro hacia el más alto, viendo su semblante repentinamente entristecido. Lo sostenía de las mejillas y levantaba su mirada hacia la suya.
 
—Lo siento. Estoy muy feliz de todo lo que haz planeado por mi cumpleaños. Es sólo... Es sólo que mi viaje es en dos días y...—Volvía a mirar el horizonte. —... no sé cuándo podré ver de nuevo este mismo mar.— El pequeño dejaba caer los brazos en su regazo donde reposaba su peluche en forma de ballena. Abrazaba fuertemente su esponjoso muñeco, volviendo a mirar de nuevo al mayor. —Voy a extrañarte mucho, Namu.
 
El más alto miraba los tiernos ojitos, cristalizados por las lágrimas que intentaba retener.
 
Sostenía el rostro del menor con la palma de su mano y le sonreía para animarlo, aunque sintiera que cuando el pequeño le falte, el vacío volvería a su vida. Que sus lindos dibujos no volverían a colorear sus grises días. Que su dulce olor de algodón de azúcar se disiparía poco a poco con la brisa del mar y que su hermosa risa no volvería a iluminar sus mañanas camino al colegio.
 
—Yo también te extrañaré.
 
El mayor le sonreía, pese a saber que cuando lo vea partir, un trozo de su inocente corazón se iría con él.
 
Aunque se resignara a pensar que con el tiempo, él ya no sería su héroe y el pequeño dejaría de ser su rey.
 
Sabía que por muchos libros que leyera y muchos conocimientos que adquiriera, seguía siendo sólo un niño de diez años y no tenía la respuesta para todos los problemas del mundo. Pero sabía que en ese preciso instante, era capaz de prometerle la luna, sólo para volver a ver sonreír esos preciosos ojos color avellana.
 
La pequeña mano morena recogía uno de  las suaves dedos del menor. Sostenía su dedo meñique y frente a sus rostros enlazaba el suyo junto al de él.
 
Juntos volveremos a ver el mar. Es una promesa, Jinnie.
 
 
 

   

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📚 Escritor Mío 📚 || ••Namjin•• || ๑Terminada๑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora